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Pregunta: ¿Qué significa "vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones" en Santiago 4:8?

Respuesta:
Una alarmante epidemia de adulterio espiritual y "amistad con el mundo" corría desenfrenada en la iglesia primitiva (Santiago 4:4). Santiago dijo apasionadamente a sus lectores que se arrepintieran de sus malos caminos y volvieran al Señor: "Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones" (Santiago 4:8).

Dios desea la lealtad y devoción de todo corazón de Sus seguidores (Éxodo 34:14; Marcos 12:29-31). Los creyentes que se apartan del Señor deben someterse a Dios y acercarse de nuevo a Él mediante el arrepentimiento.

"Vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones" fue el llamado claro y nítido de Santiago a la purificación interior: reconocer y confesar nuestros pecados y recibir el perdón de Dios. Su lenguaje se parece mucho al del salmista: "¿Quién subirá al monte del Señor? ¿Y quién podrá estar en Su lugar santo? El de manos limpias y corazón puro, el que no ha alzado su alma a la falsedad ni jurado con engaño" (Salmo 24:3-4, NBLA).

Santiago tachó a los creyentes "de doble ánimo" porque seguían viviendo con un pie en el mundo mientras afirmaban amar y adorar a Dios. Sus indecisiones dividían sus lealtades. Una acusación similar se lanzó contra la gente de la época de Isaías: "Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí" (Isaías 29:13). Anteriormente, Santiago había señalado que las personas de doble ánimo son "inconstante[s] en todos sus caminos" (Santiago 1:8).

El apóstol Juan reconoció que los verdaderos hijos de Dios que esperan el regreso de Cristo "se purifica[n] a sí mismo[s], así como él es puro" (1 Juan 3:3). El propio Señor Jesús dijo: "Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios" (Mateo 5:8). El término puro indica aquí la ausencia de impureza, contaminación o suciedad. Sugiere un propósito de mente única que está libre de distracciones.

Las personas de doble ánimo no tienen pureza de corazón. El Señor desea que Sus seguidores tengan un corazón, una mente y un propósito enfocados como un láser (Mateo 6:33). El mayor mandamiento, dijo Jesús, es "amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente" (Mateo 22:37).

El apóstol Pablo explicó que Dios busca siervos que le entreguen todo su ser: "Si te mantienes puro, serás un utensilio especial para uso honorable. Tu vida será limpia, y estarás listo para que el Maestro te use en toda buena obra. Huye de todo lo que estimule las pasiones juveniles. En cambio, sigue la vida recta, la fidelidad, el amor y la paz. Disfruta del compañerismo de los que invocan al Señor con un corazón puro" (2 Timoteo 2:21-22, NTV).

Cualquier cosa que nos distraiga o tenga una influencia contaminante en nuestras vidas dividirá nuestras lealtades y ensuciará nuestros corazones, convirtiéndonos en siervos ineficaces del reino. Un corazón puro se evidencia por la sinceridad, la claridad y un deseo firme de agradar al Señor en todo lo que pensamos, decimos y hacemos. La pureza va más allá de la simple limpieza de nuestro comportamiento exterior ("limpiad las manos") para llegar a la purificación interna del corazón, la mente y el alma ("purificad vuestros corazones").

En realidad, el ser humano es incapaz de purificar su propio corazón. David oró: "Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí" (Salmo 51:10). Dios es el único que puede hacernos puros de corazón y sencillos de mente. Es la sangre derramada de Jesucristo, Su Hijo, la que "nos limpia de todo pecado" (1 Juan 1:7) y la obra santificadora del Espíritu Santo, la que limpia nuestras vidas (Romanos 15:16; 1 Corintios 6:11; 1 Pedro 1:2). Cristo proporcionó el sacrificio necesario por el pecado para que pudiéramos recibir el perdón de Dios (Juan 1:29; Efesios 1:7; Hebreos 9:12-22; 1 Pedro 1:18-19).

La Palabra de Dios nos ordena: "vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones". Y la Palabra de Dios—el Logos, que es Jesucristo—hace posible el mandamiento. Ya que podemos entrar en la presencia de Dios "por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura" (Hebreos 10:19-22).

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