Pregunta: "¿Está mal que una mujer se ponga la epidural y/o otros analgésicos durante el parto?"
Respuesta:
El dolor ha formado parte del parto desde que Eva dio a luz a Caín (Génesis 4:1). La mayoría de los estudiosos coinciden en que el dolor del parto forma parte de la maldición que Dios impuso a Eva por su pecado al comer el fruto prohibido (Génesis 3:16), al igual que lo eran los espinos y los cardos en la maldición de Adán (Génesis 3:17-18). Algunas personas argumentan que, puesto que el dolor del parto es la consecuencia del pecado, una madre en trabajo de parto no debería tratar de aliviar o escapar de ese dolor. Otros no están de acuerdo, indicando que la palabra hebrea traducida como "dolor" también puede significar "esfuerzo" o "trabajo de parto" y no implica necesariamente sufrimiento físico, sino más bien el duro trabajo de dar a luz. Ahora bien, si es cierto que el sufrimiento físico y/o el duro trabajo de parto es un juicio de Dios sobre la mujer, ¿está mal ponerse la epidural y/u otros medicamentos para aliviar el dolor durante el parto? ¿Solicitar la epidural es un esfuerzo que pretende anular el justo juicio de Dios?
Si llevamos este argumento a su conclusión lógica, también tendríamos que prohibir los herbicidas, las cortadoras de césped y la mayoría de las técnicas agrícolas modernas, ya que Dios maldijo la tierra para Adán y declaró que el hombre tendría que producir su alimento con el sudor de su frente. Para ser coherentes, si las epidurales están mal, entonces todos los dispositivos que ahorran tiempo o trabajo a los hombres deben estar igualmente mal. Además, puesto que TODO el dolor físico se debe a la influencia del pecado en este planeta, hasta el uso de la aspirina sería una ofensa a la justicia de Dios, de acuerdo a esta forma de pensar. No hay nada inmoral en que una mujer reciba analgésicos durante el parto.
La mayoría de las madres quieren lo mejor para sus bebés, y algunas sienten que el parto natural es la mejor manera de proporcionar lo mejor. El aumento de las parteras y de los preparadores de partos ilustra esta creciente popularidad de los partos naturales o incluso en casa. Las madres que quieran seguir ese camino deben tener plena libertad para hacerlo. Sin embargo, eso significa que no habrá epidurales ni bloqueos espinales disponibles para ella, a no ser que la lleven al hospital para una intervención de urgencia.
Otras futuras madres no consideran que tenga sentido un sufrimiento innecesario y aceptan de buena gana todos los fármacos analgésicos que sus médicos puedan ofrecerles. Puesto que la epidural y la espinal no implican ningún riesgo para sus bebés, estas madres también creen que están proporcionando lo mejor para sus hijos y garantizando una experiencia relativamente libre de dolor para ellas mismas. Incluso cuando se administran sedantes a una madre durante el parto, el efecto mínimo sobre el niño desaparece en unas pocas horas. Puede que el bebé esté un poco más dormido al principio, pero, al cabo de unas horas, los bebés de las madres medicadas responden con la misma normalidad que los que nacen sin intervención farmacológica. Las madres que han optado por los analgésicos pueden estar más relajadas y dispuestas a interactuar con sus recién nacidos, en vez de estar preocupadas por el dolor.
Antes de que existieran medicamentos eficaces para aliviar el dolor, las mujeres que daban a luz y las personas sometidas a procedimientos médicos dolorosos solían recibir un palo de madera o un trozo de cuero para morder. Las personas que cuidaban de los pacientes les daban algo duro, pero lo suficientemente maleable como para proteger los dientes y evitar que se mordieran la lengua en la agonía del momento. A medida que aumentaban los conocimientos médicos, también aumentaba la cantidad de fármacos analgésicos que había en el mercado, muchos de ellos pensados para las embarazadas. Las epidurales, los bloqueos espinales y los anestésicos locales se utilizan ahora para aliviar o reducir las horas de intenso dolor que muchas mujeres sienten durante el parto. Sin embargo, hay quienes sostienen que dar a luz es la experiencia más natural y hermosa del mundo y que adormecer esa experiencia es robar a la madre y al bebé todo lo que Dios quiso que compartieran juntos. También sugieren que los medicamentos de cualquier tipo pueden afectar a la salud del bebé. Incluso los que se consideran seguros pueden crear problemas que aún se desconocen.
