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Pregunta: ¿Qué podemos aprender de la frase de Pablo: "no hago lo que quiero" (Romanos 7:15)?

Respuesta:
En Romanos 7:15, el apóstol Pablo escribe: "Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago". Aquí, Pablo confiesa que no entiende por qué sigue pecando. Quiere hacer justicia, pero no la hace. Más bien, descubre que comete pecado, la misma cosa que odia.

Muchos intérpretes creen que Pablo está describiendo su vida anterior a la conversión. Según este punto de vista, Romanos 7:15 expresa la vanidad de intentar cumplir la ley sin la obra redentora de Cristo. Esta interpretación concuerda con Gálatas 2:16, donde Pablo escribe: "sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado". Así, las palabras de Pablo: "no hago lo que quiero", reflejan la lucha de los que desean justificarse observando la ley. Aparte de Cristo, nadie está justificado (Romanos 3:20).

Otros intérpretes creen que Romanos 7:15 es una confesión posterior a la conversión. Cuando Pablo dice: "no hago lo que quiero", describe la lucha continua del creyente con el pecado. Sí, Pablo ha sido liberado del dominio del pecado (Romanos 6:14), pero todavía hay una batalla que librar. Los cristianos hemos sido liberados de la pena y el poder del pecado, pero seguimos viviendo en presencia del pecado. Como resultado, hay una batalla interna entre nuestra carne pecaminosa y el Espíritu Santo: "Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis" (Gálatas 5:17). La única forma de vencer a la carne es "[andar] también por el Espíritu" (versículo 25). Al hacerlo, produciremos frutos de justicia (Filipenses 1:11) en lugar de frutos que conducen a la muerte (Romanos 6:21).

Esta segunda interpretación concuerda con la doctrina de la santificación y la transformación progresiva de los creyentes a imagen de Cristo (2 Corintios 3:18). La lucha de Pablo en Romanos 7:15, entonces, ilustra el conflicto interior que persiste incluso después de aceptar a Cristo como Señor y Salvador.

Tanto los incrédulos como los cristianos se pueden identificar con las palabras: "no hago lo que quiero". Cualquiera que tenga el más mínimo deseo de hacer lo que es correcto, a menudo se encuentra haciendo lo que está mal. La naturaleza pecaminosa es una fuerza poderosa y, como dice Romanos 3:23, "por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios". Hacemos lo que está mal porque somos pecadores. Incluso nuestras buenas intenciones ("lo que quiero hacer") se ven frustradas.

Por desgracia, no podemos alegar ignorancia. Sabemos lo que desagrada a Dios, y aun así lo hacemos (Romanos 2:9). Esto confirma la afirmación de Sócrates de que "nadie peca voluntariamente, o hace el mal a sabiendas".

Romanos 7:15 impulsa a los lectores a reflexionar sobre la universalidad del pecado y la necesidad de la gracia y la misericordia de Dios. Ya sea relatando su frustración previa a la conversión o sus luchas posteriores, la sincera confesión de Pablo establece un principio de empatía. Así pues, en lugar de actuar como "más santo que tú", debemos recordar que todo el mundo se salva solo por la gracia, solo por la fe, solo en Cristo (Efesios 2:8-9). Amén.

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