Respuesta:
El "restauracionismo" se refiere a un grupo de movimientos no afiliados del siglo XIX dentro del cristianismo, basados en la premisa de que la verdadera fe y práctica de la iglesia se había perdido por causa de la apostasía y que era necesario que la iglesia fuera restaurada a su modelo del Nuevo Testamento. Entre las organizaciones restauracionistas se encuentran los Testigos de Jehová, los mormones y los Adventistas del Séptimo Día, así como los adeptos al Movimiento de Restauración Stone-Campbell, que en la actualidad se compone de tres grupos principales: Iglesias Cristianas (Discípulos de Cristo), Iglesias de Cristo, e Iglesias Cristianas Independientes/Iglesias de Cristo.
Aunque todos estos grupos enseñan teologías muy distintas, y aunque algunos grupos restauracionistas se consideran sectas (mormones y testigos de Jehová) y otros grupos se consideran movimientos cristianos válidos (el Movimiento de Restauración), todos ellos tienen en común la noción de que el verdadero cristianismo había muerto hace muchos años y que era necesario restaurarlo a su forma original según el Nuevo Testamento. Algunos de estos grupos creen que sólo ellos son la encarnación del verdadero cristianismo, y algunos llegan a enseñar que todos los demás grupos, incluidas las principales denominaciones protestantes, no son realmente cristianos, ya que se han perdido a lo largo de los siglos en una completa apostasía. Están convencidos de que la desviación de los principios cristianos es tan extrema que hace que la iglesia sea irredimible y, por lo tanto, tiene que ser reconstruida por completo. Negando que los patrones históricos del pasado tengan alguna validez, tienen la libertad de adoptar lo que entienden que es la pura verdad bíblica revelada a los apóstoles.
Ciertamente, ha habido abusos y malos usos de la Palabra de Dios a lo largo de los años por parte de las iglesias que pretenden hablar en nombre de Cristo. Sólo hay que ver las doctrinas católicas romanas del purgatorio, la oración a María y la veneración de los santos -todas ellas completamente anti bíblicas- para estar de acuerdo en que, al menos en algunos casos, la tradición de la iglesia ha sustituido a la Biblia como autoridad. Sin embargo, algunos de los restauracionistas también han desechado doctrinas bíblicas como la Trinidad, el infierno y la salvación sólo por la gracia mediante la fe sólo en Cristo. Por supuesto, algunos sectores de la iglesia han apostatado, pero siempre ha habido un remanente de fieles preservados por Dios para sus propósitos.
Se puede esperar que al menos dos consecuencias desastrosas se deriven de un fervoroso apoyo a la filosofía restauracionista. En primer lugar, conduce fácilmente a un espíritu de exclusivismo y arrogancia, por no hablar de error. El resultado natural de creer que el grupo particular tiene la verdad en sus manos, es despreciar a todos los demás que reclaman el nombre de Cristo, viéndolos como apóstatas, o peor aún, como instrumentos del diablo. Ningún espíritu de unidad cristiana puede sobrevivir a esa forma de pensar. Sólo hay que ver las diversas creencias que existen entre los propios restauracionistas, y la resultante enemistad que las caracteriza, para ver el resultado inevitable de adoptar tal sistema de creencias. El exclusivismo conduce al orgullo, un pecado especialmente aborrecido por Dios (Proverbios 16:5; Santiago 4:6). Además, el exclusivismo puede provocar delirios de grandeza en sus líderes, haciendo posible todo tipo de interpretaciones erróneas, por no hablar de la reescritura, de las Escrituras diseñadas para encajarlas en el paradigma del grupo, sin tener en cuenta un estudio y exégesis bíblica que sea claro y conciso.
El segundo resultado, y mucho más destructivo, de la filosofía restauracionista es que niega la capacidad, o la voluntad de Dios, de preservar la fe "una vez entregada a los santos" (Judas 3), rechaza Su soberanía sobre Su pueblo, y desconoce Su plan de hacer que se cumpla Su voluntad indefectiblemente, a pesar de los intentos de Satanás y sus secuaces por frustrarla. Dios no envió a Su Hijo a morir en la cruz por los pecados de Su pueblo sólo para permitir que ese mismo pueblo cayera en la apostasía y languideciera allí durante 1800 años. Esa noción no sólo es absurda, sino que define a Dios como una entidad despiadada y caprichosa, no el Dios Padre amoroso y misericordioso que conocemos. Aquellos que creen que Dios abandonó a la humanidad durante siglos debido a su incredulidad y pecado, sólo necesitan leer Romanos 3, el cual deja claro que, aunque los hombres sean infieles, esto no anula la fidelidad de Dios. El Espíritu Santo está, y siempre ha estado, activo en el mundo "convenciendo al mundo de pecado, de justicia y de juicio" (Juan 16:8), atrayendo al pueblo de Dios de toda raza, tribu, nación y lengua al Salvador. En todas las épocas, los redimidos de Dios han respondido a Su Espíritu porque ese es el plan de Dios, y continuará sin interrupción hasta el día del regreso de Cristo. Hasta entonces, tenemos la seguridad del propio Jesús de que estará con nosotros "siempre, hasta el fin del mundo" (Mateo 28:20).