Pregunta: ¿Qué podemos aprender cuando Dios redimió a Israel de la casa de servidumbre (Deuteronomio 13:5)?
Respuesta:
El término casa de servidumbre (NBLA) o tierra de esclavitud (NVI) se utiliza con frecuencia en el Antiguo Testamento para referirse al tiempo de esclavitud de Israel en Egipto a manos de Faraón (Éxodo 20:2; Jeremías 34:13; Miqueas 6:4). Cuando analizamos los pasajes en los que Dios redime a Israel de la casa de servidumbre, saltan a la vista algunos puntos clave sobre la naturaleza de Dios y Su amor por Su pueblo: "mas porque el Señor los amó y guardó el juramento que hizo a sus padres, el Señor los sacó con mano fuerte y los redimió de casa de servidumbre, de la mano de Faraón, rey de Egipto" (Deuteronomio 7:8, NBLA).
En Deuteronomio 7, Israel está a punto de entrar en la Tierra Prometida. Moisés explica que el pueblo de Dios debe ser "pueblo santo para el Señor tu Dios; el Señor tu Dios te ha escogido para ser pueblo Suyo de entre todos los pueblos que están sobre la superficie de la tierra" (Deuteronomio 7:6, NBLA). Dios no eligió a Israel porque fuera poderoso en número (Deuteronomio 7:7), sino simplemente porque lo amaba. Su decisión no se basó en ninguna cualidad o distinción del pueblo, sino enteramente en Su propia voluntad.
Lo mismo ocurre en nuestra relación con Dios, que no depende de lo que hagamos o merezcamos, sino únicamente del amor y la gracia de Dios: "según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado" (Efesios 1:4-6; ver también Efesios 2:8).
La naturaleza de Dios es el amor (1 Juan 4:7-21). Dios puso Su amor en Israel, y porque los amaba, los sacó de Egipto, redimiéndolos de una vida de esclavitud "con mano fuerte" (Deuteronomio 26:8). Cuando Dios nos salva, nos libera poderosamente de una vida de esclavitud al pecado (Romanos 6:6, 18; Juan 8:36).
Dios quiere que recordemos que, aunque una vez fuimos esclavos del pecado, Él nos ha liberado: "entonces ten cuidado, no sea que te olvides del Señor que te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre" (Deuteronomio 6:12, NBLA). Israel no debía olvidar que el Señor lo había redimido, y nosotros tampoco. Ahora somos libres, pero esa libertad tuvo un alto precio: el sacrificio de la vida de Cristo en la cruz (Marcos 10:45).
Así como la sangre del primer cordero pascual salvó a Israel del Destructor (Éxodo 12:12-13), Jesucristo se convirtió en nuestro Cordero pascual consumado: "sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación" (1 Pedro 1:18-19; ver también 1 Corintios 5:7).
El amor de Dios está ligado a Su juramento. Él es fiel a amarnos hasta el fin, y desea que le amemos de la misma manera, guardando Sus mandamientos (Deuteronomio 7:9) y eliminando el mal de entre nosotros (Deuteronomio 13:5). El apóstol Pablo explicó: "Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud" (Gálatas 5:1). Pedro exhorta a los cristianos: "Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación, si es que habéis gustado la benignidad del Señor" (1 Pedro 2:1-3).
El Señor redimió a Israel de "la casa de servidumbre", del mismo modo que hoy libera a los creyentes del pecado y las tinieblas de su pasado (Efesios 5:1-27; 1 Pedro 1:13-23). Somos Su "pueblo elegido. Son sacerdotes del Rey, una nación santa, posesión exclusiva de Dios". Impulsado por el amor, Dios nos rescata para Su buen propósito y nos aparta para "que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia" (1 Pedro 2:9-10). Al ser redimidos de la casa de servidumbre, debemos alejarnos "de los deseos mundanos, que luchan contra el alma" (1 Pedro 2:11-12, NTV).