Respuesta:
En el libro de 1 Corintios, capítulo 15, Pablo habla de la resurrección y del cuerpo resucitado. En los versículos 35 y siguientes, afirma que nuestros cuerpos celestiales serán diferentes de nuestros cuerpos naturales, con algunos contrastes muy marcados. Mientras que nuestros cuerpos terrestres se caracterizan por ser mortales (susceptibles de morir), nuestros cuerpos resucitados se caracterizarán por ser inmortales (no susceptibles de morir). Asimismo, mientras que nuestros cuerpos terrenales son susceptibles a la decadencia (corrupción), serán incorruptibles (1 Corintios 15:53). Además, mientras que nuestros cuerpos naturales son propensos a la debilidad, nuestros cuerpos resucitados se caracterizarán por la fortaleza (versículo 43).
Otra comparación es que ahora tenemos un cuerpo natural, pero luego tendremos un cuerpo espiritual. Esto probablemente no significa que seremos como fantasmas que no tienen cuerpo y que flotan sin poder interactuar con las cosas que nos rodean. Después de todo, el versículo 49 afirma que tendremos un cuerpo como el de Jesús resucitado (ver también 1 Juan 3:2). Y Jesús, después de Su resurrección, les dijo que lo tocaran y lo vieran comer, demostrando que no era simplemente un espíritu (Lucas 24:37-43). Por el contrario, es más probable que, así como un cuerpo natural es adecuado para esta vida presente en nuestro universo físico, el cuerpo espiritual será el que mejor nos convenga para la existencia eterna a la que estamos destinados en nuestra morada eterna. El cuerpo resucitado de Jesús era capaz de entrar en habitaciones cerradas si así lo deseaba (Juan 20:19). Nuestro cuerpo terrenal nos limita en formas (y/o dimensiones) a las que nuestro cuerpo espiritual no lo hará.
Primera de Corintios 15:43 también describe la transformación que va de "sembrado en deshonra" a "resucitado en gloria". Filipenses 3:21 dice que Jesús "transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya". Nuestros cuerpos en decadencia se describen con la palabra deshonra porque llevan la marca de los resultados del pecado. A veces nuestros cuerpos están estropeados debido a nuestro propio pecado personal, como un cerebro que ya no es capaz de pensar completamente debido al abuso de drogas. Otras veces nuestros cuerpos están marcados por los pecados de otros, como por ejemplo la cicatriz de alguien que actúa violentamente contra nosotros. Sin embargo, estas no son las únicas marcas físicas del pecado. En términos más generales, el cuerpo físico en decadencia es el resultado directo de la caída de la humanidad en el pecado. Si no hubiera habido pecado, no habría decadencia ni muerte (1 Corintios 15:56). Pero Dios, mediante el poder transformador de Cristo, puede resucitar a Sus hijos con cuerpos nuevos y gloriosos, completamente libres de los estragos del pecado y que poseen, por el contrario, la gloria de Cristo.
Para resumir, no se nos dice exactamente qué aspecto tendremos en la próxima vida, qué edad aparentaremos, o si nos veremos delgados o gordos. No obstante, aunque muchos creen que tendremos algún parecido con nuestro aspecto actual, sabemos que, sea cual sea la forma en que se haya alterado nuestro aspecto o nuestra salud como resultado del pecado (ya sea por malas elecciones de salud, malformaciones hereditarias, lesiones, envejecimiento, etc.), estos rasgos no se trasladarán a nuestro aspecto en la próxima vida. Y lo que es más importante, la naturaleza pecaminosa, heredada de Adán (Romanos 5:12) ya no estará con nosotros, pues estaremos hechos según la santidad de Cristo (1 Juan 3:2).