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Pregunta: ¿En qué sentido es la fe la victoria que vence al mundo (1 Juan 5:4)??

Respuesta:
La idea de que los cristianos son vencedores es un tema presente en todos los escritos del apóstol Juan. En 1 Juan 2:13-14 menciona a los creyentes como vencedores del diablo o el "maligno". En el Apocalipsis, Juan se refiere varias veces a los creyentes como conquistadores victoriosos (Apocalipsis 2:7, 11, 17, 26; 3:5, 12, 21). El apóstol no quiere decir que solo algunos "supercristianos" sean vencedores, sino que todo verdadero creyente es un vencedor porque ha nacido de Dios: "Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?" (1 Juan 5:4-5).

Juan afirma que "nuestra fe" es la victoria que vence al mundo. Los términos griegos originales traducidos como "nuestra fe" en 1 Juan 5:4 se refieren a poner nuestra confianza en la obra salvadora de Jesucristo o creer en el mensaje del Evangelio. Todo aquel que cree en Jesús para salvación y confía en la obra expiatoria de Cristo en la cruz—Su muerte y resurrección—comparte Su victoria sobre el pecado (Hebreos 2:18; 4:15), la muerte (Hechos 2:24) y las fuerzas del mal que actúan en el mundo (1 Juan 3:8; Colosenses 2:15; Hebreos 2:14). Por la fe, creemos en Jesucristo y nacemos de Dios (Gálatas 2:16). Por la fe, rendimos nuestra voluntad a la Suya. Nuestra fe es la clave de la victoria. La única manera de vencer al mundo es mediante la fe en Jesucristo, el Hijo de Dios.

En el momento de la salvación, los cristianos están "escondidos con Cristo en Dios" por obra del Espíritu Santo, que bautiza a todos los creyentes en un solo cuerpo: el cuerpo de Cristo (1 Corintios 12:12-13). Estamos "en Cristo" y Él está "en nosotros" (Colosenses 1:27). Juan explica que somos vencedores porque, como hijos de Dios, Su Espíritu vive en nosotros: "Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo" (1 Juan 4:4).

Jesús dijo: "En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo" (Juan 16:33). Los cristianos seguiremos luchando contra el pecado y las tinieblas porque vivimos en un mundo caído. Juan deja claro que la vida aquí en la tierra puede ser un reto: "Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre" (1 Juan 2:16-17).

Jesús nos garantiza que nuestra salvación está asegurada (Juan 3:15-16; 10:28). El Espíritu Santo garantiza que pertenecemos a Dios y nos sella para el "día de la redención" (Efesios 4:30). Pero mientras tanto, debemos vivir "en la fe en el Hijo de Dios", que nos ama y dio Su vida por nosotros (Gálatas 2:20). Solo entonces podremos exclamar, como Pablo: "Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo" (1 Corintios 15:57).

Podemos obtener fuerza y aliento de las Escrituras, sabiendo que la victoria final y eterna ya se ha logrado en Jesús. La victoria se ha logrado—en tiempo pasado—mediante nuestra unión con Cristo y nuestra identificación con Él. Pero seguimos venciendo a este mundo en nuestras experiencias de la vida diaria caminando en la fe en Jesucristo, confiando en que el "amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro" estará con nosotros y nos llevará a través de cualquier "tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada... en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó" (Romanos 8:35-39). Triunfamos en cualquier situación, "así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad", gracias a Cristo, que nos da fuerza (Filipenses 4:12).

Nuestra fe, explica Pablo, es una pieza protectora de la armadura espiritual en esta vida: "Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno" (Efesios 6:16). Ninguna fuerza del mal, ninguna arma de las tinieblas puede vencer a la persona que confía en Cristo. Al contrario, nuestra fe en Jesús es la victoria que vence al mundo.

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