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Pregunta: ¿Cómo podemos "no olvidar ninguno de sus beneficios" (Salmo 103:2)?

Respuesta:
En el Salmo 103, David alaba al Señor por Sus abundantes misericordias. Le dice a su alma que "bendiga al Señor" seis veces (versículos 1, 2, 20, 21, 22) y que "no olvides ninguno de Sus beneficios" (Salmo 103:2). A continuación, David enumera varias cosas buenas que Dios hace por Su pueblo.

Durante más de la mitad del salmo, David conmueve su corazón, su alma y "todo" dentro de él (Salmo 103:1) para "no olvidar sus beneficios". El verbo original hebreo traducido "olvidar" significa "perder la memoria o el recuerdo de", pero también puede significar "ignorar" o "dejar de preocuparse por". Los "beneficios" del Señor representan todas las cosas buenas que el Señor proporciona para ayudar o promover el bienestar de Sus hijos.

Bendecimos o alabamos al Señor dedicando tiempo al recuerdo agradecido de las misericordias que hemos recibido de Él. La alabanza es parecida a un aspecto de la práctica del fisicoculturismo. Si estiramos, flexionamos y utilizamos nuestros músculos con regularidad, no perderemos tono muscular. Al contrario, ganamos definición y fuerza. Y si adquirimos el hábito regular de agradecer al Señor por Sus bendiciones, no las vamos a olvidar. Si no damos gracias, si no alabamos al Señor, si ignoramos Sus beneficios o, peor aún, dejamos de preocuparnos por ellos, seguro que los olvidaremos.

¿Cuáles son algunos de los beneficios del Señor que debemos recordar? David los enumera: "Él perdona todos mis pecados y sana todas mis enfermedades. Me redime de la muerte y me corona de amor y tiernas misericordias. Colma mi vida de cosas buenas; ¡mi juventud se renueva como la del águila! El Señor da rectitud y hace justicia a los que son tratados injustamente" (Salmo 103:3-6, NTV). David continúa alabando la compasión, la misericordia y la paciencia del Señor (Salmo 103:8). Recuerda como Dios reveló Su carácter a Moisés y Sus poderosos hechos con los hijos de Israel (Salmo 103:7).

En Su misericordia, el Señor retiene el castigo que merecemos y derrama Su amor inagotable (Salmo 103:10-11). "El Señor es como un padre con sus hijos, tierno y compasivo con los que le temen. Pues él sabe lo débiles que somos; se acuerda de que somos tan solo polvo" (Salmo 103:13-14, NTV).

Tenemos tanto que agradecer como hijos de Dios. Que nunca olvidemos Su perdón: "Pues él nos rescató del reino de la oscuridad y nos trasladó al reino de su Hijo amado, quien compró nuestra libertad y perdonó nuestros pecados" (Colosenses 1:13-14, NTV). Que recordemos siempre que Él nos sana del pecado que nos infecta: "Pero él fue traspasado por nuestras rebeliones y aplastado por nuestros pecados. Fue golpeado para que nosotros estuviéramos en paz; fue azotado para que pudiéramos ser sanados" (Isaías 53:5, NTV).

Que no olvidemos Sus beneficios, incluida la redención de la muerte: "Debido a que los hijos de Dios son seres humanos—hechos de carne y sangre—el Hijo también se hizo de carne y sangre. Pues solo como ser humano podía morir y solo mediante la muerte podía quebrantar el poder del diablo, quien tenía el poder sobre la muerte. Únicamente de esa manera el Hijo podía libertar a todos los que vivían esclavizados por temor a la muerte" (Hebreos 2:14-15, NTV).

Que nunca ignoremos ni dejemos de preocuparnos por Su bondad amorosa y Su tierna misericordia: "Porque mejor es tu misericordia que la vida; Mis labios te alabarán. Así te bendeciré en mi vida" (Salmo 63:3-4).

Un corazón genuinamente agradecido recuerda siempre alabar al Señor por Su bondad. Pero olvidar Sus beneficios—ignorarlos o dejar de preocuparse por ellos—diluye nuestra alabanza. En Deuteronomio, Moisés advirtió al pueblo que olvidar es el primer paso hacia la catástrofe espiritual: "Por tanto, cuídate y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, y no se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; sino que las hagas saber a tus hijos y a tus nietos... Tengan cuidado, pues, no sea que olviden el pacto que el Señor su Dios hizo con ustedes" (Deuteronomio 4:9, 23, NBLA).

Cuando no alabamos al Señor y olvidamos todas las cosas buenas que nos provee para nuestro bienestar, revelamos un problema más profundo del corazón. Nuestra negligencia refleja apatía e indiferencia, que acaban en la muerte espiritual (Hebreos 2:1-3). Pero cuando no olvidamos Sus beneficios—cuando recordamos Su misericordia, compasión, amor leal, perdón y salvación—no podemos evitar que nuestros corazones se renueven y nuestras vidas se eleven mientras alabamos y bendecimos al Señor (1 Crónicas 16:8-13 24-29, 34-36).

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