Pregunta: ¿Qué significa "no te alejes de mí" en el Salmo 22:11?
Respuesta:
El Salmo 22 sigue el patrón típico de una "oración de ayuda" o "salmo de queja". Como muchos otros de esta clasificación (ver Salmo 2:1; 10:1; 13:1-2; 52:1; 74:1), el salmista clama a Dios por ayuda, pero se siente abandonado porque Dios no le responde. En el Salmo 22, David reconoce la presencia del Señor desde el momento de su nacimiento y luego apela a Dios para que permanezca cerca de él ahora: "Sobre ti fui echado desde antes de nacer; Desde el vientre de mi madre, tú eres mi Dios. No te alejes de mí, porque la angustia está cerca; Porque no hay quien ayude" (Salmo 22:10-11).
En medio de sus sufrimientos y problemas, David sabe que nadie más que Dios puede ayudarlo. Su súplica recuerda a la de Job en el momento de su miseria y dolor: "Tus manos me hicieron y me formaron; ¿Y luego te vuelves y me deshaces? Acuérdate que como a barro me diste forma; ¿Y en polvo me has de volver?" (Job 10: 8-9).
"No te alejes de mí" o, dicho en sentido positivo, "acércate a mí", es un lamento clásico que se encuentra a lo largo de los Salmos: "Oh Dios, no te quedes lejos; Dios mío, por favor, apresúrate a ayudarme" (Salmo 71:12, NTV). En el Salmo 38:21-22, el salmista ora: "No me abandones, oh Señor; no te quedes lejos, Dios mío. Ven pronto a ayudarme, oh Señor, mi salvador" (NTV; ver también Salmo 35:22).
La situación de David en el Salmo 22 es una prefiguración profética del sufrimiento y la muerte de Jesucristo. La angustiosa queja de David comienza así: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor? Dios mío, clamo de día, y no respondes; Y de noche, y no hay para mí reposo" (Salmo 22:1-2). El grito de David refleja las mismas palabras del Señor desde la cruz: "Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" (Mateo 27:46).
David busca la ayuda de Dios, pero no recibe una respuesta inmediata. De nuevo, en el Salmo 22:19, David ora: "Pero Tú, oh Señor, no estés lejos; Fuerza mía, apresúrate a socorrerme" (NBLA). La aparente tardanza del Señor en responder hace que David sienta que Dios está lejos. Como tantos otros salmos, este expresa conmovedoramente las emociones familiares que experimenta la gente cuando está sola y afligida. Puede que sepamos en nuestra cabeza que Dios está cerca. Hemos sentido Su presencia durante toda nuestra vida y, sin embargo, oramos: "No te alejes de mí, Señor", porque, justo en ese momento, Dios parece distante.
Jesús mismo se unió a la multitud de creyentes en la tierra en su solitaria aflicción. Se hizo uno con nosotros en nuestro sufrimiento. Él también clamó a Dios: "¿Por qué me has desamparado?". Por eso, no debemos avergonzarnos de suplicar a Dios: "Señor, no calles; Señor, no estés lejos de mí" (Salmo 35: 22, NBLA). Si a Dios no le molestaron tales súplicas de David, Job y Su propio Hijo, entonces no le molestará cuando seamos honestos y vulnerables al acudir a Él en nuestros momentos de profunda necesidad.
David reconoce con frecuencia la cercanía de Dios en sus oraciones: "El Señor está cerca de todos los que lo invocan, de todos los que lo invocan en verdad" (Salmo 145:18, NBLA; ver también Salmo 119:151; 34:18). Incluso en su más oscura desesperación, David sabe que, en realidad, Dios está cerca: "Pues [el Señor] no ha pasado por alto ni ha tenido en menos el sufrimiento de los necesitados; no les dio la espalda, sino que ha escuchado sus gritos de auxilio" (Salmo 22:24, NTV). David persevera y, antes de terminar su oración, su corazón se eleva en confiada adoración. Es capaz de confesar que "todos los que buscan al Señor lo alabarán; se alegrará el corazón con gozo eterno" (Salmo 22:26, NTV).