Pregunta: ¿Qué significa que el perro vuelve a su vómito (2 Pedro 2:22)?
Respuesta:
En 2 Pedro 2, el apóstol Pedro aborda el problema de los falsos profetas y maestros en la Iglesia. Traza un cuadro detallado de cómo actúan estos falsos creyentes para que los verdaderos cristianos puedan discernir sus métodos y mensajes y evitar ser víctimas de sus herejías destructivas. Pedro hace hincapié en la gravedad de la situación: "Pues hubiera sido mejor para ellos no haber conocido el camino de la justicia, que habiéndolo conocido, apartarse del santo mandamiento que les fue dado. Les ha sucedido a ellos según el proverbio verdadero: "El perro vuelve a su propio vómito"" (2 Pedro 2:21-22, NBLA).
Estos falsos maestros conocían la obra de Jesucristo en la iglesia lo suficiente como para comprender los principios básicos del discipulado, pero se habían resistido a llegar a la verdadera fe y al arrepentimiento (2 Pedro 2:17-20). Al igual que muchas personas religiosas, tenían un conocimiento intelectual sobre Jesús, pero no un conocimiento a nivel del corazón y de la experiencia que los llevara a entregar plenamente sus vidas en obediencia a Jesucristo como Señor y Salvador (ver Romanos 10:1-4). Se negaron a obedecer el mandato de Cristo: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame" (Lucas 9:23). En lugar de eso, habían vuelto a sus viejas costumbres pecaminosas. Para ilustrarlo, Pedro cita Proverbios 26:11: "Como el perro que vuelve a su vómito, así es el necio que repite su necedad".
Pedro explica que estos falsos profetas habían dado la espalda al "santo mandamiento que les fue dado" (2 Pedro 2:21), que, en tiempos del Nuevo Testamento, era una forma abreviada de referirse a todo el mensaje de las Escrituras. Habían rechazado toda la verdad de la Palabra de Dios, desde el Antiguo Testamento hasta el Nuevo, incluido el evangelio de la salvación en Jesucristo. Habían retomado su modo de vida lleno de pecado, volviendo a lo que era repugnante como un perro que vuelve a su vómito.
En la cultura actual, los perros son mascotas queridas por la mayoría, pero eran despreciados en el mundo antiguo. Los perros vagaban en manadas, buscaban comida entre la carne podrida y la basura, y no se les consideraba mascotas. En el Antiguo Testamento, los perros eran considerados carroñeros inmundos, repugnantes y malhechores (Éxodo 22:31; 1 Reyes 14:11; 21:19, 23; Jeremías 15:3; Salmo 22:16). Jesús utilizó perros y cerdos como metáforas de personas impías que se burlarían, rechazarían y blasfemarían del Evangelio cuando se les presentara (Mateo 7:6; 15:26-27). Pablo también comparó a los falsos profetas que se habían infiltrado en la iglesia con los perros, advirtiendo a los cristianos: "Guardaos de los perros, guardaos de los malos obreros, guardaos de los mutiladores del cuerpo" (Filipenses 3:2).
Pedro estaba seguro de que cualquier intento de reformar a esos falsos maestros sería una pérdida de tiempo. Utilizó un lenguaje inquietantemente gráfico para describir la depravación absoluta de los que rechazan a Jesucristo y luego se pasan la vida intentando descarriar a los fieles. Estos hombres eran como cerdos inmundos, revolcándose en el lodo o perros asquerosos, comiendo su propio vómito: volviendo a lo que es repugnante y vil (2 Pedro 2:22). Esta comparación final es una elaboración apropiada de la referencia anterior de Pedro a los falsos maestros como "animales irracionales, nacidos para presa y destrucción" que "[hablan] mal de cosas que no entienden" (2 Pedro 2:12). El veredicto final del apóstol fue que "serán también destruidos" (2 Pedro 2:12). Estos herejes estaban condenados a la destrucción.
En 2 Pedro 1:5-11, el apóstol enseña que la perseverancia es esencial para la vida cristiana y una marca de la fe verdadera. Siempre habrá falsos profetas y falsos maestros infiltrándose en el verdadero cuerpo de Cristo, intentando hacer tropezar y engañar al mayor número posible (Mateo 24:11, 24; Hechos 20:29- 30; Gálatas 1:6- 9; 1 Timoteo 1:3-7; 1 Juan 2:18-19). Habrá individuos que parezcan verdaderos creyentes, pero que no lo sean (Mateo 7:21-23; Judas 1:3-4). Como un perro que vuelve a su propio vómito, habrá gente en la iglesia que "se enreda y vuelve a quedar esclavizada por el pecado" (2 Pedro 2:22, NTV). Pero los creyentes nacidos de nuevo no volverán al vómito del pasado. Por la gracia de Dios y el poder del Espíritu Santo, perseguirán una vida de piedad y tienen garantizada la recompensa de la vida eterna (Mateo 10:22; 24:12-13; Juan 15:4-10; Hebreos 3:14; 10:36-38; 2 Pedro 3:11-18; 2 Timoteo 4:7-8; Santiago 1:12).