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Pregunta: ¿Qué significa que Ester dijera: "si perezco, que perezca" (Ester 4:16)?

Respuesta:
Dios elevó a la reina Ester a su posición en el palacio real con un propósito sagrado: salvar a sus compatriotas judíos de la aniquilación. Pero el valiente acto requeriría poner su propia vida en peligro. Ester se atrevió a acercarse al rey Jerjes (o Asuero) en nombre de su pueblo, sabiendo que la pena de muerte esperaba a cualquiera que entrara en su presencia sin ser invitado. "Si perezco, que perezca", fue la declaración de fe y confianza en Dios de Ester. Ella creía que la obediencia a la voluntad del Señor soberano importaba más que preservar su propia vida.

El libro de Ester es una hermosa historia sobre una joven heroína cuyas valientes acciones ilustran un mensaje vivo para los creyentes de hoy en día. Retomamos la historia cuando Ester lleva unos cinco años como reina. Su primo Mardoqueo se entera de un complot para aniquilar a todos los judíos de la tierra. El cerebro detrás del plan asesino es Amán, el segundo al mando del rey.

Mardoqueo se une a todos los judíos en duelo, ayuno y oración. Al mismo tiempo, envía una súplica de ayuda a Ester, pidiéndole que "fuese ante el rey a suplicarle y a interceder delante de él por su pueblo" (Ester 4:8). Ester responde por medio de un mensajero, explicando su difícil situación: ""Todos los funcionarios del rey e incluso la gente de las provincias saben que cualquiera que se presenta ante el rey en el patio interior sin haber sido invitado está condenado a morir, a menos que el rey le extienda su cetro de oro. Y el rey no me ha llamado a su presencia en los últimos treinta días"" (Ester 4:11, NTV).

Mardoqueo responde recordándole a Ester que, como judía, su vida corre peligro si el complot de Amán tiene éxito. Entonces Mardoqueo pronuncia estas famosas palabras: "Porque si callas absolutamente en este tiempo, respiro y liberación vendrá de alguna otra parte para los judíos; mas tú y la casa de tu padre pereceréis. ¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?" (Ester 4:14).

Ante esta revelación, el miedo de Ester se convierte en fe y acepta su propósito divino: "Ve y reúne a todos los judíos que se hallan en Susa, y ayunad por mí, y no comáis ni bebáis en tres días, noche y día; yo también con mis doncellas ayunaré igualmente, y entonces entraré a ver al rey, aunque no sea conforme a la ley; y si perezco, que perezca" (Ester 4:15-16).

Al tercer día, "se vistió Ester su vestido real, y entró en el patio interior de la casa del rey, enfrente del aposento del rey; y estaba el rey sentado en su trono en el aposento real, enfrente de la puerta del aposento" (Ester 5:1). El rey recibe a Ester, y las oraciones del pueblo de Dios son escuchadas. Ester vive, el malvado complot es derrocado, Mardoqueo es honrado, Amán es colgado en la horca, el pueblo judío se salva y los judíos establecen la fiesta de Purim para conmemorar para siempre la gran liberación de Dios. Con la declaración: "si perezco, que perezca", Ester marca el momento crucial de su fiel sumisión a la voluntad de Dios. Su entrega se refleja en estas palabras expresadas por el apóstol Pablo: "Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios" (Hechos 20:24).

Más tarde, Pablo dijo a los filipenses: "Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia" (Filipenses 1:21). Al someterse a los designios divinos, Pablo consideró que todo en esta vida era "como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo" (Filipenses 3:8).

A veces, estamos demasiado preocupados por nuestra propia seguridad y protección como para arriesgarnos a ayudar a personas en el mundo que están desesperadamente necesitadas física y espiritualmente. Nuestros miedos nos ciegan ante la influencia que podríamos tener, y pasamos por alto que "para esta hora" Dios nos ha colocado en una posición estratégica para llevar la salvación a otros. Armémonos de valor y aceptemos el desafío de Dios. Digamos como Pablo: "Mi vida no vale nada para mí a menos que la use para terminar la tarea que me asignó el Señor Jesús" (Hechos 20:24, NTV), y como Ester: "Si perezco, que perezca".

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