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Pregunta: ¿Qué significa poner el rostro como pedernal en Isaías 50:7 (NBLA)?

Respuesta:
Isaías 50:4-11 contiene el tercer Canto del Siervo, en el que el profeta habla del sufrimiento del Mesías. En el versículo 7, el Siervo expresa su plena confianza en Dios, declarando que no retrocederá en su misión, a pesar de los graves sufrimientos, la oposición y la humillación: "El Señor Dios me ayuda, por eso no soy humillado, por eso he puesto Mi rostro como pedernal, y sé que no seré avergonzado" (Isaías 50:7, NBLA).

El pedernal, una roca muy dura y oscura, se utiliza en sentido figurado en la Biblia para expresar dureza, como en la firmeza de los cascos de los caballos (Isaías 5:28, NBLA), la dureza de una tarea imposible (Deuteronomio 8:15; Salmo 114:80, NBLA) y la inflexibilidad de una determinación inquebrantable (Ezequiel 3:8-9, NBLA).

Pon tu rostro como el pedernal es la figura retórica que utiliza el profeta para describir la determinación inquebrantable del Mesías de perseverar en la insoportable tarea que se le había encomendado. Cristo soportaría la humillación en Su viaje a la cruz para morir por nuestros pecados. Casi 800 años antes de que sucediera, Isaías predijo el sufrimiento del Siervo del Señor: "Ofrecí Mi espalda a los que me herían, y Mis mejillas a los que me arrancaban la barba; no escondí Mi rostro de injurias y salivazos" (Isaías 50:6, NBLA; cf. Mateo 26:67; 27:26; Marcos 15:19; Lucas 22:63).

Lucas repite esta imagen resuelta de Cristo empeñado en salvar a Su pueblo: "Sucedió que cuando se cumplían los días de Su ascensión, Jesús, con determinación, afirmó Su rostro para ir a Jerusalén" (Lucas 9:51, NBLA). En Jerusalén, Jesús se enfrentaría a la detención, la tortura y una muerte agonizante. Confiando en que Dios Padre le ayudaría y defendería ante Sus enemigos, Jesús se puso en camino con el firme e inquebrantable compromiso de terminar Su misión. No habría marcha atrás, y ningún enemigo o acusador podría disuadirle de cumplir Su propósito. Había puesto Su rostro como un pedernal.

Mantenerse en el camino de la vida cristiana requiere poner nuestro rostro como el pedernal. El apóstol Pablo nos enseña a correr la carrera con los ojos puestos en el premio (1 Corintios 9:24-27). Pablo fijó su rostro como el pedernal para terminar su carrera: "No es que ya lo haya alcanzado o que ya haya llegado a ser perfecto, sino que sigo adelante, a fin de poder alcanzar aquello para lo cual también fui alcanzado por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya alcanzado. Pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo hacia la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús" (Filipenses 3:12-14, NBLA).

Nada era más importante para Pablo que completar la misión que Dios le había encomendado, costara lo que costara: "pero mi vida no vale nada para mí a menos que la use para terminar la tarea que me asignó el Señor Jesús, la tarea de contarles a otros la Buena Noticia acerca de la maravillosa gracia de Dios" Hechos 20:24 (NTV).

Hebreos 12:1-2 (NBLA) también presenta una excelente imagen de cómo poner nuestros rostros como pedernales: "Por tanto, puesto que tenemos en derredor nuestro tan gran nube de testigos, despojémonos también de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos envuelve, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz, despreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios".

En un convincente sermón titulado "El rostro del Redentor puesto como un pedernal", Charles H. Spurgeon instó encarecidamente a los creyentes a imitar la firme determinación del Señor: "Mi gran objetivo es induciros a amar a aquel que tanto os amó que puso su rostro como un pedernal en su determinación de salvaros. Oh vosotros, redimidos, en cuyo nombre se tomó esta firme resolución, vosotros que habéis sido comprados por la preciosa sangre de este Redentor firme y resuelto, venid y pensad un poco en él, para que vuestros corazones ardan dentro de vosotros, y vuestros rostros se fijen como pedernales para vivir y morir por aquel que vivió y murió por vosotros!" (En The Metropolitan Tabernacle Pulpit Sermons, Vol. 47, p. 362. Londres: Passmore & Alabaster).

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