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Pregunta: ¿Cómo puedo encomendar mi causa ante el Señor (Jeremías 20:12)?

Respuesta:
Jeremías tuvo un ministerio difícil y fue perseguido duramente por hacer lo que Dios le había enviado a hacer. En Jeremías 20 encontramos un episodio en el que Jeremías es golpeado y arrestado. En ese contexto, Jeremías encomienda su causa ante el Señor (Jeremías 20:12).

Mientras Jeremías presentaba el mensaje del inminente juicio de Dios sobre el pueblo de Judá (Jeremías 19), un sumo sacerdote llamado Pasur hizo golpear a Jeremías y lo puso en el cepo no lejos del templo (Jeremías 20:1-2). Después de ser liberado, Jeremías profetizó que Dios juzgaría a Pasur por rechazar la Palabra de Dios y por las falsas profecías del propio Pasur (Jeremías 20:3-6). Después de eso, leemos acerca de la frustración de Jeremías con Dios y cómo llega a decir: "a ti he encomendado mi causa" (Jeremías 20:12).

Después de sufrir malos tratos a manos del funcionario del templo, Jeremías grita que se siente engañado por Dios (Jeremías 20:7). Jeremías presentó la Palabra de Dios al pueblo, pero, en lugar de responder con sumisión y respeto, el pueblo trató mal a Jeremías. Es un hazmerreír del que todo el mundo se burla constantemente (Jeremías 20:7-8). Jeremías también parece profundamente frustrado por tener que llevar constantemente al pueblo malas noticias sobre el juicio venidero -violencia y destrucción- y que el pueblo reciba esos mensajes con reproche y burla hacia Jeremías (Jeremías 20:8). Sin embargo, a pesar de la dificultad de ser el mensajero de Dios, Jeremías no puede apartarse, ya que la Palabra de Dios (el mensaje de Jeremías hablado en nombre de Dios) era como un fuego dentro de él, y no podía callarse (Jeremías 20:9).

Como Jeremías proclamaba constantemente el juicio de Dios ("temor de todas partes", Jeremías 20:10), el pueblo denunció a Jeremías. Incluso sus amigos esperaban que cayera, con la esperanza de que simplemente estuviera siendo engañado para poder rechazarlo como falso profeta (Jeremías 20:10). En lugar de recibir las palabras de Jeremías como un mensaje de Dios, querían hacerle daño. El profeta lleva el asunto a Dios, para defender su causa ante el Señor, y espera la vindicación del cielo: "Permíteme ver tu venganza contra ellos, porque a ti he encomendado mi causa" (Jeremías 20:12, NTV).

A pesar del constante rechazo que sentía Jeremías, no quiso rendirse. Reconocía que Dios estaba con él como un paladín temible o un valiente que infunde terror (Jeremías 20:11a). Jeremías sabía que, porque Dios estaba con él, sus enemigos no prevalecerían sobre él y un día se avergonzarían y caerían en desgracia (Jeremías 20:11b). Jeremías sabía que Dios determinaba si alguien era justo, y era Dios quien podía ver lo que había en la mente y el corazón (Jeremías 20:12a). Jeremías confiaba en que Dios sabía lo que había en la mente y el corazón de Jeremías, que estaba siendo fiel a la tarea que Dios le había encomendado. Mientras todos se resistían a Jeremías por el mensaje que presentaba, Jeremías pide a Dios que se vengue de ellos, pues habían rechazado a Dios y perseguido a Jeremías. Jeremías agrega que ha encomendado su causa ante el Señor (Jeremías 20:12). Después, Jeremías recuerda a la gente que Dios es digno de alabanza. Jeremías irrumpe en un canto, alabando a Aquel que libra el alma del necesitado de las manos de los que hacen el mal (Jeremías 20:13). Mientras espera que Dios se muestre fiel, Jeremías lamenta el día de su nacimiento, por haber visto tanto dolor en su vida (Jeremías 20:14-18).

Jeremías nos da un ejemplo importante de que servir a Dios no siempre es fácil. A veces, la obediencia puede ser de lo más difícil y dolorosa. Pero incluso en medio de las dificultades que ponen en peligro su vida, Jeremías reconoce que puede encomendar su causa ante el Señor (Jeremías 20:12). Jeremías nos muestra que, aunque nos enfrentemos a grandes dificultades, podemos llevar nuestra preocupación ante el Señor, confiando en Sus promesas y en que Él hará justicia a Su debido tiempo.

Más tarde, incluso después de ver la destrucción que había profetizado, Jeremías escribió que tenía esperanza porque la misericordia de Dios es eterna. La compasión de Dios nunca falla, y su fidelidad es grande (Lamentaciones 3:21-23). Jeremías comprendió que, aunque la gente lo rechazara, su valor y su vida misma se encontraban en Dios (Lamentaciones 3:24). Si encomendamos nuestra causa ante Dios como lo hizo Jeremías, si sacamos las mismas conclusiones que Jeremías, tendremos la misma esperanza, porque Su misericordia y compasión son eternas. Las misericordias de Dios son para siempre.

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