Pregunta: ¿Qué significa "todo lo que es de buen nombre" (Filipenses 4:8)?
Respuesta:
El apóstol Pablo concluye su carta a la iglesia de Filipos con un consejo sumamente valioso (ver Filipenses 4:4-9). Presenta un plan de dos pasos para hacer frente a la ansiedad y la preocupación y proteger nuestros corazones y mentes con la paz de Dios. El primer paso es la oración. Debemos llevar cada temor, duda y preocupación al Señor, decirle lo que necesitamos y darle las gracias por todo lo que ha hecho (versículos 6-7). El segundo paso es elevar nuestros pensamientos: "Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad" (Filipenses 4:8).
Pablo reconoció la influencia directa que tienen nuestros pensamientos en nuestro bienestar espiritual. Entre las virtudes que prescribió para pensar correctamente está la instrucción de meditar en las cosas "de buen nombre". En otras traducciones de la Biblia, el adjetivo original aquí se traduce como "honorable" (NBLA) y "admirable" (NTV).
Meditar en las cosas que son de buen nombre implica llenar nuestra mente de pensamientos loables. Para los creyentes, esto incluye pensar en cosas positivas, comportamientos, actitudes y acciones que podemos llevar a cabo para proteger nuestra reputación, desarrollar nuestra integridad y obtener un buen testimonio de la familia, los amigos y otras personas de nuestra comunidad. Podríamos reflexionar sobre esta pregunta ¿Cómo puedo construir un carácter piadoso en mi vida y reflejar la bondad y la gloria del Señor a los demás? Un comentarista sugiere que pensar en algo de buen nombre significa centrarse en "lo que es amable y probablemente gane a la gente, y evitar lo que probablemente ofenda" (O'Brien, P. T., The Epistle to the Philippians: A Commentary on the Greek Text, New International Greek Testament Commentary, Eerdmans, 1991, p. 505).
Con frecuencia, Pablo meditaba sobre cosas de buen nombre: "Tengo la plena seguridad y la esperanza de que jamás seré avergonzado, sino que seguiré actuando con valor por Cristo, como lo he hecho en el pasado. Y confío en que mi vida dará honor a Cristo, sea que yo viva o muera. Pues, para mí, vivir significa vivir para Cristo y morir es aún mejor" (Filipenses 1:20-21, NTV).
Los pensamientos del apóstol estaban entrenados, pensando en el valor moral y espiritual, tanto en su propia vida como cuando consideraba a los demás: "Al orar a nuestro Dios y Padre por ustedes, pensamos en el fiel trabajo que hacen, las acciones de amor que realizan y la constante esperanza que tienen a causa de nuestro Señor Jesucristo" (1 Tesalonicenses 1:3, NTV).
Pablo elogió lo que era digno de alabanza: "Filemón, siempre le doy gracias a mi Dios cuando oro por ti porque sigo oyendo de tu fe en el Señor Jesús y de tu amor por todo el pueblo de Dios" (Filemón 1:4-6, NTV). Admiraba lo admirable: "Siempre oramos por ustedes y le damos gracias a Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, porque hemos oído de su fe en Cristo Jesús y del amor que tienen por todo el pueblo de Dios" (Colosenses 1:3-4, NTV). Elogió lo encomiable: "La única carta de recomendación que necesitamos son ustedes mismos. Sus vidas son una carta escrita en nuestro corazón; todos pueden leerla y reconocer el buen trabajo que hicimos entre ustedes" (2 Corintios 3:2, NTV).
Pablo instó a los filipenses: "Sobre todo, deben vivir como ciudadanos del cielo, comportándose de un modo digno de la Buena Noticia acerca de Cristo" (Filipenses 1:27, NTV). Exhortó a los efesios: "vivan de una manera digna de la vocación con que han sido llamados. Que vivan con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándose unos a otros en amor, esforzándose por preservar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz" (Efesios 4:1-3, NBLA). Si dedicamos tiempo a pensar en cosas dignas de alabanza y de buen nombre, es menos probable que tropecemos en zonas de peligro, duda y temor. Si nuestros pensamientos están fijos en Dios, Él nos mantendrá en Su perfecta paz (ver Filipenses 4:9; Isaías 26:3; Colosenses 3:15; Juan 14:27).
El sermón más influyente que jamás predicaremos a los incrédulos que nos miran puede que no sea uno de palabras. Puede ser simplemente el testimonio silencioso de una vida cristiana coherente que resplandezca la gracia, la verdad y el amor de Jesucristo. ¿Caminamos de una manera digna de alabanza, admirable y encomiable? ¿Es nuestra vida una carta de buena reputación? Si no es así, tal vez necesitemos revisar nuestra forma de pensar.