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Pregunta: ¿Por qué se necesitan dos o tres testigos en Deuteronomio 17:6 y 19:15?

Respuesta:
En el libro del Deuteronomio, Moisés esboza el plan de Dios para la vida espiritual y comunitaria de Israel. Deuteronomio 17:2-13 se centra en el proceso judicial de Israel, estableciendo sistemas para tratar con justicia y respeto a los acusados de delitos. Uno de esos procedimientos consistía en exigir dos o tres testigos para una condena penal: "No condenes a nadie por algún crimen o delito basado en el testimonio de un solo testigo. Los hechos del caso deben ser establecidos por el testimonio de dos o tres testigos" (Deuteronomio 19:15, NTV; ver también Números 35:30).

Uno de los aspectos de adorar al Señor es comprender que Sus leyes se dan para salvaguardar a Su pueblo, no como castigos. Dios estableció reglas de justicia para prevenir el trato injusto, arbitrario, erróneo o deshonesto de un individuo. Estos requisitos judiciales se conocen como debido proceso procesal y debido proceso sustantivo.

Los israelitas que quebrantaban la ley, cometiendo el mal a los ojos del Señor, estaban sujetos a penas severas, pero no sin una cuidadosa investigación por parte de los líderes de la comunidad. Una persona tenía que ser declarada culpable de un crimen a través de un examen y el debido proceso antes de que se pudiera aplicar una pena. Bajo ninguna circunstancia podía decidirse un asunto que mereciera la pena de muerte por el testimonio de un solo testigo: "Por dicho de dos o de tres testigos morirá el que hubiere de morir; no morirá por el dicho de un solo testigo" (Deuteronomio 17:6).

La ley que exige dos o tres testigos aparece en 1 Reyes 21, cuando la reina Jezabel urdió un malvado complot para robar una viña para su marido, el rey Acab. Declaró un día festivo e invitó a Nabot, el dueño de la viña, a sentarse en un lugar de honor. Todo el tiempo, entre bastidores, estaba orquestando la muerte de Nabot: "y poned a dos hombres perversos delante de él, que atestigüen contra él y digan: Tú has blasfemado a Dios y al rey. Y entonces sacadlo, y apedreadlo para que muera" (1 Reyes 21:10). Su asesinato de Nabot tuvo todas las apariencias del debido proceso: se aseguró de que hubiera dos testigos contra él, tal como especificaba la ley. El hecho de que Jezabel pisoteara la ley, mientras fingía honrarla, muestra la profundidad de su corrupción.

Una sola persona puede salirse con la suya acusando falsamente a alguien de un crimen, pero es mucho más difícil que varios testigos conspiren para pervertir la justicia. Además, una persona puede interpretar erróneamente un acto como delictivo, pero es mucho menos probable que dos o tres testigos se equivoquen. Por este motivo, la ley exige que las acusaciones sean probadas y atestiguadas por al menos dos testigos presenciales.

Una salvaguarda adicional contra la condena falsa de alguien por un delito era que los propios testigos eran los responsables de iniciar la pena: "La mano de los testigos caerá primero sobre él para matarlo, y después la mano de todo el pueblo; así quitarás el mal de en medio de ti" (Deuteronomio 17:7). Toda la comunidad se unía para administrar justicia, lo que atestiguaba el carácter corporativo de la familia del pacto. El mal, el crimen y su castigo afectaban a toda la comunidad. Si un israelita pecaba contra Dios, todos eran responsables de un modo u otro. A todos les interesaba eliminar el mal de entre ellos.

El propósito principal de Dios al implementar procedimientos judiciales era mantener la pureza en la comunidad del pacto. Pero otra clara intención era provocar el arrepentimiento y la restauración del criminal. La naturaleza de Dios es compasiva y misericordiosa. Perdona la rebelión y el pecado, pero no excusa al culpable (Éxodo 34:6-7).

El principio de más de un testigo se repite en el Nuevo Testamento. La ley judía reconocía que la verdad o validez de las afirmaciones de alguien debían ser establecidas por dos o tres testigos (Juan 8:17; Mateo 18:16; 2 Corintios 13:1). En la Iglesia, una acusación contra un anciano o líder requiere dos o tres testigos antes de que se tomen medidas (1 Timoteo 5:19).

Mientras Jesús ejercía Su ministerio, los líderes religiosos cuestionaron la veracidad de Sus afirmaciones. En su propia defensa, Cristo no presentó dos o tres testigos, sino cinco: Juan el Bautista, Sus propios milagros, el Padre, las Escrituras y Moisés (Juan 5:31-47).

"La ley del Señor es perfecta, que restaura el alma" (Salmo 19:7, NBLA). Parte de la perfección de la ley de Dios se ve en su preservación de la justicia y las protecciones que otorgaba a los acusados de crímenes.

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