Pregunta: ¿Cuáles son las obras de la ley (Romanos 3:20; Gálatas 2:16)?
Respuesta:
En sus cartas, el apóstol Pablo advirtió a los creyentes de las iglesias en Roma y Galacia que no pusieran su esperanza de salvación en las obras de la ley. A los cristianos de Roma, les dijo, "por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él [Dios]" (Romanos 3:20). A los creyentes de Galacia: "sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo" (Gálatas 2:16; cf. 3:5). Justificar es declarar justo.
Las "obras de la ley" son las acciones realizadas para cumplir la Ley Mosaica que se encuentra en los primeros cinco libros del Antiguo Testamento. Guardar el día de reposo, circuncidarse (el asunto ante las iglesias de Galacia), comer alimentos "limpios" y otras ceremonias son inútiles para justificarnos ante los ojos de Dios. Además, seguir la moralidad de la ley (no asesinar, no cometer adulterio, no robar) no es suficiente para hacernos justos a los ojos de Dios. Ningún acto por parte de criaturas pecadoras puede resultar en que Dios las declare justas ante Sus ojos.
¿Por qué las obras de la ley no nos pueden salvar? En primer lugar, porque las obras de la ley nunca pueden realizarse completamente. La norma es la perfección, y eso significa que "bueno" no es suficiente. Pablo explica a los Gálatas: "Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas" (Gálatas 3:10). Santiago explica además que quien infringe un solo punto es culpable de infringir toda la ley (Santiago 2:10). Hay más de seiscientos mandamientos individuales en la Ley Mosaica, y romper uno solo de ellos hace a una persona culpable. Nadie, excepto Jesús, cumplió la ley perfectamente.
En segundo lugar, la ley nunca tuvo la intención de justificar a nadie; fue dada para mostrarnos nuestra pecaminosidad y revelar la perfecta santidad del Legislador (Romanos 3:20). Sin la ley, no sabríamos qué es el pecado (Romanos 7:7). La ley es santa porque Dios es santo. Así como una regla revela lo torcido de una línea, así la ley de Dios expone nuestra falta de santidad. Nadie está a la altura de la norma de Dios (Romanos 3:10). La ley no puede justificar; solo puede condenar. Nadie puede estar ante un Dios santo sobre la base de sus propios esfuerzos, incluso si esos esfuerzos incluyen un intento sincero de cumplir las obras de la ley.
Si las obras de la ley no justifican a nadie y solo sirven para revelar nuestra propia pecaminosidad y nuestra condición desesperada, ¿qué debemos hacer? La Biblia ofrece la única solución al problema del pecado: "Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él" (Romanos 3:21-22). Por eso "el justo por la fe vivirá" (Romanos 1:17).
Solo podemos ser declarados justos "por fe sin las obras de la ley" (Romanos 3:28), y esa fe debe descansar en el único Salvador, el Señor Jesucristo: "Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos" (Hechos 4:12). Seguir intentando ganarse un lugar en el cielo mediante las obras de la ley es ignorar el sacrificio de Cristo: "si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo" (Gálatas 2:21).