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Pregunta: ¿Qué significa que el mundo pasa (1 Juan 2:17)?

Respuesta:
El apóstol Juan recuerda a los creyentes que no deben apegarse demasiado a este mundo: "No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre" (1 Juan 2: 15-17).

La Biblia no deja lugar a dudas: este mundo no durará para siempre. Es pasajero. La vida, tal como la conocemos aquí en la tierra, solo es temporal. Somos "extranjeros y advenedizos" de paso (ver Hebreos 11:13). Por esta razón, el apóstol Pablo exhorta a los cristianos a "los que disfrutan de este mundo, como si no lo disfrutasen; porque la apariencia de este mundo se pasa" (1 Corintios 7:31).

En 1 Juan 2:17 y 1 Corintios 7:31, los verbos griegos traducidos como "pasar" son formas de paragō, que significa "dejar de existir; desvanecerse". El profeta Isaías también predijo la desaparición de los cielos y la tierra: "Y todo el ejército de los cielos se disolverá, y se enrollarán los cielos como un libro; y caerá todo su ejército, como se cae la hoja de la parra, y como se cae la de la higuera" (Isaías 34:4; ver también Isaías 51:6). El apóstol Pedro también se fijó en esta realidad futura: "Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia" (2 Pedro 3:13).

El "mundo" de 1 Juan 2:17 se refiere al sistema impío de civilización humana, actividad, valores, creencias y moral que está en rebelión contra Dios (ver 1 Juan 5:19). Representa todo lo que aleja a las personas de Dios y les impide amarle y obedecerle. Juan estaba esperando el final de esta era presente, cuando el sistema mundial opresivamente malvado llegaría a su fin. Jesús dijo: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mateo 24:35; ver también Mateo 5:18). Mediante Su sacrificio por nuestros pecados en la cruz, el Señor Jesús mismo prometió "librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre" (Gálatas 1:4).

Dado que el mundo es pasajero, debemos mantener una perspectiva eterna, dedicando nuestro tiempo y energía a vivir para el reino de Dios y Sus propósitos. Las únicas cosas de este mundo que perdurarán en la eternidad son las personas que están unidas a la voluntad de Dios y no a la suya propia (1 Juan 2:17). Por lo tanto, debemos construir nuestras vidas sobre la base sólida e inquebrantable de la Palabra de Dios (Mateo 7:24-27). Buscamos "el Reino de Dios y su justicia" en lugar de preocuparnos por todas las cosas (por ejemplo, comida y ropa) que necesitamos en este mundo (Mateo 6:33). En lugar de obsesionarnos con la adquisición de dinero y posesiones, "[guardamos nuestros] tesoros en el cielo, donde las polillas y el óxido no pueden destruir, y los ladrones no entran a robar" (Mateo 6:19-20, NTV).

Porque el mundo pasa, "quitémonos todo peso que nos impida correr, especialmente el pecado que tan fácilmente nos hace tropezar", "corramos con perseverancia la carrera que Dios nos ha puesto por delante. Esto lo hacemos al fijar la mirada en Jesús, el campeón que inicia y perfecciona nuestra fe. Debido al gozo que le esperaba, Jesús soportó la cruz, sin importarle la vergüenza que esta representaba. Ahora está sentado en el lugar de honor, junto al trono de Dios" (Hebreos 12:1-2, NTV).

Jesús es nuestro mejor representante para vivir en el mundo con una perspectiva eterna. Cristo amó tanto a la gente del mundo que dejó el cielo para venir a vivir entre los pecadores y dar Su vida para salvarlos (Juan 3:16; Romanos 5:8; 1 Juan 4:10). Pero no amaba sus actitudes y comportamientos pecaminosos (ver 1 Juan 2:15; Juan 15:18-25; Romanos 12:2; Santiago 4:4).

Saber que este mundo es pasajero inspiró a Pablo a vivir con la mirada fija en la realidad invisible pero eterna del cielo. Aunque fue perseguido, abandonado, estuvo en peligro y sufrió grandes dificultades, nunca dejó de servir a Jesús, de predicar el amor de Cristo y de vivir para la gloria de Dios (ver 2 Corintios 4:7-18).

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