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Pregunta: ¿Qué significa que Dios "será una muralla de fuego" en derredor de Jerusalén (Zacarías 2:5)?

Respuesta:
En Zacarías 2:5 (NBLA), Dios envía un mensaje a los israelitas a través del profeta Zacarías, diciendo: "Yo seré para ella, declara el Señor, "una muralla de fuego en derredor" de Jerusalén". La "muralla de fuego" se refiere simbólicamente a la protección y la presencia de Dios. Para entender mejor la frase en su contexto bíblico, debemos acudir al libro de Zacarías para conocer algunos antecedentes.

El ministerio profético de Zacarías tuvo lugar en la época posterior al cautiverio del pueblo de Israel en Babilonia. Durante el exilio, su patria había sido arrasada y completamente tomada por naciones extranjeras. Zacarías sirvió a una pequeña población de judíos retornados que vivían en la ciudad en ruinas de Jerusalén.

Los israelitas se estaban reorganizando para reanudar su labor de reconstrucción del templo de Jerusalén. La reconstrucción inicial ya había comenzado (Esdras 3:10-12), pero se detuvo cuando surgió la oposición de los enemigos vecinos (Esdras 4:4-5). Así que Zacarías, junto con el profeta Hageo, animó a los judíos a reanudar sus esfuerzos (Esdras 5:1-2; Zacarías 4:9).

Fue entonces cuando Zacarías experimentó una serie de visiones nocturnas. La tercera visión (Zacarías 2:1-13, NBLA) destaca la importancia de Jerusalén en el plan de restauración de Dios para Israel. En esta visión, un hombre comienza a medir el perímetro de la ciudad para reconstruir sus murallas en ruinas. Pero un ángel lo detiene con un mensaje del Señor: "Corre, habla a ese joven, y dile: "Sin muros será habitada Jerusalén, a causa de la multitud de hombres y de ganados dentro de ella. Porque Yo seré para ella", declara el Señor, "una muralla de fuego en derredor, y gloria seré en medio de ella"" (versículos 4-5).

Parte del mensaje de la visión es que los planes y propósitos de Dios se extienden más allá de los límites de lo que los humanos creen posible (Mateo 19:26). El plan del Señor para el futuro de Jerusalén incluía una población muy numerosa que viviera en condiciones de seguridad. La visión no solo se refería a la reconstrucción actual de la ciudad, sino también a la Nueva Jerusalén: una ciudad futura, celestial, protegida no por muros de piedra, sino por la presencia poderosa y omnipotente de Dios (Apocalipsis 21:1-4).

En la antigüedad, una ciudad sin murallas era vulnerable a los ataques enemigos (Ezequiel 38:11). La "muralla de fuego" que rodeaba Jerusalén en la visión de Zacarías ilustraba la presencia protectora de Dios. Cuando los babilonios demolieron Jerusalén y su templo, no tuvo nada que ver con las fortificaciones físicas de la ciudad. La ciudad fue destruida porque Dios había retirado Su presencia protectora (Ezequiel 10:18-19).

Así pues, el mensaje principal de esta visión es que el pueblo de Dios debe estar animado, porque Dios mismo será "una muralla protectora de fuego en derredor de Jerusalén". Asimismo, Dios promete que Él mismo será la gloria que llenará el interior de la ciudad (Zacarías 2:5). La visión continúa con el Señor tranquilizando a Su pueblo: "Cualquiera que te dañe, daña a mi más preciada posesión. Levantaré mi puño para aplastarlos y sus propios esclavos los saquearán" (versículos 8-9, NTV). "El Señor dice: "Grita y alégrate, oh Jerusalén hermosa, porque yo vengo a vivir en medio de ti"" (versículo 10).

A lo largo del Antiguo Testamento, el fuego se asocia a la presencia del Señor. El Señor habla a Moisés a través de una zarza ardiente (Éxodo 3:1-22). Dios aparece como un fuego consumidor en la cima del monte Sinaí (Éxodo 24:17). La presencia del Señor se materializa como "una columna de fuego" para guiar a los israelitas (Éxodo 13:21-22).

En el Nuevo Testamento, el escritor de Hebreos afirma que "nuestro Dios es un fuego consumidor" (Hebreos 12:29) y sus ángeles mensajeros son "una llama de fuego" (Hebreos 1:7). El día de Pentecostés, el Espíritu Santo se posó sobre los discípulos en forma de "lenguas de fuego" (Hechos 2:3).

Cuando recordamos la promesa de Dios de ser una muralla de fuego en derredor de Jerusalén, podemos estar seguros de que Él cuida de los suyos. Podemos creer en la protección del Señor y en la plenitud de Su vida y poder que habita en nosotros (Romanos 8:11). Por Su poder, Él logra infinitamente más de lo que podemos imaginar (Efesios 3:19-20). Y lo que es más, la promesa de Dios de ser una muralla de fuego en derredor de Jerusalén nos hace mirar con esperanza hacia una gloriosa ciudad futura: "Ahora dice el Señor: regresaré al monte Sion y viviré en Jerusalén. Entonces Jerusalén se llamará la Ciudad Fiel; el monte del Señor de los Ejércitos Celestiales se llamará Monte Santo" (Zacarías 8:3, NTV).

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