Pregunta: "¿Cómo puedo meditar en la Palabra de Dios?"
Respuesta:
La práctica espiritual de la meditación no es exclusiva del cristianismo. Muchas religiones no cristianas y grupos seculares practican la meditación. Sin embargo, cuando la Biblia habla de meditación, como a menudo lo hace, no es el tipo de meditación que busca desenredar, silenciar o vaciar la mente, como en las formas de meditación trascendental o budista. Las Escrituras enseñan una meditación que involucra activamente a la mente con el propósito de entender la Palabra de Dios y ponerla en práctica. ¿Cómo podemos meditar en la Palabra de Dios para que produzca en nosotros vidas fructíferas y santas ante Dios?
En el antiguo mundo hebreo, la meditación siempre implicaba ejercitar y comprometer la mente. Thomas Watson, un ministro puritano del siglo XVII, dedicó gran parte de su vida a la meditación bíblica, practicándola y enseñándola. Definió acertadamente la disciplina en su libro El Cielo Tomado por la Tormenta como "un santo ejercicio de la mente, por el cual traemos a la memoria las verdades de Dios, las meditamos seriamente, y las aplicamos a nosotros mismos".
Según la definición de Watson, podemos meditar en la Palabra de Dios trayendo a la memoria Sus verdades. Recordar requiere un recuerdo activo y cognitivo de lo que conocemos de Dios a través de Su Palabra: "Cuando me acuerde de ti en mi lecho, cuando medite en ti en las vigilias de la noche" (Salmo 63:6). De acuerdo con el Salmo 1:2, una persona bendecida, fructífera y justa se deleita en la Palabra del Señor "y medita en su ley día y noche". Esta meditación es constante ("día y noche") y se centra en la Palabra de Dios ("Su ley"). Meditamos en la Palabra de Dios llenando nuestras mentes con ella día y noche.
Dios llamó a Josué a una meditación vigorosa y continua: "Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien" (Josué 1:8). Aquí, la meditación bíblica se expande desde el mero pensamiento hasta la palabra ("en tus labios"). El pasaje también establece el propósito de la meditación, es decir, la obediencia a la Palabra de Dios, que produce prosperidad y éxito ante Dios.
La descripción de Watson de la meditación incluye una seria contemplación o reflexión de la verdad de Dios. El Salmo 119:15 dice, "En tus mandamientos meditaré; consideraré tus caminos". Así que la meditación bíblica implica una profunda reflexión y estudio de la Palabra de Dios. Cuando leemos la Biblia, ¿la estamos leyendo lenta e intencionadamente? ¿Estamos pensando en el significado de las palabras y cómo se relacionan con nuestras vidas y las vidas de los demás? Si es así, estamos meditando en la Palabra de Dios.
La meditación requiere tiempo y esfuerzo. No se puede apresurar. Implica retirarse de las distracciones de esta vida para que podamos fijar nuestros pensamientos en Dios y en Su Palabra. Al dejar de lado el ruido de este mundo, podremos centrar nuestra atención en Dios y entender Sus caminos: "Más que todos mis enseñadores he entendido, porque tus testimonios son mi meditación" (Salmo 119:99).
Finalmente, como mencionó Watson, la meditación bíblica busca aplicar la Palabra de Dios a nuestras vidas. El Salmo 19:14 ilustra esta verdad: "Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh Señor, mi Roca y mi Redentor". Meditar en la Palabra de Dios se convierte en algo agradable a los ojos de Dios porque resulta en la transformación de nuestras vidas. A medida que leemos y hablamos la verdad de Dios y la meditamos activamente, el Espíritu Santo nos permite poner esa verdad en práctica. En Filipenses 4:8-9, el apóstol Pablo nos da este hermoso y completo cuadro de la meditación bíblica: "Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros"
La meditación es una forma de interiorizar la Palabra de Dios, llevándola a lo profundo de nuestros corazones, para que el Espíritu Santo pueda obrar a través de ella para guiarnos, enseñarnos, purificarnos y transformarnos desde dentro. Podemos escuchar la Biblia, leerla y memorizar las Escrituras para llevarla a nuestras mentes, pero también debemos meditarla continuamente en nuestros corazones para que obtengamos una comprensión más profunda de ella y de cómo se aplica a nuestras vidas.
Aquí hay cuatro consejos prácticos para meditar en la Palabra de Dios:
1. Selecciona una hora y un lugar específico cada día en el que sea menos probable que te interrumpan o que te distraigas para estar solo y meditar en la Palabra de Dios.
2. Empieza con una oración y pídele a Dios que te ayude con tu meditación. Puedes pedirle al Señor que te acerque a Él, que abra tus ojos a Su verdad, que te ayude a aplicar esa verdad en tu vida, y que te transforme mientras meditas en la Palabra de Dios.
3. Elige una pequeña sección de la Escritura. Piensa en lo que significa el pasaje. Estúdialo a fondo para que puedas entenderlo en su contexto. Toma notas. Haz preguntas. Memoriza el pasaje. Pregúntale a Dios qué quiere decirte a través del texto.
4. Considera cómo puedes aplicar el pasaje a tu vida de manera práctica, y pídele a Dios que te ayude a seguir en obediencia lo que te muestra.