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Pregunta: ¿Qué significa que "yo golpeo mi cuerpo" (1 Corintios 9:27)?

Respuesta:
Cualquier deporte profesional requiere atletas comprometidos. Un atleta profesional a menudo dedica varias horas al día, la mayoría de los días de la semana, a un entrenamiento intenso y disciplinado para obtener la resistencia, la fuerza y la velocidad necesarias para triunfar. Pablo, en 1 Corintios 9:24-27, compara la necesidad de autodisciplina y entrenamiento en la vida de un creyente con el entrenamiento atlético. Como un corredor o un boxeador, Pablo dice: "golpeo[a] mi cuerpo y lo hago mi esclavo, no sea que habiendo predicado a otros, yo mismo sea descalificado" (1 Corintios 9:27, NBLA).

Primera de Corintios 9:24-27 utiliza la metáfora de un atleta ganador para ilustrar a un creyente dedicado. Pablo pregunta: "¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis" (1 Corintios 9:24). Pablo compara la disciplina necesaria para crecer espiritualmente con el dominio de sí mismo de un atleta olímpico que golpea -o disciplina golpeando hasta la sumisión- su cuerpo en un esfuerzo dedicado a ganar una carrera. Mientras Dios obra en nosotros "el querer como el hacer, por su buena voluntad" (Filipenses 2:13), los creyentes deben cooperar con Él siguiendo los caminos de Dios con seria dedicación (ver 1 Reyes 8:61). Al igual que un corredor o un boxeador que ejercita su cuerpo, un cristiano controla su cuerpo para alcanzar el "supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús" (Filipenses 3:14).

Este pasaje no habla de la salvación como premio. Pablo enseña claramente que la salvación es un don, no algo que llega como resultado de un esfuerzo extenuante (Efesios 2:8-9). Nada puede descalificar a un verdadero creyente de la salvación, pero el pecado puede descalificarnos de tener un testimonio impactante (1 Corintios 9:27). El premio al que Pablo se refiere es la semejanza a Cristo. Él quería poder decir al final de su vida: "He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida" (2 Timoteo 4:7-8).

La meta, o el premio, para cada creyente es parecerse más a Cristo en corazón y acción (Romanos 8:28-30). Esto se logra mediante la obra transformadora del Espíritu Santo (Romanos 12:2). Los creyentes no golpean sus cuerpos haciendo más en su propia fuerza o siguiendo una religión legalista, basada en el desempeño (Gálatas 5:7-8). La verdadera vida cristiana se vive por la fe: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Gálatas 2:20). Los creyentes toman su cruz y mueren al yo diariamente; los creyentes golpean sus cuerpos sometiéndolos primero a Cristo.

El creyente sigue sometiendo su cuerpo a la disciplina de Cristo, practicando el autocontrol mediante el poder del Espíritu Santo. Esto es similar a la forma en que un atleta disciplina su cuerpo con un estricto autocontrol: la dieta, el ejercicio, el sueño y las opciones de estilo de vida son altamente regulados. Un creyente soporta pacientemente las pruebas de la vida para crecer en la semejanza de Cristo. Esto significa despojarse del pecado y de todo lo que lo atrapa. Como el escritor de Hebreos exhortó, "Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar" (Hebreos 12:1-3). Los creyentes crecen en semejanza a Cristo a medida que perseveran en la fe a través de las pruebas y tentaciones de esta vida.

Al igual que un corredor o un boxeador, mantiene sus ojos en el premio y soporta así todo tipo de dificultades, así los creyentes deben mantener sus ojos en Cristo y en aquello que durará para siempre (1 Corintios 9:25). Los creyentes "no corren como a la ventura" y "no pelean como quien golpea el aire" (1 Corintios 9:26). No, el creyente se somete continuamente a Cristo. No permite que la carne tenga el control (Romanos 13:14; 1 Tesalonicenses 4:4). Los creyentes esperan el día en que Dios les diga: "Bien, buen siervo y fiel" (Mateo 25:23).

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