Pregunta: ¿Qué significa soportar dificultades (2 Timoteo 4:5)?
Respuesta:
La Segunda Epístola a Timoteo contiene el conmovedor testimonio del apóstol Pablo, quien dice que su vida está “para ser sacrificado” y que el tiempo de su muerte ha llegado (2 Timoteo 4:6). En el versículo 5, él dice: “Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio”. No había mejor hombre que Pablo para dar consejo sobre la resistencia bajo el sufrimiento por el Señor Jesús. Pablo había sido encarcelado, golpeado, apedreado, naufragado, estuvo hambriento, frío, y desamparado (2 Corintios 11:23–28). A pesar de todo esto y más, Pablo logró soportar el sufrimiento, terminar la carrera, y mantener la fe (2 Timoteo 4:7).
Las dificultades llegan de diferentes formas. Las tentaciones, enfermedades, pérdida de trabajo, relaciones rotas, y la persecución por la fe son todas formas de dificultades. Los cristianos no deben sorprenderse cuando llegan las dificultades: Jesús nos advirtió, “En el mundo tendréis aflicción” (Juan 16:33). La buena noticia es que Jesús siguió su advertencia con esta palabra de aliento: “Pero confiad, yo he vencido al mundo”. Podemos soportar gracias a Su gracia.
Soportar es más que simplemente continuar existiendo; es continuar existiendo de la misma manera que antes de que comenzara el sufrimiento. Si Pablo hubiera vivido a través de sus sufrimientos pero en algún momento hubiera alzado sus manos en derrota, dejado de ser obediente a Dios, o dejado de trabajar por la causa de Cristo, él no habría “soportado”. Si hubiera respondido a sus sufrimientos con una actitud de amargura, ira, o represalias, entonces Pablo no podría haber dicho que él “soportó”.
La respuesta de Pablo al sufrimiento no fue ceder bajo el peso de las circunstancias, sino darse cuenta de que Cristo ha llamado a su iglesia a soportar las dificultades (Juan 16:33; Lucas 14:27). Pablo dijo que se regocijaba porque en su carne él estaba llenando lo que faltaba en las aflicciones de Cristo (Colosenses 1:24). Cada vez que Pablo fue golpeado, encadenado, o tenía hambre, él se identificaba más con Cristo en su carne. Pablo podía regocijarse porque sufrir en su carne por el bien de la iglesia es un privilegio de compartir en los sufrimientos de Cristo (Filipenses 3:10).
Como cristianos, debemos acudir a Dios con nuestro sufrimiento, y Él será fiel para ayudarnos a enfrentar cada prueba y superar cada tentación (1 Corintios 10:13). Podemos aprender a tener la misma alegría que Pablo tuvo durante las pruebas, sabiendo que el sufrimiento produce virtudes como resistencia, carácter piadoso, y viva esperanza (Romanos 5:3–5).
"Endurecer" no significa simplemente aguantar y sobrellevarlo. Los cristianos sentirán tristeza, traición, o incluso ira en ocasiones. Estas emociones en sí mismas no son malas; solo se convierten en pecado cuando permitimos que echen raíces en nuestras vidas y produzcan amargura, pensamientos malignos de venganza, o falta de perdón. Los creyentes deben recordar que todo lo que llega a nuestras vidas está bajo el control de un Dios soberano que ha prometido que Él está trabajando todas las cosas para el bien de aquellos que lo aman y son llamados según su propósito (Romanos 8:28).
Jesús es el ejemplo supremo de alguien que soportó dificultades (Hebreos 12:2). El autor de Hebreos recuerda a los creyentes la perseverancia de Cristo a manos de los pecadores. Jesús, a pesar del gran sufrimiento, nunca retrocedió, incluso desde la cruz (Hebreos 12:2–4). Hebreos 12:2 dice que Jesús soportó la cruz "por el gozo puesto delante de él". Aunque Cristo conocía el sufrimiento que la cruz proporcionaría, su gozo anticipado le permitió seguir adelante; sabía cuáles serían las recompensas: la redención de la humanidad y un asiento a la diestra de Dios. De la misma manera, los cristianos pueden encontrar esperanza para soportar cuando consideramos las recompensas que Dios nos ha prometido. "No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón; porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. Porque aún un poquito, Y el que ha de venir vendrá, y no tardará. Mas el justo vivirá por fe; Y si retrocediere, no agradará a mi alma. Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma" (Hebreos 10:35–39).