Pregunta: ¿Cómo podemos estimularnos al amor y a las buenas obras (Hebreos 10:24)?
Respuesta:
Hay que vivir la vida cristiana en comunidad. Por eso se nos dice: "no dejando de congregarnos" (Hebreos 10:25). Nuestros hermanos y hermanas en Cristo nos animan a "correr la carrera" de la fe con perseverancia. Nos ayudan a ver cosas que de otro modo no veríamos en nosotros mismos, lo que nos ayuda a crecer espiritualmente. Nos estimulan a seguir las cosas de Dios, y nos hacen responsables de vivir lo que decimos que creemos. Todos los creyentes podemos ser una luz en este mundo oscuro si nos estimulamos unos a otros al amor y a las buenas obras (Hebreos 10:24).
Antes de ser crucificado, Jesús dio a Sus discípulos un "nuevo" mandamiento: "Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros" (Juan 13:34-35). Este llamamiento a amarse los unos a los otros se repite muchas veces en las Escrituras (Romanos 12:10; 1 Pedro 4:8; 1 Juan 4:7, 11). El amor que los creyentes se demuestran unos a otros permite que el mundo vea quién es Dios y cómo es una vida transformada en Cristo. Primera de Juan 4:7-8 nos dice por qué nos amamos unos a otros: "Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor". Puesto que Dios es amor, los creyentes pueden y deben estimularse mutuamente al amor y a las buenas obras.
En comunidad, los creyentes pueden practicar lo que significa amar como Dios: con sacrificio (2 Corintios 5:21), desinteresadamente (Marcos 10:45) e incondicionalmente (Romanos 5:8). Cuando nos ofenden, podemos practicar el amor mutuo perdonándonos unos a otros (Efesios 4:32). Podemos soportarnos los unos a los otros aunque los tiempos o las personas sean difíciles (Colosenses 3:13). Cuando alguien está necesitado, podemos practicar el amor mutuo satisfaciendo tangiblemente esa necesidad (1 Juan 3:18). También podemos amar a las personas edificándolas y ayudándolas a crecer en Cristo (Romanos 14:19; 1 Tesalonicenses 5:11). Podemos salir de nuestra zona de confort y estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras de maneras que no haríamos naturalmente. Podemos animarnos al ver que otros viven los valores de Dios de maneras diferentes y creativas. De este modo, el mundo puede ver lo que es el amor de Dios.
Los creyentes también son una luz para el mundo a través de sus buenas obras. Jesús exhortó a los creyentes: "Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos" (Mateo 5:16). Las buenas obras no nos salvan (Efesios 2:8-9); sin embargo, la fe sin obras es fe muerta (Santiago 2:26). Dios nos salvó no solo para rescatarnos de las consecuencias de nuestro pecado, sino también para reflejar Su carácter y bondad al mundo. A medida que el Espíritu Santo produce fruto en nuestras vidas (Gálatas 5:22-23), actuaremos de manera que reflejemos el carácter de Dios. En lugar de vivir de acuerdo a nuestras viejas costumbres egoístas y pecaminosas, buscaremos hacer buenas obras que agraden a Dios. Exhortaremos a otros a hacer lo mismo. La comunión con otros cristianos nos da la oportunidad de poner en práctica esas buenas obras y nos rodea de ejemplos de cómo "cómo estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras" (Hebreos 10:24, NBLA).
Amar bien a los demás y hacer buenas obras es una forma tangible de reflejar la luz de Cristo en este mundo. Debemos tomarnos en serio la instrucción de estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras para que Dios pueda ser glorificado y para que Su amor se complete en nosotros: "Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros" (1 Juan 4:11-12).