Pregunta: ¿Qué significa que los creyentes han pasado de muerte a vida (Juan 5:24)?
Respuesta:
En Juan 5:24, Jesús hace una afirmación sorprendente sobre la naturaleza de la vida eterna: "De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida".
La enseñanza de Jesús de que hemos pasado de muerte a vida significa que hemos sido sacados de un estado de muerte espiritual y llevados a la vida de Dios en Cristo (ver Colosenses 2:13). En un tiempo estábamos alejados de Dios, la Fuente de la Vida, pero ahora estamos unidos a Cristo y disfrutamos de la comunión con Dios (ver Efesios 4:18).
El verbo ha es tiempo presente, lo que significa posesión actual de la vida eterna. En otras palabras, la vida eterna es una realidad presente: un don concedido a los creyentes en el momento en que depositan su confianza en Cristo (ver Juan 3:16).
Aunque las bendiciones plenas de la vida eterna aguardan a los creyentes en el futuro escatológico, la posesión presente de la misma no es una simple abstracción teológica. De hecho, se realiza parcialmente y se experimenta de forma significativa aquí y ahora (2 Corintios 5:17). La verdad de que los creyentes han pasado de la muerte a la vida apunta hacia una recompensa futura en el cielo, pero también repercute significativamente en nuestra vida presente, creando una tensión entre el "ya" y el "todavía no".
Aunque los creyentes siguen afrontando los retos de vivir en un mundo caído y roto, se les ha dado un anticipo de lo que está por venir (Romanos 8:23; 2 Corintios 1:22, 5:5; Efesios 1:14). Ya hemos pasado de la muerte a la vida, pero aún no vemos las implicaciones de esa vida en toda su gloria.
La seguridad de la vida eterna es más que un pensamiento reconfortante; cambia fundamentalmente nuestra perspectiva sobre el juicio final. En lugar de miedo y temor, podemos afrontar el juicio con valentía y confianza, porque hemos pasado de la muerte a la vida.
La conexión entre la creencia en la obra expiatoria de Cristo y la confianza en el día del juicio se encuentra en todo el Nuevo Testamento. Por ejemplo, 1 Juan 5:11-12 dice: "Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida". La implicación es que el que no tiene al Hijo permanece espiritualmente muerto y sujeto al castigo eterno (cf. Juan 3:36).
La confianza que tienen los creyentes no se basa en méritos personales, sino que está firmemente anclada en la obra consumada de Cristo: "La cual tenemos como segura y firme ancla del alma" (Hebreos 6:19). Creer en Cristo, pues, nos asegura la vida eterna, y esta profunda verdad sustenta nuestra postura ante Dios.
Los que son justificados por la fe están eternamente seguros, sabiendo que la muerte sustitutoria de Cristo garantiza su salvación de la ira inminente de Dios (Romanos 5:1-11). Esta esperanza no es un optimismo ingenuo o una ilusión, sino una seguridad inquebrantable, firmemente arraigada en las promesas inmutables de Dios.
La seguridad del cristiano no es pasiva; es una esperanza resistente que prospera en medio de las pruebas de la vida. Nos "gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado" (Romanos 5:3-5).
Habiendo pasado de la muerte a la vida por la gracia de Dios, estamos sobre el firme fundamento de la obra consumada de Cristo. Podemos afrontar el juicio con confianza en las promesas eternas de Dios. Esta seguridad es una fuente de consuelo, esperanza y motivación para vivir la voluntad de Dios aquí y ahora.