Respuesta:
Las Escrituras nos dicen que el Padre está en el cielo y el Hijo está a su derecha (Mateo 6:9; 23:9; Romanos 8:34). Pero, ¿dónde está el Espíritu Santo? ¿Podemos asignarle un lugar?
Como Dios, el Espíritu Santo es omnipresente. Al mismo tiempo, está presente de una manera especial en el pueblo de Dios. Según 1 Corintios 6:19-20, el Espíritu Santo mora en cada creyente en Jesucristo. Los cuerpos de los cristianos son Su templo (1 Corintios 3:16).
Sabemos que el Espíritu Santo fue enviado por el Padre. Jesús consoló a Sus seguidores antes de ser crucificado diciendo: "Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho" (Juan 14:26); y, "Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre" (Juan 14:16). La promesa de Jesús se cumplió en Hechos 2, cuando el Espíritu Santo moraba y facultaba a los discípulos en Jerusalén.
El Espíritu Santo no siempre moraba en el pueblo de Dios. El Espíritu Santo sólo aparecía esporádicamente en el Antiguo Testamento. En lugar de habitar en los corazones de las personas como lo haría después del ministerio de Cristo, el Espíritu Santo venía temporalmente sobre ciertos hombres en el Antiguo Testamento para permitirles llevar a cabo el plan de Dios. Vino sobre Moisés y luego sobre los setenta líderes que Moisés eligió para ayudarle (Números 11:16-17, 25). Vino sobre el rey Saúl (1 Samuel 10:6; 19:23). Vino sobre David cuando Samuel lo ungió como el próximo rey (1 Samuel 16:13). Vino sobre Balaam para darle una profecía (Números 24:2).
En el Antiguo Testamento, el Espíritu Santo iba y venía. Después de que la obra de Dios se había cumplido en una ocasión específica, o cuando la gente comenzaba a desobedecer al Señor, el Espíritu se iba. Se fue de Saúl (1 Samuel 16:14). Se apartó de Sansón (Jueces 16:20). Su llenura, presencia empoderadora no era permanente en ningún individuo en aquel tiempo; más bien, el Espíritu "descansaba sobre" o "venía sobre" los individuos que tenían una tarea divina que cumplir. Dios interactuaba de manera diferente con la humanidad antes de la venida de Su Hijo, Jesús (Juan 3:16-18). Cuando Dios tenía un templo terrenal, ese era el lugar donde Su Espíritu moraba entre Su pueblo (Éxodo 25:8; 2 Crónicas 7:16). Pero cuando Jesús murió, el velo del templo se rasgó en dos (Marcos 15:38). Dios inauguró un nuevo "templo" para Su Espíritu: el cuerpo y el alma de cada creyente que recibe a Jesús como Señor y Salvador (Juan 1:12; Romanos 10:9-10).
Debido a que mora en nosotros, el Espíritu Santo nos ayuda a orar (Romanos 8:26). Él nos consuela (Salmo 34:18; 2 Corintios 1:4). Y nos da palabras para decir cuando hablamos en Su nombre (Lucas 12:12). El Espíritu Santo está en todas partes a donde van los creyentes. Esa es una razón por la que los cristianos deben permanecer conscientes de sus acciones y actitudes. Porque Él vive en nosotros, se nos advierte que no le entristezcamos ni le apaguemos (Efesios 4:30; 1 Tesalonicenses 5:19). Lo llevamos con nosotros a donde quiera que vamos, y Él es parte de todo lo que estamos haciendo. Desarrollamos un sano temor al Señor cuando vivimos con la constante conciencia de que el Espíritu Santo está observando y evaluando todo lo que pensamos, decimos y hacemos (Job 28:28; Proverbios 9:10; 16:6).