Pregunta: ¿Cuál es el beneficio de la palabra dicha como conviene (Proverbios 25:11)?
Respuesta:
Los antiguos sabios veneraban mucho el lenguaje elegante y conciso. En Proverbios 25:11-14, Salomón presentó una serie de afirmaciones simbólicas sobre la palabra con una exquisitez muy concisa. Comenzó diciendo: "Manzana de oro con figuras de plata es la palabra dicha como conviene" (Proverbios 25:11). Con esta frase, Salomón subrayaba la importancia del buen consejo.
La palabra traducida como "como conviene" en Proverbios 25:11 solo aparece aquí en el Antiguo Testamento, por lo que su significado exacto es algo incierto. Algunos traductores la relacionan con una palabra árabe que significa "tiempo". Si esto es exacto, una palabra dicha como conviene parece implicar: "dichas a tiempo" (NVI) o "dicha a su tiempo" (NBLA). La Nueva Traducción Viviente concuerda con este significado: "El consejo oportuno es precioso, como manzanas de oro en canasta de plata".
Otros traductores asocian el término hebreo original con una palabra que significa "rueda", traduciendo así el modificador como "bien torneado" o "bien dicho", como en "expresado con arte".
La "manzana de oro con figuras de plata" parece referirse a joyas ornamentales u obras de arte exquisitamente elaboradas. El lenguaje evoca un diseño grabado, esculpido o grabado en plata, como la filigrana. Esta interpretación apoya la idea de que las palabras bien dichas tienen cualidades atractivas y valiosas porque en su elaboración se ha empleado habilidad y arte.
Proverbios 25:12 continúa con la imagen de las joyas: "La crítica constructiva es, para quien la escucha, como un pendiente u otras joyas de oro" (NTV). Así como un collar de filigrana bellamente construido es agradable a la vista, lo mismo ocurre con una palabra bien dicha al oído. La delicadeza de la pieza atrae la mirada, del mismo modo que un comentario cuidadosamente elegido penetra el corazón y la mente.
"Especialmente para dar una reprensión con discreción, y para hacerla aceptable", explica el comentarista bíblico Matthew Henry. "Si se da correctamente, por parte de un reprensor sabio, y se toma bien, por parte de un oído obediente, es un pendiente de oro y un adorno de oro fino, con mucha gracia y que sienta bien tanto al reprensor como al reprendido; ambos tendrán su alabanza, el reprensor por darlo con tanta prudencia y el reprendido por tomarlo con tanta paciencia y hacer un buen uso de ella. Otros los elogiarán a ambos, y tendrán satisfacción el uno en el otro; el que dio la reprensión se complace en que tuvo el efecto deseado, y aquel a quien se le dio tiene razón para estar agradecido por ello como una bondad" (Matthew Henry's Commentary on the Whole Bible, Hendrickson, 1994, p. 1.012).
Proverbios 15:23 está de acuerdo en que una palabra bien dicha agrada tanto al que la pronuncia como al que la escucha: "El hombre se alegra con la respuesta de su boca; y la palabra a su tiempo, ¡cuán buena es!".
La Biblia dice claramente que nuestras palabras son importantes. "La muerte y la vida están en poder de la lengua", dice Proverbios 18:21. Lo que decimos puede destruir vidas o salvarlas (Proverbios 12:6). Lo que decimos puede destruir vidas o salvarlas (Proverbios 12:6). Jesús dijo: "Les digo lo siguiente: el día del juicio, tendrán que dar cuenta de toda palabra inútil que hayan dicho. Las palabras que digas te absolverán o te condenarán" (Mateo 12:36-37, NTV).
El apóstol Pablo enseñó que las palabras bien dichas -palabras apropiadas para la ocasión- edifican a quienes las oyen: "Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes" (Efesios 4:29). Podemos derribar a la gente con nuestras palabras o dejar que nuestra conversación se convierta en un canal de gracia y vida, como hizo Jesucristo: "Todos hablaban bien de él y estaban asombrados de la gracia con la que salían las palabras de su boca" (Lucas 4:22, NTV).
Una palabra bien dicha dará gracia al oyente y será atractiva, agradable, deseable y llena de la sabiduría de Dios. Pablo dijo a los colosenses: "Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno" (Colosenses 4:6). Incluso una palabra de reprimenda o disciplina puede decirse con tanta delicadeza y tacto que sea aceptada e incluso apreciada como una joya valiosa. Cuando utilizamos palabras cuidadosamente elaboradas que dignifican en lugar de denigrar al oyente, no solo bendecimos al receptor, sino que también nos beneficiamos con el gozo de saber que nuestras palabras fueron bien recibidas y se les dio un buen uso.