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Pregunta: ¿Por qué Jesús dijo: "no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento" (Mateo 9:13)?

Respuesta:
Cuando los fariseos vieron a Jesús comiendo y socializando fácilmente con recaudadores de impuestos y pecadores en la casa de Mateo, se escandalizaron. Se preguntaban por qué Jesús se juntaba con los "miserables" más despreciados de la sociedad. Según sus criterios farisaicos, ningún maestro verdaderamente piadoso se relacionaría tan íntimamente con la "escoria" del mundo. Sin pudor, Jesús respondió a su hipocresía diciendo: "Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento" (Mateo 9:12-13).

Jesús se presenta como médico y sanador de los enfermos espirituales (los pecadores injustos del mundo). Dios ama a los pecadores (Romanos 5:8) y envió a Su Hijo a este mundo para salvarlos (1 Timoteo 1:15). El arrepentimiento es el plan de tratamiento, y el perdón es la cura que Jesús ofrece. "Los que están bien" o "los sanos" no necesitan un médico. Los críticos de Jesús pensaban que estaban sanos y que no necesitaban un médico, pero, en realidad, estaban engañados. Jesús no está insinuando que los fariseos fueran justos. Quitando todo sarcasmo e ironía de la declaración de Cristo, el versículo podría decir: "No he venido a llamar a los que se creen justos, sino a tratar a los que saben que son pecadores".

Jesús cita Oseas 6:6—"Misericordia quiero, y no sacrificio"—como acusación contra los fariseos. Ellos no entienden el verdadero significado del versículo y, por lo tanto, no perciben su propia condición de reprobados espirituales. Los fariseos observan perfectamente la letra de la ley. Son impecables en su ejecución de rituales religiosos y sacrificios. Pero, si fueran verdaderamente justos, apreciarían el espíritu de la ley, demostrando la bondad, compasión y misericordia de Dios hacia los marginados de la sociedad.

Cuando los médicos visitan a los enfermos, deben acercarse a ellos para tener alguna esperanza de ayudarlos y sanarlos. Así también, Jesús llama a los pecadores. Su amor por los perdidos lo obliga a bajar hasta donde ellos están y a ensuciarse los pies con ellos (Hebreos 2:9; Filipenses 2:7; 1 Juan 3:16). "Los fariseos demuestran su religión manteniéndose limpios. Jesús demuestra su amor ensuciándose" (Knowles, A., The Bible Guide, Augsburg, 2001, p. 419 − Solo disponible en inglés).

Jesús vino "a buscar y salvar lo que se había perdido" (Lucas 19:10). No dejó el cielo para dar palmaditas en la espalda a los religiosos satisfechos de sí mismos e ignorar a todos los demás que no están a la altura de las rigurosas normas de los fariseos. Jesús vino a llamar a "todos los que están lejos" (Hechos 2:39) y a acercarlos mediante Su sangre derramada en la cruz (Efesios 2:13).

Los recaudadores de impuestos y los pecadores saben que están enfermos espiritualmente. Anhelan el perdón sanador de Dios. Son "los pobres en espíritu", "los mansos" y "los que tienen hambre y sed de justicia" (Mateo 5:3, 5-6). En cambio, los fariseos están ciegos ante su propia necesidad. Se creen sanos, pero en realidad son "ciegos necios" (Mateo 23:16-17, 23-24; ver también Lucas 6:41).

Jesús dijo: "No he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento". Los "justos" son las personas respetables a los ojos del mundo y los que son justos a sus propios ojos. Los "pecadores" son los marginados del mundo. Si hemos de seguir los pasos de Cristo y no ser como los fariseos, también nos ensuciaremos las manos. Nos acercaremos a los rechazados, los desamparados, los adictos, las prostitutas, los criminales, los afligidos, los enfermos, los maltratados y los marginados de nuestra sociedad. Amaremos a los que no son queridos, cenaremos con los que no son indeseables y nos haremos amigos de los abandonados del mundo. Como Jesús, sentiremos compasión por los padres solteros, las viudas, los divorciados y los ancianos (Mateo 9:36), una compasión que nos impulse a actuar en su favor (Mateo 15:32; Lucas 7:11-17). Como el Buen Samaritano (Lucas 10:25-37), mostraremos misericordia con obras de bondad, andando "en amor, como también Cristo nos amó" (Efesios 5:2).

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