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Pregunta: ¿La creencia en Dios es solo el cumplimiento de un deseo?

Respuesta:
En su libro de 1927 El Porvenir de una Ilusión, Sigmund Freud denominó las esperanzas ofrecidas por la religión como “ilusiones, cumplimientos de los deseos más antiguos, fuertes y urgentes de la humanidad. . . . Hacemos caso omiso de su relación con la realidad, tal como la ilusión misma no valora la verificación” (pp. 21, 31). En otras palabras, Freud vio la creencia religiosa como el cumplimiento ilusorio de un deseo.

Freud vio la creencia religiosa como un mecanismo de afrontamiento que ayudaba a las personas a lidiar con las duras realidades de la vida. La creencia en Dios no era más que el deseo de tener una poderosa figura paterna en la propia vida. Los deseos de los individuos, según Freud, los llevan a mirar más allá de su intelecto hacia algo que no es real y no puede ser verificado. Afirmó que la creencia de la persona religiosa satisface un fuerte deseo de satisfacer alguna necesidad emocional. Existe un deseo de cumplir, y por lo tanto se cede a él.

Freud también creía que las ilusiones como Dios pueden y deben ser resistidas por las personas y que aquellos que eligen participar en la religión son “culpables de todo tipo de deshonestidad e infracción intelectual posible” (ibid., p. 42).

¿Tiene Freud razón en sus suposiciones en lo que concierne al cristianismo?

Para responder, comencemos con la comprensión de que la espada del cumplimiento de deseos de Freud corta en ambos sentidos. ¿Podría ser cierto que un ateo como Freud tiene deseos y anhelos propios? Quizás Freud y otros como él deseen que una deidad como el Dios de la Biblia no exista, un Dios que los llamará a rendir cuentas un día por sus acciones, y su construcción de un sistema de creencias ateo simplemente sea el cumplimiento de sus deseos.

El deseo de que no exista un Dios puede ser muy motivador y llevar a una persona a adoptar una posición ateísta/agnóstica. Charles Darwin demuestra esto cuando dice: “De hecho, apenas puedo ver cómo alguien debería desear que el cristianismo sea verdadero; porque si es así, el lenguaje claro del texto [bíblico] parece mostrar que los hombres que no creen, y esto incluiría a mi Padre, Hermano, y casi todos mis mejores amigos, serán castigados eternamente. Y esta es una doctrina condenatoria” (La Autobiografía de Charles Darwin, 1809—82, Penguin Books, 2002, p. 50).

Contrariamente a lo que muchos ateos creen, la Biblia exhorta en contra del pensamiento ilusorio de cumplimiento deseos y en cambio ordena a las personas a pensar fuertemente acerca de sus creencias. Por ejemplo, Dios dice a Judá, “Vengan ahora, y razonemos, dice el Señor” (Isaías 1:18, NBLA). Pablo le dijo a su aprendiz Timoteo, “Considera lo que digo” (2 Timoteo 2:7). Pablo también le dijo a la iglesia de Corinto, “Hermanos, no seáis niños en el modo de pensar, sino sed niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar” (1 Corintios 14:20).

Cualquier argumento que diga que el cristianismo promueve algún tipo de enfoque fideísta y carente de pensamiento sobre la creencia en Dios está simplemente fuera de sintonía con las enseñanzas de la Biblia.

A diferencia de la mitología de los griegos y romanos, el cristianismo se basa firmemente en fuertes evidencias filosóficas, empíricas e históricas. Los eventos que rodean el origen del cristianismo ocurrieron en la historia del espacio/tiempo y son capaces de ser verificados. Además, la esperanza entregada por el cristianismo desafía la definición de Freud en que está respaldada por una persona: Jesús de Nazaret, que la historia dice vivió y murió, y cuya resurrección está respaldada por buenas evidencias históricas.

Al final, la acusación de Freud de cumplimiento de deseos puede ser fácilmente revertida sobre sí misma. Sus alegaciones de que los cristianos buscan mecanismos de afrontamiento o figuras paternas se desmoronan cuando se miden contra las fuertes evidencias que existen para la fe cristiana.

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