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Pregunta: ¿Qué significa dejar que la paz de Dios gobierne en vuestros corazones (Colosenses 3:15)?

Respuesta:
La paz puede hacer referencia a varias situaciones diferentes. Existe la paz mundial, que se refiere a la ausencia de conflictos entre naciones. Existe la paz interpersonal, que se refiere a una falta de conflicto entre individuos. Existe la paz interior, que se refiere a la ausencia de conflicto dentro de una persona, entre sus diferentes deseos y elementos de su personalidad, y entre sus aspiraciones y las realidades a las que se enfrenta. Sin embargo, la necesidad más apremiante para cualquier persona es la paz con Dios. Todos somos pecadores en guerra con Dios hasta que deponemos las armas y nos sometemos a Su señorío.

Romanos 5:1 habla de la paz con Dios: "Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo". Una vez que ya no estamos en guerra con Dios, podemos empezar a incorporar otros tipos de paz a nuestras vidas y personalidades.

Filipenses 4:6-7 habla de la paz interior que proviene de confiar plenamente en que Dios suplirá todas nuestras necesidades: "Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús".

Colosenses 3:15, separado de su contexto, parece estar animándonos al mismo tipo de cosas: "Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos". El versículo parece estar diciendo que, si estamos preocupados o atribulados, debemos dejar que la paz de Dios reine en nuestros corazones, y entonces tendremos verdadera paz interior. Sin embargo, el contexto de Colosenses 3:15 no es de paz interior, sino más bien de paz interpersonal.

Colosenses 3 contiene una lista de cosas que las personas se hacen unas a otras que no promueven la paz interpersonal. A los cristianos se les dice que no hagan este tipo de cosas: "Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia, en las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas. Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca. No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos" (versículos 5-9). Si una persona libra su vida de estas cosas pecaminosas, entonces ciertamente experimentará un mayor grado de paz con otras personas.

Colosenses 3:11 habla de las fronteras raciales y sociales que en tiempos de Pablo servían a menudo para enfrentar a unas personas contra otras. En Cristo, tales distinciones no se aplican: "donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos".

En lugar de hacer cosas que promuevan la división y la contienda, los cristianos deberían seguir este mandamiento: "Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto" (Colosenses 3:12-14).

Todas estas cosas pueden resumirse en un mandamiento: "Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados" (Colosenses 3:15). En este contexto, dejar que la paz de Dios reine en sus corazones significa permitir que la verdad de lo que Cristo ha hecho por nosotros dicte nuestras acciones. No somos enemigos unos de otros. No debemos vernos unos a otros como competidores por los mismos recursos. Deberíamos ver a los demás cristianos como miembros del mismo equipo, del mismo cuerpo, y lo que es bueno para ellos es, en última instancia, bueno también para nosotros. Cristo nos salvó para que estuviéramos en paz unos con otros. Cuando elegimos actuar con amor y estar en paz con otros creyentes, estamos permitiendo que la paz de Dios reine en nuestros corazones.

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