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Pregunta: ¿Cuál fue el mensaje de Jesús a la iglesia de Laodicea en el Apocalipsis?

Respuesta:
La séptima y última carta a las iglesias de la antigua Asia Menor se dirige a la iglesia de la ciudad de Laodicea. Este último mensaje se encuentra en Apocalipsis 3:14-22. Laodicea era una ciudad rica e industriosa de la provincia de Frigia, en el valle del Lico.

El mensaje es del Señor Jesucristo a través de un ángel o mensajero (probablemente una referencia al pastor de la iglesia): "escribe al ángel de la iglesia en Laodicea..." (Apocalipsis 3:14). No se trataba simplemente del mensaje de Juan a los de Laodicea; era un mensaje del Señor. Jesús se identifica así: "el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios". Estos títulos enfatizan la fidelidad, soberanía y poder del Señor para hacer que todas las cosas se realicen como corresponde (el "Amén").

En contraste con las otras seis iglesias, la iglesia de Laodicea no tiene nada digno de admiración. Jesús comienza el mensaje con condenación: "Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo" (Apocalipsis 3:15-17). Jesús enfatiza tres veces Su naturaleza "tibia" y apática. Como resultado de su ambivalencia hacia las cosas espirituales, Jesús no tendría nada que ver con ellos. Los "vomitaría", como la gente de Laodicea escupía el agua tibia que fluía de los acueductos subterráneos a su ciudad. Con su apatía vino una ceguera espiritual; pretendían ser ricos, bendecidos y autosuficientes. Tal vez eran ricos en cosas materiales. Pero, espiritualmente, los de Laodicea estaban en una condición miserable y lastimosa, peor aún porque no podían ver su necesidad. Era una iglesia llena de hipócritas que se engañaban a sí mismos.

Jesús llama a la iglesia de Laodicea a arrepentirse de su pecado: "Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas" (Apocalipsis 3:18). Sus riquezas materiales no tenían ningún beneficio eterno, por lo que Jesús les ordena que acudan a Él en busca de las verdaderas riquezas espirituales (ver Isaías 55:1-2). Solo Cristo nos puede dar una herencia eterna, vestirnos de justicia y sanar nuestra ceguera espiritual.

Jesús señala entonces Su preocupación por Su iglesia en Laodicea: "Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete. He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo" (Apocalipsis 3:19-20). Su reprensión no nace del rencor, sino de amor. "Porque el Señor al que ama, disciplina" (Hebreos 12:6). La respuesta deseada a la reprensión de Dios era un cambio ferviente y un verdadero arrepentimiento.

El versículo 20 se utiliza a menudo como un llamado evangelístico, aunque su contexto original comunica el deseo de Cristo de tener comunión con Su tibia iglesia de Laodicea. La iglesia es aparentemente cristiana, pero Cristo mismo se ha quedado fuera. En lugar de darles la espalda, llama a la puerta, buscando a alguien que reconozca la necesidad de la iglesia y le abra la puerta. Si se arrepintieran, Jesús entraría y ocuparía el lugar que le corresponde en la iglesia. Compartiría una comida con ellos, un acto que, en la cultura de Oriente Medio, simboliza la cercanía y profundidad de la relación.

Jesús hace entonces una promesa a los creyentes de Laodicea: "Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono" (Apocalipsis 3:21). "Al que venciere" se refiere a cualquier creyente, y la promesa es que compartirá el futuro reino de Cristo.

En resumen, la iglesia de Laodicea se había vuelto apática en su amor por Cristo. Estaban permitiendo que "el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, [entraran y ahogaran] la palabra, y se hace infructuosa" (Marcos 4:19). Cristo los llamó a arrepentirse y a vivir celosamente para Él, a elegir "hoy mismo a quién servirás" (Josué 24:15). El Señor Jesús hace el mismo llamado a quienes hoy dicen seguirlo.

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