Respuesta:
La divina providencia es el gobierno de Dios por el cual Él, con sabiduría y amor, cuida y dirige todas las cosas en el universo. La doctrina de la divina providencia afirma que Dios tiene el control total de todas las cosas. Es soberano sobre todo el universo (Salmo 103:19), el mundo físico (Mateo 5:45), los asuntos de las naciones (Salmo 66:7), el destino de la humanidad (Gálatas 1:15), los éxitos y fracasos humanos (Lucas 1:52) y la protección de Su pueblo (Salmo 4:8). Esta doctrina se opone directamente a la idea de que es el azar o el destino lo que gobierna el universo.
Gracias a la divina providencia, Dios cumple Su voluntad. Para garantizar el cumplimiento de Sus propósitos, Dios gobierna los asuntos de los hombres y actúa mediante el orden natural de las cosas. Las leyes de la naturaleza no son más que la obra de Dios en el universo. Las leyes de la naturaleza no tienen un poder intrínseco, sino que son los principios que Dios estableció para regir el funcionamiento normal de las cosas. Sólo son "leyes" porque Dios las decretó.
¿Qué relación hay entre la providencia divina y la voluntad humana? Sabemos que los seres humanos tienen libre albedrío, pero también sabemos que Dios es soberano. Es difícil para nosotros comprender cómo se relacionan estas dos verdades, pero podemos ver ejemplos de ambas en las Escrituras. Saulo de Tarso perseguía deliberadamente a la iglesia, pero, al mismo tiempo daba "coces contra el aguijón" de la providencia de Dios (Hechos 26:14).
Dios odia el pecado y juzgará a los pecadores. Dios no es el autor del pecado, no tienta a nadie a pecar (Santiago 1:13) y no perdona el pecado. A la vez, es obvio que Dios permite cierta dosis de pecado. Seguramente tiene una razón para permitirlo, temporalmente, aunque lo odie.
Un ejemplo de la providencia divina en las Escrituras se encuentra en la historia de José. Dios permitió que los hermanos de José lo secuestraran, lo vendieran como esclavo y luego mintieran a su padre durante años sobre su destino. Esto fue perverso, y Dios se disgustó. A pesar de ello, todo su pecado sirvió para lograr un mayor bien: José terminó en Egipto, donde fue nombrado primer ministro. José utilizó su posición para sustentar durante siete años de hambruna a la población de una amplia región, incluida su propia familia. Si José no hubiera estado en Egipto antes de que comenzara la hambruna, millones de personas, incluidos los israelitas, habrían muerto. ¿Cómo llevó Dios a José a Egipto? Permitió providencialmente a sus hermanos la libertad de pecar. La providencia divina de Dios se reconoce directamente en Génesis 50:15-21.
Otro caso claro de providencia divina que se impone al pecado es la historia de Judas Iscariote. Dios permitió que Judas mintiera, engañara, estafara, robara y finalmente traicionara al Señor Jesús en manos de Sus enemigos. Todo esto fue una gran maldad, y Dios se disgustó. No obstante, y al mismo tiempo, todos los complots e intrigas de Judas condujeron a lograr un mayor beneficio: la salvación de la humanidad. Jesús tuvo que morir a manos de los romanos para convertirse en el sacrificio por el pecado. Si Jesús no hubiera sido crucificado, todavía estaríamos en nuestros pecados. ¿Cómo llevó Dios a Cristo a la cruz? Dios permitió providencialmente a Judas la libertad de realizar una serie de actos perversos. Jesús lo dice claramente en Lucas 22:22: "A la verdad el Hijo del Hombre va, según lo que está determinado; pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado!".
Observa que Jesús enseña tanto la soberanía de Dios ("el Hijo del Hombre va, según lo que está determinado") como la responsabilidad del hombre ("¡ay de aquel hombre por quien es entregado!"). Existe un equilibrio.
En Romanos 8:28 se enseña la providencia divina: "Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados". "Todas las cosas" significa "todas las cosas". Dios nunca está fuera de control. Satanás puede hacer lo peor, sin embargo, incluso el mal que está destrozando el mundo está obrando para un propósito final mayor. Aún no podemos verlo. Sin embargo, sabemos que Dios permite las cosas por una razón y que Su plan es bueno. Debe ser frustrante para Satanás. Sin importar lo que haga, se da cuenta de que sus planes se frustran y al final sucede algo bueno.
La doctrina de la divina providencia puede resumirse de esta manera: "Dios en la eternidad pasada, en el consejo de Su propia voluntad, ordenó todo lo que sucederá; sin embargo, de ninguna manera Dios es el autor del pecado; ni tampoco se elimina la responsabilidad humana". El medio principal por el que Dios cumple Su voluntad es a través de causas secundarias (por ejemplo, las leyes de la naturaleza y la elección humana). En otras palabras, Dios suele obrar indirectamente para cumplir Su voluntad.
A veces, Dios también obra directamente para cumplir Su voluntad. Estas obras son lo que llamamos milagros. Un milagro significa que Dios elude, por un corto período de tiempo, el orden natural de las cosas para cumplir Su voluntad. La luz resplandeciente que cayó sobre Saulo en el camino a Damasco es un ejemplo de la intervención directa de Dios (Hechos 9:3). La frustración de los planes de Pablo de ir a Bitinia es un ejemplo de la guía indirecta de Dios (Hechos 16:7). Ambos son ejemplos de la providencia divina en acción.
Hay quienes dicen que el concepto de Dios orquestando directa o indirectamente todas las cosas destruye cualquier posibilidad de libre albedrío. Si Dios tiene todo el control, ¿cómo podemos ser realmente libres en las decisiones que tomamos? En otras palabras, para que el libre albedrío tenga sentido, debe haber algunas cosas que queden fuera del control soberano de Dios, por ejemplo, las eventualidades humanas. Supongamos que esto es cierto. ¿Qué ocurre entonces? Si Dios no está en completo control de todas las eventualidades, entonces ¿cómo podría garantizar nuestra salvación? Pablo dice en Filipenses 1:6 que "el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo". Si Dios no está en control de todas las cosas, entonces esta promesa, y todas las demás promesas divinas, está en duda. Si el futuro no pertenece completamente a Dios, no tenemos la completa seguridad de que nuestra salvación se completará.
Además, si Dios no tiene el control de todas las cosas, entonces no es soberano, y si no es soberano, entonces no es Dios. Así que, el costo de sostener contingencias fuera del control de Dios resulta en la creencia de que Dios no es realmente Dios. Y si nuestro libre albedrío puede triunfar sobre la providencia divina, entonces ¿quién es Dios en última instancia? Nosotros. Esa conclusión es inaceptable para cualquiera que tenga una cosmovisión bíblica. La divina providencia no destruye nuestra libertad. Más bien, la divina providencia tiene en cuenta nuestra libertad y, en la infinita sabiduría de Dios, establece el rumbo para cumplir la voluntad de Dios.