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Pregunta: ¿Qué dice la Biblia sobre cómo debemos tratar a los demás?

Respuesta:
La Biblia tiene mucho que decir sobre el comportamiento humano y cómo debemos tratarnos unos a otros. Hay miles de indicaciones específicas para hacerlo, pero todas pueden resumirse en lo que conocemos como la Regla de Oro. Jesús dijo: "Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas" (Mateo 7:12).

Cuando tratamos a los demás como queremos ser tratados, seremos honestos, amables, confiables y amorosos. Todos necesitamos honestidad, bondad, etc., de otras personas, por lo que deberíamos estar igualmente preocupados por brindar esas cosas a los demás. Cuando Dios le dio la ley a Moisés por primera vez, incluyó cientos de instrucciones sobre la forma en que los israelitas debían tratarse unos a otros (Levítico 18:3; 20:23; Deuteronomio 18:9). Estaban inmersos en un mundo violento, impío y malvado. Cuando Dios los escogió para ser un pueblo santo, apartado para Sí mismo, fue muy específico sobre lo que estaba permitido y lo que estaba prohibido (Isaías 41:8–10; Deuteronomio 7:6; Éxodo 19:6).

Cuando le preguntaron cuál era el mandamiento más importante, Jesús respondió: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas". En otras palabras, todas las leyes que Dios había dado a Israel podían resumirse en dos mandamientos: amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como a uno mismo. Si hacemos estas dos cosas, no necesitamos las demás leyes. Las cumpliremos automáticamente como parte de amar a Dios y amar a los demás.

Cada cultura tiene sus propias costumbres y tradiciones sociales. Tratar a los demás como queremos que nos traten implica respetar esas costumbres para no ofender. Cuando los misioneros se mudan a otra parte del mundo, tienen cuidado de estudiar las costumbres de esa cultura y adaptarse a ella lo mejor posible. Saben que no pueden compartir eficazmente a Cristo con alguien a quien están ofendiendo. Por ejemplo, en culturas donde las mujeres llevan la cabeza cubierta en público, una misionera usará un velo para no ofender a la cultura a la que quiere llegar. En algunas culturas, las personas se sientan en el suelo para comer. Aunque los misioneros prefieran sentarse en una silla, dejarán de lado sus preferencias para amar a sus prójimos como Cristo los ama (Juan 13:34).

Jesús es nuestro modelo. Él es completamente Dios, merecedor de todo honor y gloria (Colosenses 2:9; Juan 1:1). Sin embargo, porque amaba a los seres humanos que había creado, dejó a un lado Sus derechos como Dios para tomar forma humana y venir a la tierra a vivir entre nosotros (Filipenses 2:5–11). Aceptó voluntariamente las limitaciones de un cuerpo carnal para conectar con nosotros. Vivió como nosotros vivimos, sufrió como nosotros sufrimos, y luchó contra la tentación como nosotros lo hacemos (Lucas 4:1–13). Al hacerlo, nos dio un ejemplo de cómo espera que tratemos a los demás.

Tratar a los demás como nos gustaría ser tratados significa que debemos estar dispuestos a poner de lado nuestros propios gustos, derechos y deseos para servir a quienes forman parte de nuestra vida. Así como una madre pierde el sueño, se sacrifica económicamente y cuida de los hijos que ama, nosotros debemos renunciar a nuestras propias comodidades por el bien de los demás. Jesús hizo exactamente eso. Cuando nuestro enfoque está en tratar a los demás como Jesús lo haría, no necesitamos cien leyes específicas que nos digan que no debemos matar, robar, violar, abusar, o mentir. Un corazón lleno del amor de Dios nunca trataría a los demás de esa manera. Cuando el corazón es puro, las buenas acciones le seguirán (Mateo 15:19; 1 Pedro 1:22).

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