Pregunta: "¿Puede Dios romper el ciclo del pecado generacional?"
Respuesta:
El Señor creó las familias como una hermosa expresión de su imagen. Tristemente, en nuestro mundo caído nacemos en un estado natural de pecado y sólo podemos ser redimidos por nuestro Creador. Nuestro estado natural es egoísta en el mejor de los casos y patológico en el peor. La disfuncionalidad es algo natural en nosotros. Por eso la salvación a través de Jesús es la clave para romper el pecado generacional. Jesús nos ofrece el perdón, la limpieza del pecado y un amor real e incondicional (1 Juan 1:9). Jesús da a Sus seguidores el poder de amar como Él lo hace, un amor lleno de gracia y compasión. Él es nuestro ejemplo de cómo amar en lugar de amarnos a nosotros mismos o a los placeres (Juan 13:34).
Jeremías 32:18 dice que las consecuencias del pecado de una generación pasan a las siguientes. Las consecuencias destructivas del pecado afectan tanto a la persona que lo comete como a los que están a su alrededor. Cada generación tiene la opción de dejar que su tendencia natural repita el ciclo o de buscar un camino mejor. Con frecuencia, las personas quieren romper los ciclos negativos, pero no saben cómo hacerlo ya que la mentalidad con la que se han criado las ha confundido. Además, romper el ciclo puede dividir a las familias, cuando una persona decide seguir a Jesús en lugar de las tradiciones familiares (véase Lucas 12:51-53). Algunos miembros de la familia escogerán a Cristo y serán rechazados por sus familiares por hacerlo.
Aunque no haya adversidad por parte de los miembros de la familia, es muy difícil reconocer y romper los patrones pecaminosos en las familias. La verdad es que sin Jesús nadie puede romper las cadenas del pecado. De hecho, sin Jesús, los humanos no ven ni comprenden la profundidad de la depravación humana. Por lo tanto, la salvación es el primer paso para romper el ciclo del pecado generacional. Luego, cuando la nueva generación comienza, la familia debe seguir el modelo bíblico para el matrimonio, la crianza de los hijos y la vida, y así reemplazar las antiguas formas de vida destructiva. Efesios 5:21 resume la instrucción de Dios acerca de cómo los miembros de la familia deben tratarse unos a otros: "Someteos unos a otros en el temor de Dios". Dios instruye a los miembros de la familia para que se honren y se amen unos a otros, satisfaciendo las necesidades de los demás al igual que las propias. Cuando los miembros de la familia se someten al mandato de Dios, la consecuencia es la paz y la plenitud a través de las relaciones de amor, tal y como Dios quiere.
Dios creó un perfecto sistema familiar, pero el pecado lo dañó. La única forma de tener una familia que dé fruto es seguir a Cristo. En lugar de un ciclo de dolor, la generación que decide seguir a Jesús cosecha bendiciones para las generaciones que vienen. De hecho, comenzarán un ciclo de bendición en lugar de uno de disfunción. El principio de Dios es que recogemos lo que sembramos (Gálatas 6:7-9). Los padres que dedican su vida a amar y formar a sus hijos verán a sus hijos adultos prosperar y caminar con Cristo (Proverbios 22:6). Los hijos que son amados y valorados honrarán a sus padres. Pero la siembra del placer instantáneo y la irresponsabilidad cosecharán una historia de dolor.
Las heridas del pasado pueden ser difíciles de superar. Algunos creyentes luchan con el pecado generacional, sobre todo si son la primera generación que sigue a Cristo. Es difícil honrar a quienes nos han herido y sacrificar nuestros deseos por el bien de nuestros hijos. Por lo general, los viejos patrones de pensamiento y las creencias dificultan el juicio. El arma para no dejarnos engañar por nuestro orgullo natural y nuestro punto de vista egoísta es la Biblia. La Biblia transforma nuestro pensamiento. Conocer los hechos de la Biblia no es lo mismo que someterse a las verdades de la Biblia. La victoria viene cuando buscamos una relación con Jesús y nos examinamos para reconocer las áreas que necesitan ser corregidas.
Jesús dice a Sus seguidores que se nieguen a sí mismos y vivan para Él (Mateo 16:24-25). Esto significa que ya no viviremos para lo que nos complace, sino para lo que complace a Jesús. Jesús da sabiduría a los que le siguen para que puedan elegir obedecer en todo (Lucas 1:17; Santiago 1:5; 3:17). Cuando seguimos a Cristo, todo acabará siendo para nuestro bien (Romanos 8:28). Como resultado de nuestra relación con Cristo, ahora podemos actuar como hijos e hijas de Dios (Romanos 12:2; 2 Corintios 6:17-18). Nuestra verdadera familia es el cuerpo de Cristo, y Dios es un Padre Celestial para sus hijos. Nuestra decisión de seguir a Cristo es el mayor regalo que podemos hacerle a las generaciones futuras.