Pregunta: ¿Qué significa ser "no solamente oidores" de la Palabra en Santiago 1:22 (NBLA)?
Respuesta:
Muchas veces se considera que la epístola de Santiago es una guía para el cristianismo práctico, como se muestra en Santiago 1:22: "Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos".
Santiago ilustra la diferencia entre un oidor y un hacedor de la Palabra en los siguientes versículos: "Porque si alguien es oidor de la palabra, y no hacedor, es semejante a un hombre que mira su rostro natural en un espejo; pues después de mirarse a sí mismo e irse, inmediatamente se olvida de qué clase de persona es" (Santiago 1:23-24, NBLA). El versículo siguiente completa la reflexión de Santiago: "Pero el que mira atentamente a la ley perfecta, la ley de la libertad, y permanece en ella, no habiéndose vuelto un oidor olvidadizo sino un hacedor eficaz, este será bienaventurado en lo que hace" (versículo 25, NBLA). La analogía de Santiago lleva a una conclusión sencilla: no basta con oír la Palabra de Dios; también debemos ser hacedores de la Palabra.
El oidor de la Palabra se limita a escuchar la Palabra de Dios y se detiene ahí. En la Iglesia del siglo I, era costumbre que alguien leyera las Escrituras en voz alta mientras la asamblea escuchaba, una práctica que continúa hoy en día mediante la lectura pública de la Biblia. En nuestro contexto moderno, el "oyente de la Palabra" se aplica a quienes asisten a la iglesia, escuchan los sermones y se relacionan con sus Biblias. Lo que distingue al oidor de la Palabra del hacedor es la acción. Un hacedor no solo comprende la Palabra, sino que la obedece. El hacedor vive el mensaje recibido.
En un sentido amplio, la Palabra de Dios abarca la totalidad de la verdad revelada por Dios. Tenemos la responsabilidad de practicar lo que se predica. Santiago es insistente en su imperativo: "Sean hacedores de la palabra y no solamente oidores que se engañan a sí mismos" (Santiago 1:22, NBLA). El que solo escucha olvidará lo que ha oído (Santiago 1:25); el hacedor reforzará la verdad en su mente mediante la acción. El hacedor se centra en comprender y meditar las Escrituras y luego aplica las verdades a su vida.
En un sentido más específico, la Palabra de Dios se refiere al Evangelio, que Santiago llama "la ley perfecta, la ley de la libertad" (Santiago 1:25, NBLA). El mensaje de Jesucristo es la norma autorizada para toda la humanidad, y da libertad mediante el nuevo nacimiento. Los oyentes del Evangelio son aquellos que han escuchado lo que Dios ha hecho por medio de Cristo. Sin embargo, el mensaje del Evangelio tiene su pleno impacto cuando nos arrepentimos y creemos, lo que nos lleva a una vida transformada. Es decir, no somos solo oidores del mensaje evangélico; también debemos ser hacedores, permitiendo que el Espíritu nos guíe en nuestra nueva vida y viviendo lo que hemos oído.
Muchos de nosotros tenemos la suerte de acceder fácilmente a la Palabra de Dios. Tenemos Biblias impresas y digitales, y escuchamos a predicadores sinceros que nos ayudan a comprender mejor las Escrituras. Sin embargo, estos privilegios son en vano si solo seguimos siendo oidores de la Palabra y no hacedores. Como señala Santiago, es absurdo mirarse en un espejo y luego olvidar nuestro reflejo. Del mismo modo, carece de sentido oír la Palabra de Dios y no actuar.
Este énfasis en ser hacedores y no solo oidores se encuentra también en otras partes de las Escrituras. En Mateo 7:24-27 (NBLA), Jesús compara al hacedor de Sus enseñanzas con "un hombre sabio que edificó su casa sobre la roca", pero el mero oidor es "un hombre insensato que edificó su casa sobre la arena". Juan también nos insta a que "no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad" (1 Juan 3:18, NBLA). Incluso Pablo, que a menudo era famoso por su mensaje de la gracia a través de la fe, incluyó imperativos en sus epístolas, como en Romanos 12:1, "Por tanto, hermanos, les ruego por las misericordias de Dios que presenten sus cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es el culto racional de ustedes".
Santiago concluye su mandato de ser hacedores de la Palabra, no solo oidores, con la promesa de bendición: "Pero el que mira atentamente a la ley perfecta, la ley de la libertad, y permanece en ella, no habiéndose vuelto un oidor olvidadizo sino un hacedor eficaz, este será bienaventurado en lo que hace". O, como dijo el salmista: "En guardarlos [los mandamientos de Dios] hay gran recompensa" (Salmo 19:11, NBLA).