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Pregunta: ¿Es bíblica la dieta paleo?

Respuesta:
La dieta paleolítica (o paleo) debe su nombre a la era paleolítica y a los supuestos hábitos alimentarios de quienes vivieron en esa época. Las dietas paleo también se denominan dietas de la Edad de Piedra, dietas de cazadores-recolectores y dietas cavernícolas. La dieta paleo se diseñó partiendo de la idea de que la forma más saludable de vivir es comer únicamente los alimentos que suponemos que se consumían en la era paleolítica o "cavernícola": pescado, carne, huevos, frutos secos, verduras de hoja verde, etc. Todos los grupos de alimentos asociados a la agricultura o el procesamiento, como azúcares, panes, alcohol y productos lácteos, están excluidos de la dieta paleo.

La dieta paleo surgió en la década de 1970 a partir del trabajo del gastroenterólogo Walter Voegtlin y se consideró una forma de mejorar la salud. Las ideas de Voegtlin se desarrollaron y promovieron por Stanley Boyd Eaton y Melvin Konner, y se popularizaron en 2002 con el libro La dieta paleo, de Loren Cordain. Otros expertos en dietética discrepan de los supuestos beneficios para la salud de la dieta paleo. Entre los detractores se encuentra Michael Pollan, autor de varios best-sellers sobre alimentación y agricultura, entre ellos Cooked: Una historia natural de la transformación. Dice de los defensores de la dieta paleolítica: "Suponen que las opciones de que disponían nuestros antepasados cavernícolas siguen ahí". Pero, "a menos que estés dispuesto a cazar tu comida, no las tienes". Si la dieta paleo es saludable o no, nuestra pregunta se refiere a cuán bíblica es la dieta paleo.

No hay nada en las Escrituras que ordene a los cristianos del Nuevo Testamento a comer de cierta manera. De hecho, fueron las restricciones dietéticas las que impidieron a los creyentes judíos aceptar inicialmente a los cristianos gentiles dentro de su comunidad. Así que Dios le dio instrucciones específicas a Pedro a través de una visión, registrada en Hechos 10:9-16. En esta visión, el Señor le presentó a Pedro todo tipo de animales prohibidos y le ordenó "matar y comer" (Hechos 10:13). Aunque esta visión pretendía enseñar a Pedro que el mensaje del Evangelio estaba abierto a todas las personas (Hechos 10:34-35), también eliminaba las restricciones dietéticas que Dios había impuesto a Israel mediante la Ley mosaica (Levítico 11; Deuteronomio 14:1-21).

Pablo añade claridad a esta idea en Romanos 14. Explica con detalle la discusión que se estaba produciendo en la Iglesia sobre los alimentos que se consideraban aceptables. Dice: "Porque uno cree que se ha de comer de todo; otro, que es débil, come legumbres. El que come, no menosprecie al que no come, y el que no come, no juzgue al que come; porque Dios le ha recibido" (versículos 2-3). Luego, en el versículo 14, Pablo dice: "Yo sé, y confío en el Señor Jesús, que nada es inmundo en sí mismo; mas para el que piensa que algo es inmundo, para él lo es".

Así que la idea de que una dieta es más bíblica que otra es una falacia. Hay programas dietéticos, como el Plan Daniel, que llevan el nombre de personajes bíblicos, pero eso no significa que esas dietas sean ordenadas por Dios. Al hablar de la preocupación, Jesús hace una observación sobre nuestro enfoque a menudo desequilibrado sobre la comida y la bebida: "Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?" (Mateo 6,25). Por muy fácil que sea obsesionarse con las cosas materiales temporales, nuestro enfoque principal debe estar en las cosas espirituales eternas. Modas como la dieta paleo tienden a distraernos de la perspectiva eterna que es tan importante para el corazón de Dios.

Como cristianos, nuestros cuerpos son el templo del Espíritu Santo (1 Corintios 3:16; 6:19; 2 Corintios 6:16). Debemos cuidarlos para que sirvan eficazmente a los propósitos de Dios (1 Corintios 9:27). Sin embargo, perseguir las dietas de moda en un intento equivocado de hacernos más santos es perseguir el viento. Debemos controlar nuestros cuerpos (Romanos 12:1-2), nuestros apetitos (Proverbios 23:2) y nuestros pensamientos (2 Corintios 10:5). No debemos dejar que nada más que el Espíritu Santo dirija nuestras decisiones de vida (Efesios 5:18). Si Dios dirige a uno de Sus hijos a seguir la dieta paleo, él o ella puede hacerlo con la conciencia tranquila. Ahora bien, nunca debemos suponer que estamos más cerca de Dios por el tipo de alimentos que comemos o dejamos de comer. Como dijo Jesús: "Lo que entra en el cuerpo no es lo que los contamina; ustedes se contaminan por lo que sale de su corazón" (Marcos 7:15, NTV).

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