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Pregunta: ¿Cómo podemos entrar "por sus puertas con acción de gracias" (Salmo 100:4)?

Respuesta:
En el antiguo Israel, cuando el pueblo de Dios se reunía en el templo para adorar al Señor, comenzaban cantando este salmo: "Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con alabanza. Alabadle, bendecid su nombre" (Salmo 100:4). El salmista abrió su estribillo invitando a sus compañeros de culto a compartir su emoción y gozoso regocijo: "Aclamen con júbilo al Señor, toda la tierra. Sirvan al Señor con alegría; Vengan ante Él con cánticos de júbilo" (versículos 1-2, NBLA).

En su conjunto, los salmos se centran en Dios mucho más que en las experiencias humanas. Quizá mejor que cualquier otra porción de las Escrituras, los Salmos nos guían en la adoración y nos enseñan cómo alabar al Señor. A través de los salmos, los creyentes pueden acercarse y encontrarse con el Señor de una manera extraordinario.

"Entrad por sus puertas" es sinónimo de llegar a la presencia del Señor. Como señala un comentarista, entrar en la presencia de Dios es, en sí mismo, "el primer y fundamental acto humano que constituye el culto... El Salmo 100 inicia la adoración y establece una teología de la adoración" (Mays, J. L., Psalms, John Knox Press, 1994, p. 317 − Solo disponible en inglés).

El Salmo 100 nos enseña a comenzar nuestros encuentros con Dios dando gracias sinceras y alabando con entusiasmo. Nos llama a deleitarnos en la presencia de Dios, a celebrar, gritar, adorar con alegría y cantar de gozo.

¿Por qué? Porque el Señor es Dios. La respuesta indiscutible aparece en el Salmo 100:3: "Sepan que Él, el Señor, es Dios; Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos" (NBLA). Entramos en Sus puertas, en Su presencia, reconociendo que solo Él es Dios. Nuestra acción de gracias encuentra su fundamento y su fuente en nuestra relación íntima y personal con el Dios del universo. Él es la fuente de nuestras vidas y el núcleo de nuestro ser. Él nos hizo y a Él pertenecemos: "Pueblo Suyo somos y ovejas de Su prado" (Salmo 100:3, NBLA). Como nuestro Buen Pastor, Él nos guía, nos cuida individualmente, atiende nuestras necesidades y nos protege.

"Porque el Señor es bueno", continúa el salmista, "para siempre es Su misericordia, y Su fidelidad por todas las generaciones" (Salmo 100:5, NBLA). La acción de gracias que encuentra su fuente en una convicción profunda y personal de la extrema bondad de Dios, de Su amor perdurable y de Su fidelidad eterna, nos llevará directamente a la sala de Su trono.

Nuestro conocimiento permanente e íntimo de Dios nos permite "[estar] agradecidos en toda circunstancia, pues esta es la voluntad de Dios" para los que pertenecen a Cristo Jesús (1 Tesalonicenses 5:18, NTV). Además de conocerle, saber quiénes somos en Él—hijos de Dios (1 Juan 3:1), ovejas de Su rebaño (Juan 10:14), miembros de Su familia (Juan 1:12-13) y herederos de Su reino (Romanos 8:17)—nos empuja directamente a Sus puertas con acción de gracias.

Según el salmista, podemos entrar en Sus puertas con acción de gracias "[sirviendo] al Señor con alegría" (Salmo 100:2, NBLA; ver también 1 Pedro 4:8-11). El apóstol Pablo expresó su gratitud en el servicio: "Le doy gracias a Cristo Jesús nuestro Señor, quien me ha dado fuerzas para llevar a cabo su obra. Él me consideró digno de confianza y me designó para servirlo" (1 Timoteo 1:12, NTV).

¿De qué otra manera podemos entrar en Sus puertas con acción de gracias? Podemos pensar en todas las formas en que Dios nos ha bendecido, salvado, transformado y respondido a nuestras oraciones. Podemos darle las gracias con nuestras propias palabras. Según el salmista, podemos incluso gritar nuestro agradecimiento si queremos.

Podemos entrar por Sus puertas con acción de gracias cantando alegres canciones de adoración. Podemos entrar en sus puertas con acción de gracias recordando versículos bíblicos como el Salmo 106:1: "¡Aleluya! Den gracias al Señor, porque es bueno; Porque para siempre es Su misericordia" (NBLA). Podemos alzar la voz y exclamar: "Bendice, alma mía, al Señor, y bendiga todo mi ser Su santo nombre". (Salmo 103:1, NBLA). No tenemos que esperar. Podemos bendecir al Señor en todo momento. Su alabanza puede estar de continuo en nuestra boca (Salmo 34:1).

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