Respuesta:
Un cristiano quiere ser tan parecido a Jesús como pueda. Para ser como Jesús, hay que amar como Jesús amó. Dios tiene la meta de conformarnos a la imagen de Su Hijo (Romanos 8:29). Jesús siempre fue obediente al Padre (Juan 8:29), era puro en todo sentido (Hebreos 4:15) y amaba a la gente desinteresadamente (Mateo 9:36; 14:14). Ordenó a Sus discípulos que se amaran los unos a los otros de la misma manera que Él los había amado (Juan 13:34). Sin embargo, esto plantea un problema. Jesús demostró Su amor al morir por nosotros, diciendo: "Nadie tiene mayor amor que este" (Juan 15:13). Puesto que a la mayoría de nosotros nunca se nos pedirá que muramos por alguien, ¿qué significa amar como Jesús?
Juan 3:16 nos dice lo que significa amar como Jesús ama: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito". El amor de Dios se da con sacrificio. Amar como Jesús significa que sostenemos todo lo que poseemos con las manos sueltas. Estamos dispuestos a desprendernos de dinero, tiempo y posesiones para servir a otras personas. Reconocemos que todo lo que tenemos nos lo presta nuestro Padre en el cielo y somos responsables de lo que hacemos con eso (Mateo 25:14-30). Damos a las personas lo que necesitan cuando está a nuestro alcance hacerlo. Cuando vemos a un hermano o una hermana necesitados y tenemos recursos que pueden ayudarlos, debemos compartir con ellos lo que tenemos (Santiago 2:15; 1 Juan 3:16-17).
Jesús no discriminaba cuando amaba. Nos advirtió que es fácil amar a los que son como nosotros (Lucas 6:32-33). No obstante, Jesús amó incluso a Sus enemigos y espera que Sus seguidores hagan lo mismo (Lucas 6:35). Sanó, alimentó y ministró a muchos que más tarde gritarían: "¡Crucifícalo!". (Mateo 27:20-22). Lavó los pies de Judas Iscariote, sabiendo que en pocas horas Judas lo traicionaría (Juan 13:4-5). Se empeñó en atender a los aborrecidos samaritanos (Juan 4), e incluso convirtió a un samaritano en el héroe de una parábola (Lucas 10:25-37). Ricos y pobres, jóvenes y ancianos, religiosos y paganos: la gente acudía a escuchar a Jesús porque los amaba (Marcos 10:1; Mateo 9:35-36; Lucas 18:18).
Amar como Jesús significa que no podemos ser selectivos en el trato a las personas. Santiago condena enérgicamente el favoritismo basado en la situación económica o social: "Pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores" (Santiago 2:9). Debemos tratar a todo ser humano con dignidad y respeto, recordando que esa persona es una creación especial, diseñada a imagen de Dios (1 Juan 2:9-10; 4:20-21). Debemos esforzarnos por limpiar nuestros corazones de prejuicios raciales, esnobismo socioeconómico y superioridad religiosa. Nada de eso pertenece a la vida de alguien que quiere amar como Jesús ama.
No debemos equiparar el amor con la aceptación total de todo lo que alguien hace. Jesús no toleró el pecado, el engaño o los falsos seguidores. Fue rigurosamente directo con los fariseos, los líderes religiosos y los que decían amarlo, pero que amaban más sus vidas. Sin dejar de amarlos, Jesús reprendió a los fariseos, llamándolos "¡Hipócritas!" y "¡Ciegos!" (Mateo 23:13, 16). Desafió a los líderes religiosos con la siguiente advertencia: "No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos" (Mateo 7:21). Y desconcertó a los tibios diciéndoles: "Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios" (Lucas 9:62).
Amar como Jesús significa que nos preocupamos lo suficiente por las almas de los demás como para decirles la verdad. Un joven rico se acercó a Jesús con buenas intenciones, pero con falta de entrega (Lucas 18:18-25). Quería lo que Jesús le ofrecía, pero no quería a Jesús. Amaba más su dinero, y Jesús señaló con amor la codicia del joven. No amamos a las personas diluyendo el evangelio que podría salvarlas. Jesús nunca cambió la verdad para satisfacer el "comezón de oír" de sus oyentes (ver 2 Timoteo 4:3). Los amó lo suficiente como para advertirles, desafiarlos, enseñarles y perdonarlos hasta la cruz (Lucas 23:34).
El perdón es otra forma de amar como Jesús. Perdonamos cuando nos han hecho daño (Mateo 6:14; Efesios 4:32). Nuestro egoísmo quiere aferrarse a la herida, acariciándola, acogiéndola y reviviéndola. Sin embargo, Jesús perdonó y nos dice que perdonemos también (Marcos 11:25). No podemos amar a alguien a quien no perdonamos. Jesús no nos retiene nuestros pecados perdonados, sino que nos declara limpios y restaurados (1 Juan 1:9). Puede haber consecuencias por nuestro pecado, pero Él nos ama en medio de ellas y nos ayuda a aprender de las mismas. Cuando perdonamos a alguien, podemos amar y orar por esa persona con la conciencia limpia porque hemos hecho lo que Dios nos manda (Colosenses 3:13; Efesios 4:32).
Jesús les dijo a Sus discípulos que la principal forma en que el mundo sabría que eran suyos era por el amor que se tenían unos a otros (Juan 13:35). Si amamos a Jesús, entonces amaremos lo que Él ama, es decir, a las personas. Y a medida que practicamos amar como Él amó, nos pareceremos más a Él.