Pregunta: ¿Cuál es la participación de sus padecimientos (Filipenses 3:10)?
Respuesta:
La mayor ambición en la vida del apóstol Pablo era conocer a Jesucristo por experiencia. Más que adquirir un conocimiento superficial, Pablo quería conectar con Jesús en el nivel relacional más cercano posible: "y conocerlo a Él, el poder de Su resurrección y la participación en Sus padecimientos, llegando a ser como Él en Su muerte" (Filipenses 3:10).
Nada más en la vida le importaba a Pablo. Estaba dispuesto a perder toda posesión y afán terrenal por conocer íntimamente a Cristo (Filipenses 3:7). Consideraba "todo lo demás sin valor", calificándolo de "basura" comparado con "el valor infinito de conocer a Cristo Jesús, mi Señor". Su objetivo supremo era "ganar a Cristo" (Filipenses 3:8). Para Pablo, experimentar una relación con Jesús de esta manera significaba participar en Sus padecimientos, incluso si eso significaba la muerte.
En Gálatas 2:20, Pablo reitera su deseo de compartir una unión dinámica y total con Jesús: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Gálatas 2:20). Pablo enseñó a los creyentes que "cuanto más sufrimos por Cristo, tanto más Dios nos colmará de su consuelo por medio de Cristo" (2 Corintios 1:5, NTV).
Los primeros apóstoles creían que participar de los padecimientos de Cristo formaba parte de nuestra preparación para compartir su gloria futura. A su alumno Timoteo, Pablo le explicó: "Es cierto, y todo el que quiera vivir una vida de sumisión a Dios en Cristo Jesús sufrirá persecución" (2 Timoteo 3:12, NTV). Pedro instó a los creyentes, diciendo: "Queridos amigos, no se sorprendan de las pruebas de fuego por las que están atravesando, como si algo extraño les sucediera. En cambio, alégrense mucho, porque estas pruebas los hacen ser partícipes con Cristo de su sufrimiento, para que tengan la inmensa alegría de ver su gloria cuando sea revelada a todo el mundo" (1 Pedro 4:12-13, NTV).
En Filipenses 2:5-11, Pablo dijo a los creyentes que tuvieran la misma actitud o mentalidad que Cristo. Nuestra preparación para el cielo implica llegar a ser como Cristo, ser conformados a Su imagen (Romanos 8:29; Filipenses 3:21). Jesús encarnó la humildad y la obediencia a Dios mientras recorría un camino hacia la muerte. El propósito mismo por el que Dios envió a Su Hijo fue para que sufriera y muriera por nosotros a fin de que pudiéramos salvarnos (1 Juan 3:16; 1 Pedro 2:24; 3:18). Para ser como Cristo, debemos participar de Sus padecimientos y muerte "para que la vida de Jesús también pueda verse en nuestro cuerpo" (2 Corintios 4:10, NTV). Pablo informó a los cristianos de Colosas: "Me alegro cuando sufro en carne propia por ustedes, porque así participo de los sufrimientos de Cristo, que continúan a favor de su cuerpo, que es la iglesia" (Colosenses 1:24, NLT).
No debería escandalizarnos encontrarnos con pruebas en esta vida, porque seguir a Jesús conduce inevitablemente a la cruz. Un comentarista insistió: "Debemos estar preparados para -y no podemos esperar evitar- el camino descendente del Crucificado" (Motyer, J., The Message of Philippians, InterVarsity Press, 1984, p. 169). Jesús dijo a Sus discípulos: "Si alguno de ustedes quiere ser mi seguidor, tiene que abandonar su propia manera de vivir, tomar su cruz y seguirme" (Mateo 16:24, NTV).
Tomar nuestra cruz significa estar dispuestos a entregar nuestras vidas e incluso morir por seguir a Cristo. Jesús no pintó un cuadro color de rosa del discipulado. Por el contrario, dijo: "Si tratas de aferrarte a la vida, la perderás, pero si entregas tu vida por mi causa, la salvarás. ¿Y qué beneficio obtienes si ganas el mundo entero, pero te pierdes o destruyes a ti mismo?" (Lucas 9:24-25, NTV).
Justo antes de que Pablo hablara de la "participación de sus padecimientos", dijo que su meta era conocer a Cristo "y el poder de su resurrección". Mientras compartimos penurias y persecuciones en nuestro camino descendente hacia la cruz, Jesús es nuestro compañero de viaje. Promete no dejarnos nunca solos (Mateo 28:20). Cristo es un Salvador vivo que promete impartir Su poder de resurrección y darnos la fortaleza para soportar e incluso vencer (Romanos 8:11; Filipenses 3:10; Juan 16:33).