Pregunta: ¿Cómo debe un cristiano considerar la misandria?
Respuesta:
La misandria es un término bastante nuevo y se define como "el disgusto, desprecio o prejuicio arraigado contra el sexo masculino". Al igual que su contraparte, la misoginia (prejuicio contra las mujeres), la misandria es una forma de sexismo. Algunas afirmaciones que podrían interpretarse como misándricas incluyen "las niñas son mejor, los chicos son tontos", "un hombre no lo entendería" y "a los hombres solo les importa una cosa, el sexo".
Las feministas radicales ven mucha misoginia en el mundo, pero minimizan la existencia de la misandria. Las tendencias culturales actuales parecen indicar que la corriente de opinión pública esta de acuerdo con las feministas. El prejuicio contra las mujeres es malo; el prejuicio contra los hombres es natural y normal. Algunas universidades y colegios están tomando medidas para erradicar lo que denominan "masculinidad tóxica" de sus estudiantes masculinos. En los grados inferiores, lo que solía reconocerse como la energía desbordante normal de un varón ahora a menudo se ve como una amenaza para la sociedad. Lo mejor para los niños, según algunos "expertos", es parecerse más a las niñas. Por supuesto, tales puntos de vista son misándricos.
¿Dónde está la posición de la Biblia sobre el tema de la misandria y cómo debe pensar un cristiano en ello? Una verdad fundamental es que los prejuicios, odio y envidia son pecados y un resultado de la caída del hombre. El odio al sexo opuesto, en cualquier dirección que esté dirigido, está mal. La misandria y la misoginia se anticipan en Génesis 3:16. Desde la desobediencia de Adán y Eva y su rechazo a la autoridad de Dios sobre ellos, hombres y mujeres han estado sujetos a conflictos en sus relaciones. Las mujeres tienen un deseo natural de controlar a los hombres, mientras que los hombres tienen la fuerza y la voluntad de hacer lo mismo con las mujeres. El deseo de controlar al otro se manifiesta en el conflicto entre los sexos. La misandria y la misoginia son resultados de ese conflicto.
La Biblia es clara en que no hay lugar para la misandria ni la misoginia en la vida de un Cristiano. Pablo escribió que el odio, la discordia, y las facciones son “obras de la carne” (Gálatas 5:20). Como tal, estas están en contraste directo con el “fruto del Espíritu... amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Gálatas 5:22-23). La respuesta cristiana a la misandria es ser guiado por el Espíritu Santo quien reside dentro de nosotros (Romanos 8:9) y quien nos lleva a rechazar toda forma de odio entre las personas.
Si adoptamos las filosofías de una cultura corrupta, ya sea la misoginia del machista o la misandria de la feminista radical, nos sometemos a la influencia de la carne pecaminosa. El prejuicio odioso contra cualquier grupo de personas, por cualquier motivo, es una indicación de que estamos viviendo según la carne y no según el Espíritu. Combatir el odio y el prejuicio comienza con entregarnos al Espíritu dentro de nosotros, llenando nuestras mentes con las verdades de las Escrituras y viviendo en consecuencia. “Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu.” (Romanos 8:5).