Pregunta: ¿Por qué el nombre del Señor es torre fuerte (Proverbios 18:10, NBLA)?
Respuesta:
La Biblia nos dice que el Señor Dios mismo es nuestra roca, nuestra fortaleza y nuestro libertador. En Él podemos refugiarnos porque es nuestro escudo de protección, nuestro poder de salvación y nuestro baluarte (Salmo 18:2, NBLA). Una y otra vez, los Salmos comparan a Dios con una torre de protección alta y fuerte, y con un refugio donde Su pueblo puede esconderse con seguridad. Además, Proverbios 18:10 revela una verdad similar sobre el nombre de Dios: "El nombre del Señor es torre fuerte, a ella corre el justo y está a salvo".
En la antigüedad, el nombre de una persona era mucho más que un simple título o identificador. Un nombre expresaba la naturaleza y los atributos individuales de la persona. Del mismo modo, el nombre de Dios representa Su carácter y autoridad esenciales. La persona de Dios y el nombre de Dios no pueden separarse.
El nombre del Señor es una torre fuerte porque en ese nombre se aprecian las alturas y profundidades infinitas de Su persona, presencia y poder. Los justos -aquellos que se han reconciliado con Dios mediante una relación con Jesucristo- pueden correr hacia Él en toda Su perfección, fidelidad, poder, autoridad, misericordia y amor revelados, y ser puestos en alto, atrincherados dentro de Su torre de protección, a salvo de todo daño.
El nombre del Señor equivale al Señor mismo. Habla de la esencia revelada de Dios o de la revelación de Sí mismo en la historia de la salvación. El Señor se muestra fiel y digno de confianza a todos los que confían en Él: "Desde los extremos de la tierra, clamo a ti por ayuda cuando mi corazón está abrumado. Guíame a la imponente roca de seguridad, porque tú eres mi amparo seguro, una fortaleza donde mis enemigos no pueden alcanzarme" (Salmo 61:2-3, NTV). La NBLA traduce la frase así: "Porque Tú has sido refugio para mí, Torre fuerte frente al enemigo" (versículo 3). El nombre del Señor es una torre fuerte, porque Él es nuestra defensa. A medida que descubrimos lo que Dios ha revelado sobre Su carácter, podemos confiar en Él (Salmo 91:2).
El nombre del Señor y el carácter de Dios son frases intercambiables. David dijo: "En Ti pondrán su confianza los que conocen Tu nombre, porque Tú, oh Señor, no abandonas a los que te buscan" (Salmo 9:10). Dios nos da a conocer Su carácter a través de Su Palabra, de la persona de Jesucristo y de las revelaciones polifacéticas expresadas a través de Sus muchos nombres.
Como Elohim, es el Creador; como Yavé, es el eterno YO SOY que cumple el pacto; como El Shaddai, es el Dios Todopoderoso que todo lo basta; como Jehová Jireh, es nuestro Proveedor; como Yeshua, es el Salvador. Él es el Buen Pastor, que conduce, guía y protege; Él es el Cordero de Dios, que da Su vida por nosotros; Él es Jesús, el Hijo Encarnado y Cristo, el Señor Resucitado; y Él es el eterno, glorioso, altamente exaltado, ¡Rey del Cielo! El Salmo 8:1 (NBLA) afirma con razón: "¡Oh Señor, Señor nuestro, cuán glorioso es Tu nombre en toda la tierra, que has desplegado Tu gloria sobre los cielos!".
El nombre del Señor también puede entenderse como la representación de Su naturaleza. Un aspecto de esa naturaleza es una torre fuerte y alta que constituye una fortaleza de seguridad capaz de contener todo ataque hostil. Dentro de esta torre, el justo puede correr y esconderse, a salvo de todo peligro: "Porque en el día de la angustia me esconderá en Su tabernáculo; en lo secreto de Su tienda me ocultará; sobre una roca me pondrá en alto" (Salmo 27:5, NBLA).
El nombre del Señor es una torre fuerte, porque es capaz de salvaguardar a todos los que invocan ese nombre. Cuando el profeta Joel previó el regreso del Señor, vio un día aterrador de juicio y terror. Sin embargo, declaró: "Y todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo" (Joel 2:32, NBLA). Esa misma promesa de salvación en el nombre del Señor resuena en el Nuevo Testamento (Romanos 10:13; Hechos 2:21). Cuando invocamos el nombre del Señor, invocamos a Dios mismo.
El nombre del Señor significa todo lo que Dios es en Sí mismo: Su compasión, bondad, misericordia, gracia, poder, juicio, santidad, perfección, conocimiento y mucho más. Todo el que le conoce y confía en Él descubre que, en efecto, es una torre fuerte.
