Pregunta: ¿Qué significa "de gloria en gloria" en 2 Corintios 3:18?
Respuesta:
"Pero todos nosotros, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu" (2 Corintios 3:18, NBLA).
Con esas pocas palabras - "de gloria en gloria"- Pablo resume toda nuestra vida cristiana, desde la redención y santificación en la tierra, hasta nuestra gloriosa bienvenida eterna en el cielo. Hay mucho contenido en esas pocas palabras. Es tan importante lo que dice que, desde 2 Corintios 2:14 hasta el final del capítulo 5, Pablo se esfuerza mucho para abrir los ojos de sus lectores a una gran verdad. Veamos por qué esa verdad es tan importante.
La misma palabra griega para "gloria" se usa dos veces en la frase de gloria en gloria, aunque cada uso se refiere a algo diferente. La primera "gloria" es la del Antiguo Pacto-la Ley de Moisés-mientras que la segunda es la del Nuevo Pacto, el evangelio de Jesucristo. Ambas tienen un esplendor asombroso.
El Antiguo Pacto le fue dado a Moisés directamente de Dios, escrito por el propio dedo de Dios (Éxodo 31:18). Esa raíz de nuestra fe cristiana es ciertamente gloriosa; es la gloria de la que "venimos". Sin embargo, el Nuevo Pacto, la gloria a la que vamos, supera con creces la del Antiguo.
La transformación es de la gloria de la Ley. Al igual que la piedra en la que estaba escrita, la Ley era inflexible y absoluta, y se aplicaba a todos los israelitas sin tener demasiado en cuenta las circunstancias individuales (Hebreos 10:28). Aunque santa, buena y justa en sí misma (Romanos 7:12), la Ley era, para nosotros pecadores, la letra que nos mata (2 Corintios 3:6). La Ley era una fuerza externa para controlar el comportamiento. Además, la piedra, a pesar de su fuerza, es terrenal y acabará desgastándose. La Ley no era más que nuestro ayo (Gálatas 3:23-25) hasta que llegara algo mejor.
La transformación es para gloria del Nuevo Pacto, que supera con creces al Antiguo en todos los sentidos. Nos perdona nuestros pecados y nos da vida de pecadores (Juan 6:63). Está escrita en los corazones de los creyentes por el Espíritu Santo (Jeremías 31:33; 2 Corintios 3:3), de modo que nuestra obediencia a Dios brota de nuestro interior por los deseos que Dios nos ha dado, y no por las amenazas de un castigo legal. En vez de un frío conjunto de escritos como guía para agradar a Dios, ahora tenemos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo haciendo su morada con nosotros, conviviendo en amorosa intimidad, enseñándonos todo lo que debemos saber y hacer (Juan 14:23; 16:13). Esa posición en Cristo es tan permanente, eterna y espiritual como Dios mismo, y no temporal y terrenal.
Pablo quiere que los cristianos se centren en la gloria espiritual del Nuevo Pacto y no en la gloria física del Antiguo, como se negaban a hacer muchos judíos de su época. Compara los dos tipos de gloria recordando cómo Moisés absorbió y reflejó la gloria de Dios durante un tiempo después de estar en su presencia (2 Corintios 3:7-11, 13; cf. Éxodo 34:29-35). Aunque el resplandor de Moisés tenía una causa espiritual, el efecto no tenía nada de espiritual: cualquier persona, independientemente de su relación con Dios, podía ver el resplandor en el rostro de Moisés, que se cubrió con un velo.
No así la gloria del Nuevo Pacto. Eso solo se puede ver con los ojos espirituales de un creyente, que Pablo está haciendo todo lo posible por abrir, para que discernamos la gloria del Evangelio. Por eso escribe: "Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo" (2 Corintios 4:6).
Pero, al pasar de gloria en gloria, hay algo aún más importante sobre la gloria del Nuevo Pacto que los cristianos deben comprender: su poder sobrenatural para transformarnos. Y eso nos lleva al propósito y destino final de Dios para cada creyente, transformarnos a la imagen de Su propio Hijo amado (2 Corintios 3:18; Romanos 8:28-30; Filipenses 3:20-21).
Antes de terminar con el tema de ser transformados de gloria en gloria, Pablo presenta una asombrosa afirmación más: "De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas". (2 Corintios 5:17).
Esta es la invitación que el Señor hace a todos los cristianos, para que nuestras vidas sean radicalmente transformadas aquí y ahora, abriendo nuestros ojos para ver el glorioso viaje al que nos lleva "de gloria en gloria".