Hay diferentes tipos de analgésicos que se ofrecen durante el parto. Una epidural o un bloqueo espinal es una inyección de un medicamento en la parte baja de la espalda o cerca de la médula espinal de la madre en trabajo de parto. Las epidurales suelen administrarse antes de las cesáreas o cuando el parto ha llegado a un punto determinado. El efecto adormecedor se produce en unos instantes, un factor fundamental en el caso de las cesáreas de emergencia cuando el bebé o la madre están en peligro. De acuerdo con el sitio web de la Clínica Mayo, las epidurales y los bloqueos espinales tienen poco o ningún efecto sobre el bebé. Las inyecciones de anestesia localizadas cerca del canal del parto no alivian el dolor de las contracciones, pero pueden adormecer temporalmente zonas específicas del cuerpo de la madre en caso de suturas o desgarros. Los anestésicos locales tampoco tienen efecto sobre el bebé. Los sedantes, sin embargo, atenúan el dolor de las contracciones, pero pueden provocar somnolencia, náuseas o un cambio en el ritmo cardíaco de la madre, lo cual puede afectar al bebé. Los sedantes también pueden hacer que las contracciones disminuyan o se detengan, y por eso los profesionales de la medicina vigilan cuidadosamente su uso en las embarazadas.
El peligro en temas como éste es espiritualizar algo que no es espiritual. Algunas personas crean leyes morales y espirituales a partir de lo que no es moral ni espiritual. Jesús reprendió a los fariseos por hacer esto (Marcos 7:8). Lo vemos dentro de la comunidad cristiana con respecto a opciones como asistir al cine, usar joyas, educar en casa o comer fuera el domingo. Cuando nos convencemos de que una determinada práctica es correcta o incorrecta para nosotros, a veces también tratamos de obligar a otros a seguir nuestras convicciones. Sin embargo, si no hay un principio bíblico detrás de tales convicciones, debemos estar dispuestos a admitir que son nuestras y no de Dios. Romanos 14 trata bien este tema, con la conclusión de Pablo: "¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme" (versículo 4).
La Biblia no adopta ninguna postura contra la medicina o los médicos, como algunos quieren hacernos creer. El apóstol Pablo llamó a Lucas, el autor de Lucas y de los Hechos, el "médico amado" (Colosenses 4:14). Lucas viajó con Pablo en varios de sus viajes misioneros, y algunos estudiosos creen que era el médico personal de Pablo. Pablo también animó a su joven protegido, Timoteo: "usa un poco de vino a causa de tu estómago y tus frecuentes enfermedades" (1 Timoteo 5:23). Por lo tanto, no hay nada espiritual en rechazar un tratamiento médico o analgésicos cuando es necesario. Las mujeres que viven en zonas del mundo en las que se puede recurrir a la epidural o a los bloqueos de la columna vertebral deben utilizarlos si lo desean, y las mujeres que desean partos totalmente naturales también deben sentirse libres de rechazar la medicación. Ninguna de estas opciones anula el plan de Dios ni contradice Sus justos decretos. Jesús sanó todo tipo de dolor y enfermedad física durante Su tiempo en la tierra, demostrando que no hay valor espiritual en el sufrimiento innecesario (Mateo 4:24).
Romanos 14:22 puede ser nuestra guía en todos los asuntos que no se tratan claramente en la Biblia ni por versículos ni por principios: "¿Tienes tú fe? Tenla para contigo delante de Dios. Bienaventurado el que no se condena a sí mismo en lo que aprueba". En otras palabras, forma convicciones según la guía del Espíritu Santo y sigue esas convicciones como un acto de entrega a Jesús. Sin embargo, no juzgues a otros que no tengan esa convicción, y no permitas que te disuadan de la tuya. Cada uno responde ante Dios por lo bien que hemos obedecido Su dirección, y el mantener una conciencia clara en todo debería ser un objetivo primordial de cada cristiano (Romanos 14:12).