Pregunta: ¿Qué significa que "para siempre es Su misericordia" (Jeremías 33:11 y Salmo 136)?
Respuesta:
El profeta Jeremías vivió y ejerció su ministerio durante una de las épocas más sombrías de la historia de Israel. El destino condenado de su país estaba sellado. Viviría para ver el templo de Salomón y la gran ciudad de Jerusalén destruidos y a su pueblo asesinado o arrastrado al cautiverio en Babilonia. A causa de su desobediencia e infidelidad, ¿rechazaría y abandonaría Dios a su pueblo para siempre? La respuesta, prometió Dios a través de Jeremías, fue un rotundo "¡No!". En el futuro, el Señor restauraría a Su pueblo mediante un nuevo pacto para que, una vez más, la ciudad se llenara de Sus redimidos regocijándose y cantando: "Den gracias al Señor de los ejércitos, porque el Señor es bueno, porque para siempre es Su misericordia" (Jeremías 33:11, NBLA).
Uno no puede evitar leer este estribillo y pensar en el Salmo 136, un himno de alabanza grupal en el que el salmista exhorta una y otra vez a su audiencia de adoradores: "Den gracias al Señor porque Él es bueno, porque para siempre es Su misericordia. Den gracias al Dios de dioses, porque para siempre es Su misericordia. Den gracias al Señor de señores, porque para siempre es Su misericordia" (Salmo 136:1-3, NBLA).
La palabra traducida "misericordia" en el idioma original significa "amor leal, firme y duradero". El estribillo "para siempre es Su misericordia", también se traduce "Su fiel amor perdura para siempre" (NTV) y "su gran amor perdura para siempre" (NVI). La misericordia, o fiel amor, es uno de los atributos más destacados del carácter de Dios. Por Su propia naturaleza, muestra una misericordia imparable, ilimitada y eterna, incluso con quienes no la merecen: "¿Qué Dios hay como Tú, que perdona la iniquidad y pasa por alto la rebeldía del remanente de su heredad? No persistirá en Su ira para siempre, porque se complace en la misericordia" (Miqueas 7:18, NBLA).
Si alguna vez pudo haber un momento en que la misericordia de Dios llegara a su fin, podría haber sido la época llena de pecado en la que vivió Jeremías. Pero, afortunadamente, el amor fiel del Señor no depende del capricho de las emociones ni de la valía de su destinatario. La bondad inquebrantable de Dios hacia los que ama es inherente a lo que Él es: "Dios es amor" (1 Juan 4:8, 16). Después de un tiempo de disciplina, Dios, en Su misericordia y amor eternos, curaría las heridas de Su pueblo y, como un pastor, lo conduciría a casa (Jeremías 32:36-33:26).
A menudo, cuando llegan las pruebas, nos sentimos abandonados por Dios. A veces, nuestra desobediencia pecaminosa envuelve nuestro corazón en tal oscuridad que creemos que Dios nos ha rechazado para siempre. Como el pueblo de la época de Jeremías, nos preguntamos si nuestras circunstancias problemáticas son una prueba de que Dios ya no nos ama y de que Su misericordia hacia nosotros se ha agotado. En momentos como este, debemos recordar la promesa de Dios a través de Jeremías y dejar que estas palabras también nos reconforten: "porque el Señor es bueno, porque para siempre es Su misericordia".
El Señor perdona a quienes se arrepienten y vuelven a Él: "Pues Tú, Señor, eres bueno y perdonador, abundante en misericordia para con todos los que te invocan" (Salmo 86:5; ver también 1 Juan 1:9). Él no nos echa en cara nuestros pecados. Dios permanece fiel porque no puede negar quién es (2 Timoteo 2:13). Es "Compasivo y clemente es el Señor, lento para la ira y grande en misericordia. No luchará con nosotros para siempre, ni para siempre guardará Su enojo. No nos ha tratado según nuestros pecados, ni nos ha pagado conforme a nuestras iniquidades" (Salmo 103:8-10, NBLA).
Al que se siente menos merecedor de Su misericordia, la Biblia le dice: "¡El fiel amor del Señor nunca se acaba! Sus misericordias jamás terminan. Grande es su fidelidad; sus misericordias son nuevas cada mañana" (Lamentaciones 3:22-23, NTV).
El nuevo pacto que Dios prometió a Israel podemos experimentarlo hoy mediante una relación viva y personal con nuestro Señor Jesucristo. Los que confían en el Señor son partícipes de Su amor y Su misericordia para siempre. Incluso en nuestros momentos más oscuros, cuando toda esperanza parece perdida, debemos recordar que para siempre es Su misericordia.