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Pregunta: ¿Cómo pueden los creyentes ser de un mismo sentir (1 Pedro 3:8)?

Respuesta:
En 1 Pedro 3:8, Pedro exhorta a los creyentes a "ser de un mismo sentir". Esta unidad es importante porque todos los cristianos están en el mismo equipo, especialmente los de un cuerpo local. Un equipo se desmorona y pierde su objetivo cuando no es de una sola mente. Cuando tratamos a los creyentes como Cristo nos ha llamado, podemos ser de un mismo sentir en lo que creemos y en nuestras acciones para glorificar a Dios.

Ser de un mismo sentir es ser afín o estar unido en intención y propósito. En su Oración Sacerdotal, Jesús oró: "La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. 23 Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad" (Juan 17:22-23). La finalidad de la unidad de los cristianos es que "para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado" (versículos 21, 23).

Romanos 15:5-6 nos da otra razón por la que es importante tener un mismo sentir: "Pero el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús, para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo". Todos los creyentes están llamados a ser de un mismo sentir para que puedan glorificar a Dios al unísono y reflejar fielmente a Jesús ante el mundo y extender Su oferta de salvación (2 Corintios 5:20).

Cuando somos salvos, nos unimos a Cristo y pasamos a formar parte de la familia de Dios (1 Juan 3:1). Cuando una familia es de un mismo sentir, pueden amarse bien los unos a los otros, y los demás se dan cuenta. También se describe a los creyentes como el cuerpo de Cristo (1 Corintios 12:12-27; Efesios 5:30). Las diferentes partes del cuerpo no pueden trabajar en rebelión a las otras partes. El cuerpo funciona como un todo sinérgico. Necesitamos vivir la verdad de que somos un cuerpo y una familia en Cristo.

El modo en que nos tratamos influye en nuestra unidad. Pedro continúa la exhortación a ser de un mismo sentir llamando a los creyentes a ser "compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición" (1 Pedro 3:8-9). Lo que creemos afecta a cómo vivimos. Si creemos que estamos unidos en Cristo, seremos de un mismo sentir.

Las acciones egoístas y los pensamientos altaneros causan desunión. Pablo se opone a tales pecados en Filipenses 2:1-3: "Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros". Nuestra unión a Cristo nos recuerda que todos somos pecadores salvos por gracia mediante la fe en la obra consumada de Cristo. La salvación nos lleva a ser "completamente humildes y mansos" y "soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor" (Efesios 4:2). Ser de un mismo sentir implica tratarse con amor y desinterés.

Ser de un mismo sentir no significa buscar la unidad por el mero hecho de la unidad. Estamos unidos en Cristo, y hay que excluir las enseñanzas que niegan a Cristo. Por lo tanto, estamos de acuerdo en lo esencial de la fe. Debemos separarnos de aquellos que enseñan falsas doctrinas (Mateo 7:15; Romanos 16:17; Apocalipsis 2:14-15), y no debemos unirnos a personas que dicen ser cristianas, pero que viven en continuo pecado sin arrepentirse (Mateo 18:15-17; 1 Corintios 5:1-2). Ser de un mismo sentir tampoco significa que deban abolirse todas las diferencias entre iglesias y denominaciones. Podemos tener convicciones bíblicas distintas sin dejar de defender la unidad y amar a nuestros hermanos y hermanas en Cristo que tienen convicciones diferentes. En última instancia, es Cristo quien nos une, y Su Palabra y Su Espíritu deben convencernos de dónde no le estamos representando bien.

Se necesita trabajo para que un equipo sea de una sola mente, y cada persona que forma parte de él debe trabajar con las demás para lograr el objetivo del equipo. Los creyentes están llamados a ser un solo cuerpo y una sola familia en Cristo. Nuestra unidad en Cristo transformará la forma en que nos tratamos unos a otros y nos ayudará en nuestra misión de glorificar a Dios y reflejarlo al mundo que nos rodea.

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