Pregunta: ¿Por qué los cristianos deben ser fieles hasta la muerte y qué significa eso (Apocalipsis 2:10)?
Respuesta:
En la carta de Jesús a la iglesia de Esmirna, advierte a los creyentes de que están a punto de enfrentarse a dificultades extremas, animándoles a permanecer firmes: "No temas lo que estás por sufrir. Yo te digo que el diablo echará a algunos de ustedes en la cárcel para que sean probados, y tendrán tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y Yo te daré la corona de la vida" (Apocalipsis 2:10, NBLA). Los cristianos pueden perseverar y ser fieles hasta la muerte o hasta lo que se les presente, porque Dios es fiel y Sus promesas se mantienen.
En Su Discurso del monte de los Olivos, Jesús advirtió a Sus discípulos que, al acercarse el final de los tiempos, los creyentes se enfrentarían al odio, a falsas enseñanzas, a una cultura desenfrenadamente pecaminosa y a la persecución hasta la muerte (Mateo 24:9-14). Pero también prometió: "Mas el que persevere hasta el fin, este será salvo" (Mateo 24:13). Los cristianos que se mantienen firmes hasta el final y son fieles hasta la muerte, demuestran que son verdaderos hijos de Dios. Nuestra salvación no depende de nuestra capacidad para permanecer salvos, sino de Aquel que es fiel para salvarnos. El Señor garantiza el cumplimiento de nuestra salvación (Efesios 1:13-14).
Apocalipsis 2:8-11 instruye a los creyentes de Esmirna a no temer la persecución que sufrirían y los llama a ser fieles hasta la muerte. El llamamiento a los cristianos a ser fieles hasta la muerte no implica que puedan perder la salvación si son infieles. Pero ser fiel hasta la muerte sí proporciona pruebas de que la salvación es real. La Biblia enseña que los que nacen de nuevo se salvan para siempre, porque Dios es fiel. En Juan 10:27-30, Jesús dice: "Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie puede las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre uno somos" (NBLA). Los creyentes están eternamente seguros porque Dios es eternamente fiel.
Los creyentes están sellados por el Espíritu Santo hasta el día de la redención (Efesios 1:13; 4:30; 2 Corintios 1:22) y tienen Su poder obrando en ellos para permitirles mantenerse firmes a través de todas las dificultades de la vida (Romanos 14:4; Judas 1:24-25). Los cristianos de Esmirna se enfrentaban a una intensa persecución, y Jesús predijo que se enfrentarían a más persecuciones. Instruyó a los creyentes para que no temieran lo que iban a sufrir y les pidió que fueran fieles hasta la muerte. En Su ministerio terrenal, Jesús dio instrucciones similares a los creyentes: "No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; más bien teman a Aquel que puede hacer perecer tanto el alma como el cuerpo en el infierno" (Mateo 10:28, NBLA). La gente puede matar el cuerpo, pero nadie puede quitar la vida eterna que Dios ha dado a los creyentes. Esta verdad llena de esperanza a los creyentes y les da fuerzas para ser fieles hasta la muerte.
Es posible que los cristianos sean fieles hasta la muerte y no teman gracias a la capacidad que Dios les ha dado. La fidelidad de Dios nos asegura que lo que promete está garantizado (Deuteronomio 7:9; Salmo 145:13) y nos fortalece cuando nos enfrentamos a dificultades. Aunque vengan dificultades hasta la muerte, Jesús promete no dejarnos ni abandonarnos nunca. También cuida tiernamente de nosotros (ver Mateo 10:29-31). En última instancia, Dios promete dar a los creyentes la vida como corona de vencedores (Apocalipsis 2:10). Jesús nos prometió vida abundante para ahora (Juan 10:10) y vida eterna en el futuro. Estas promesas, ligadas a la fidelidad de Dios, impulsan a los cristianos a ser fieles hasta la muerte.
Como cristianos, no se nos promete que seremos guardados de la persecución o de las dificultades, sino que se nos promete que seremos guardados en ellas y a través de ellas. Dios es fiel; por lo tanto, nosotros, Su pueblo, podemos ser fieles hasta la muerte. Gracias a las fieles promesas que Dios nos ha hecho, podemos decir: "No temeré; ¿qué podrá hacerme el hombre?", independientemente de lo que tengamos que afrontar (Hebreos 13:5-6, NBLA).