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Pregunta: ¿Qué significa "destrucción de fortalezas" en 2 Corintios 10:4?

Respuesta:
Los falsos maestros estaban causando estragos en la iglesia que Pablo había fundado en Corinto. Estos engañadores estaban provocando división, haciendo que muchos se resistieran a la autoridad de Pablo. En 2 Corintios 10, Pablo desafió a estos rebeldes, incluyendo a los falsos maestros, y reforzó su ministerio apostólico. Como parte de su defensa, Pablo declaró: "porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas" (2 Corintios 10:4). En este contexto, derribar fortalezas se refiere a derribar muros de resistencia en la mente de las personas, en particular la forma en que los corintios rebeldes pensaban sobre Pablo y la naturaleza de su apostolado.

Pablo se dio cuenta de que la batalla a la que se enfrentaba en Corinto era una guerra espiritual. Había fundado la iglesia con "la mansedumbre y ternura de Cristo" (2 Corintios 10:1). No se había enseñoreado de la gente, tratando de impresionarla con una personalidad avasalladora o con dotes oratorias. Por el contrario, Pablo había actuado con la mansedumbre de Cristo (Mateo 11:29). Su poder residía en el Evangelio que predicaba (Romanos 1:16), no en sí mismo.

Pablo dependía de armas de guerra espirituales que tenían el poder de Dios para derribar fortalezas. No confiaba en la estrategia y la sabiduría humanas, sino en el poder que le suministraba el Señor. Pablo sabía que su lucha no era contra enemigos de carne y hueso, sino contra "los gobernadores de las tinieblas de este siglo" y las "huestes espirituales de maldad" (Efesios 6:12).

Debido a la actitud humilde de Pablo, los falsos maestros lo juzgaron por su presencia externa, encontrándolo "humilde" y "poco impresionante" (2 Corintios 10:1, 10). Pasaron completamente por alto el poder divino que dotaba su ministerio. Evaluaron el ministerio de Pablo "según la carne" (2 Corintios 10:3) y no según el Espíritu de Dios.

Los cristianos no pueden librar batallas espirituales con armas de la carne. La única manera de participar con éxito en la guerra espiritual es abandonar los métodos carnales y las actitudes mundanas y seguir el mandato del Señor. Una ilustración del Antiguo Testamento de "derribar fortalezas" se encuentra en la batalla de Jericó.

Los muros de Jericó son como los muros de resistencia en las mentes de las personas rebeldes, y hay que derribarlos. Cuando el pueblo de Dios, en los días de Josué, por fe, siguió la Palabra de Dios y obedeció Sus mandamientos, los muros de Jericó cayeron (Josué 6:1-27). La batalla fue del Señor, librada a Su manera y según Sus instrucciones. Humanamente hablando, todo el episodio parecía absurdo, pero "lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte" (1 Corintios 1:27). Las enormes murallas de Jericó se derrumbaron en un instante por la poderosa mano de Dios. Del mismo modo, mediante la obediencia fiel a los mandamientos de Dios, los cristianos derriban fortalezas espirituales.

Los pensamientos contrarios a la verdad de la Palabra de Dios son como un muro mental de resistencia: una fortaleza. Pablo enfrentó esta fortaleza en la iglesia de Corinto. El orgullo y el intelectualismo habían exaltado su pensamiento y los habían cegado a la verdad. El "mensaje de la cruz" se había convertido en necedad para estos rebeldes espirituales, pero Pablo sabía que contenía el poder de Dios (1 Corintios 1:18). El enfoque del creyente para derribar fortalezas consiste en presentar la verdad de la Palabra de Dios y dejar que el Espíritu Santo modifique los pensamientos, las actitudes del corazón y las percepciones de la otra persona (Hebreos 4:12).

La actitud amable y humilde de Pablo estableció una poderosa arma espiritual contra la postura orgullosa de su oposición. El orgullo, según revelan las Escrituras, es la actitud predominante de Satanás y su principal trampa (Isaías 14:13-14; Ezequiel 28:2, 17). Dios se opone a los soberbios y favorece a los humildes (Santiago 4:6-7, 10; 1 Pedro 5:5-6; Salmo 149:4; Proverbios 18:12). El Señor rescata a los humildes, pero derriba a los altivos (2 Samuel 22:28).

La Biblia menciona varias armas para derribar fortalezas y librar una guerra espiritual. Entre ellas están la Palabra de Dios, la oración, las demostraciones de amor y humildad, la armadura de Dios y el poder del Espíritu de Dios obrando en nuestras vidas. Pero la clave, como Pablo demostró a los corintios, es confiar en el poder divino de Dios y no en el nuestro.

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