Pregunta: "En la fe cristiana, ¿qué temas realmente vale la pena debatir?"
Respuesta:
Entre las muchas denominaciones y divisiones de la fe cristiana surgen debates. Hay desacuerdos sobre la organización de la iglesia, el creacionismo de seis días, el modo de bautismo y la escatología. Hay diferencias de opinión sobre el consumo de alcohol de forma social, los dones del Espíritu y qué es lo que hace que la ropa sea "modesta". Algunos de estos temas son más importantes que otros, y para evitar enfrentamientos y divisiones innecesarias es bueno distinguir entre lo que vale la pena debatir y lo que no.
La Biblia es clara al decir que hay cosas por las que vale la pena luchar. Por definición, la verdad se distingue de la falsedad. Debemos oponernos a los falsos maestros y contender "ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos" (Judas 1:3). Asuntos que introducen "otro evangelio" -un mensaje de salvación distinto al que enseña la Biblia- deben ser denunciados (Gálatas 1:7; 2 Corintios 11:4). Las revelaciones, los escritos o las opiniones que se presentan como infalibles o a la par de la Biblia se deben rechazar como herejía (Apocalipsis 22:18; Jeremías 14:14). También debemos derribar "argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo" (2 Corintios 10:5). No comprometemos la Palabra de Dios ni debilitamos el mensaje del Evangelio. Si se trata de un asunto de salvación o de vida santa, debemos adoptar una postura firme. Los demás asuntos se pueden manejar de manera diferente. Primera Timoteo 1:4 instruye a los cristianos para que no "presten atención a fábulas y genealogías interminables, que acarrean disputas más bien que edificación de Dios que es por fe". Por eso, la Biblia nos da algunas pautas sobre lo que merece la pena debatir y lo que conviene no discutir.
¿Merece la pena debatir el tema de la resurrección de Cristo? Sí. La resurrección es fundamental para el evangelio. Mientras el debate sea cordial y tenga como objetivo presentar la verdad de la Palabra de Dios, la resurrección puede y debe ser defendida. ¿Y el asunto de la seguridad eterna? Sí, vale la pena debatir, hasta cierto punto. El punto de vista de una persona sobre la seguridad eterna es importante y está relacionado con su punto de vista sobre la salvación y la gracia de Dios. Por otra parte, si el debate se convierte en polémica o amenaza con separar a los hermanos en Cristo, probablemente sea mejor dejar el debate a un lado a causa del amor. ¿Vale la pena debatir sobre el número de ángeles que pueden bailar en la cabeza de un alfiler? Probablemente no.
Ten en cuenta que hay una gran diferencia entre un debate amistoso y una intensa guerra de palabras. La agresión verbal, la calumnia, la acusación y expresiones malintencionadas no tienen cabida en el cuerpo de Cristo (Colosenses 3:8; 1 Pedro 2:1; Efesios 4:31). ¿Qué deben pensar los incrédulos cuando ven que los cristianos se atacan verbalmente por pequeñas diferencias doctrinales? Efesios 4:29 dice: "Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes" Así pues, en nuestra consideración de este tema, debemos descartar los insultos y las calumnias que tristemente tipifican algunos debates cristianos.
Segunda Timoteo 2:15-16 contiene esta instrucción: "Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad. Mas evita profanas y vanas palabrerías, porque conducirán más y más a la impiedad". Debemos estudiar la Palabra de Dios por nosotros mismos, no sólo hablar de ella o aceptar la opinión de otra persona sobre lo que dice. Sólo porque un expositor sea famoso o popular no significa que sea preciso. Dios nos ha dado Su Palabra, y espera que la usemos. Un ejemplo de esta clase de diligencia espiritual se encuentra en Hechos 17:10-12. Los de Berea escucharon el evangelio que predicaban Pablo y Silas "escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así". No se limitaron a tomar la palabra de Pablo, sino que compararon todo con la Palabra de Dios. Sólo cuando encontraron que su evangelio estaba respaldado por las Escrituras, estuvieron dispuestos a ser enseñados por él.
Cuando creemos que alguien está en un error doctrinal, podemos señalarlo con humildad y respeto. Pero tenemos que recordar que otros con igual reverencia por la Palabra de Dios pueden hacer una interpretación diferente. Este tipo de discusión es saludable si se aborda con la actitud correcta y un espíritu enseñable. Aprendemos mucho de las opiniones de los demás e incluso podemos cambiar nuestro punto de vista cuando se nos presenta una nueva perspectiva. Algunos temas han desafiado a los creyentes sinceros desde la iglesia primitiva. El debate respetuoso sobre temas importantes es beneficioso para todos los involucrados, si se hace en el espíritu de Cristo, sin ego ni intereses personales. Colosenses 4:6 da instrucciones claras sobre cómo debemos comportarnos en los debates: "Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno".
Jesús quiere que Sus hijos "sean uno". En su apasionada oración al Padre, justo antes de Su crucifixión, se revela su profundo deseo por nosotros: "Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste" (Juan 17:20-21).
Podemos "estar de acuerdo para estar en desacuerdo" en cuestiones que no implican la salvación o la vida piadosa. Nuestro objetivo final no debe ser demostrar nuestro punto de vista, sino modelar el tipo de amor y aceptación que Jesús mostró a Sus discípulos (Juan 13:34-35). Ningún ser humano tiene todas las respuestas en todos los temas. Nuestra meta debe ser sumergirnos en la Palabra de Dios para reconocer el error cuando lo escuchemos. Pero también debemos proponernos tratar todos los temas no esenciales con un espíritu enseñable para poder cumplir de la mejor manera el deseo de Dios de que haya unidad en Su iglesia (1 Juan 4:12). En palabras del teólogo del siglo XVII Rupertus Meldenius, "En lo esencial, unidad; en lo no esencial, diversidad; en todo, amabilidad".