Pregunta: ¿Qué significa "orad por los que os ultrajan y os persiguen" (Mateo 5:44)?
Respuesta:
En Su Sermón del Monte, Jesús se refirió a un error humano común de pensamiento: "Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen" (Mateo 5:43-44).
"Amarás a tu prójimo" es un mandamiento fundamental de las Escrituras (ver Levítico 19:18). Es el segundo después del más grande de los mandamientos: amar a Dios con todo nuestro ser (ver Mateo 22:34-40). Sin embargo, en la última mitad de Su afirmación - "y aborrecerás a tu enemigo"-, Jesús expuso la tendencia humana hacia el pensamiento erróneo. Odiar a los enemigos es la respuesta humana natural. Parece coincidir con la jurisprudencia del Antiguo Testamento sobre la retribución o lex talionis (ver Éxodo 21:24-25; Levítico 24:19-20; cf. Mateo 5:38-42). Aunque nunca se pretendió aplicarla a las relaciones personales individuales, esta ley se había extendido a los asuntos cotidianos. Todavía hoy nos sentimos justificados en nuestro deseo de tomar represalias o vengarnos si alguien nos amenaza o se opone a nosotros. Sin embargo, los seguidores de Jesucristo están llamados a una norma diferente.
Jesús levantó el listón del estándar de amor de Dios (Mateo 5:48), demostrándolo a través de la Parábola del Buen Samaritano, que se encuentra en el pasaje relacionado de Lucas 10:25-37. Jesús demostró que todas las personas (incluso los samaritanos, que eran enemigos de los judíos) son nuestros prójimos y, por tanto, estamos llamados a amar a toda persona con la que nos encontremos. Los creyentes no deben odiar a nadie, ni siquiera a sus peores enemigos. Los cristianos deben rechazar sus bajas inclinaciones e incluso ir un paso más allá del mero hecho de no vengarse (Romanos 12:17-21; Proverbios 25:21-22).
Jesús nos llamó a tener una actitud de amor hacia nuestros enemigos. Dijo que debemos bendecir a los que nos maldicen, hacer el bien a los que nos odian y "orar por los que nos ultrajan" y persiguen. Pedro indicó que hay ocasiones en las que debemos soportar un trato vejatorio por hacer el bien, lo cual agrada a Dios (1 Pedro 2:20).
El mandamiento de "orad por los que os ultrajan/calumnian" también aparece en el versículo 28 del relato de Lucas del Sermón del Monte (Lucas 6:27-36). La expresión traducida "os ultrajan» en el griego original se refiere al abuso verbal. Significa "usar un lenguaje soez o abusivo hacia alguien o sobre alguien, amenazar, maltratar, injuriar, insultar". Pedro empleó el mismo término cuando animó a los creyentes a mantener "buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo" (1 Pedro 3:16). De hecho, Pedro recordó la enseñanza del Señor de amar a nuestros enemigos: "no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición" (1 Pedro 3:9).
La Biblia presenta ejemplos de oración por quienes nos ultrajan, maltratan y persiguen. Cuando Esteban, el primer mártir cristiano, estaba siendo apedreado hasta la muerte, cayó de rodillas y oró por sus asesinos: "Señor, no les tengas en cuenta este pecado" (Hechos 7:60). La mejor ilustración la ofrece Jesucristo, que desde la cruz oró por los que le crucificaron: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lucas 23:34). Antes, mediante Su oración modelo, Jesús enseñó que nuestras oraciones deben incluir el perdón a quienes pecan contra nosotros (Mateo 6:12, 14-15). Pablo instó a los creyentes: "Tengan paciencia en las dificultades y sigan orando. . . .Bendigan a quienes los persiguen. No los maldigan, sino pídanle a Dios en oración que los bendiga" (Romanos 12:12-14, NTV).
Orar por quienes nos ultrajan suele ser más difícil que bendecirlos y hacerles el bien. Dietrich Bonhoeffer escribió: "[La oración] es la exigencia suprema. Por medio de la oración vamos a nuestro enemigo, nos ponemos a su lado y suplicamos por él a Dios (El costo del discipulado, 6ª ed., SCM Press, 1959, p. 134).