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Pregunta: ¿Qué significa que hay un tiempo de guardar y tiempo de desechar (Eclesiastés 3:6)?

Respuesta:
Si alguna vez has ordenado tus pertenencias para una venta de garaje, probablemente te sientas identificado con la observación del rey Salomón en Eclesiastés 3:6 de que hay un "tiempo de guardar, y tiempo de desechar". Esta afirmación forma parte de un extenso pasaje (Eclesiastés 3:1-8) en el que Salomón establece un paralelismo entre catorce épocas y estaciones positivas y negativas de la vida. Juntas representan la totalidad de la existencia humana. En última instancia, Salomón concluye que Dios controla cada momento y lleva a cabo Sus buenos propósitos a través de cada experiencia.

Lo de un "tiempo de guardar, y tiempo de desechar" se aplica casi con toda seguridad a cómo tratamos nuestras posesiones personales. Las Escrituras afirman que nada de lo que hay en esta vida es nuestro para conservarlo para siempre: "porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar" (1 Timoteo 6:7; ver también Eclesiastés 5:15; Job 1:21). Puesto que no podemos llevarnos nada con nosotros cuando morimos, el centro de nuestra existencia no debe ser adquirir cosas (Salmo 49:17).

La Biblia revela que todo lo que tenemos proviene de Dios (Juan 3:27; Romanos 11:36; 1 Corintios 11:12). Nuestro Padre celestial es generoso y bendice a Sus hijos cuando ellos también son generosos (Proverbios 22:9). Jesús enseñó este principio de dar: "Den, y recibirán. Lo que den a otros les será devuelto por completo: apretado, sacudido para que haya lugar para más, desbordante y derramado sobre el regazo. La cantidad que den determinará la cantidad que recibirán a cambio" (Lucas 6:38, NTV).

La misma regla se aplica en Proverbios 11:24-25: "Da con generosidad y serás más rico; sé tacaño y lo perderás todo. El generoso prosperará; y el que reanima a otros será reanimado" (NTV).

Aunque la generosidad es la regla, el apóstol Pablo habló de un "tiempo de guardar" y no dar a quien lo necesita. Los creyentes no están obligados a mantener a los que son perezosos, ociosos y no están dispuestos a trabajar. Dentro de la familia de Dios, no debe haber aprovechados ni personas que esperen limosnas (1 Tesalonicenses 4:11; 2 Tesalonicenses 3:10-12)

"Un tiempo de guardar, y tiempo de desechar" también nos recuerda el desafío de Jesús en Mateo 10:39: "Si te aferras a tu vida, la perderás; pero, si entregas tu vida por mí, la salvarás" (Mateo 10:39, NTV). Hay momentos y ocasiones en que deshacernos de nuestras posesiones es mejor que conservarlas. A veces nos aferramos demasiado a nuestras cosas. Por esta razón, Jesús advirtió: "Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee" (Lucas 12:15).

En cambio, Jesús instruyó: "No almacenes tesoros aquí en la tierra, donde las polillas se los comen y el óxido los destruye, y donde los ladrones entran y roban. Almacena tus tesoros en el cielo, donde las polillas y el óxido no pueden destruir, y los ladrones no entran a robar. Donde esté tu tesoro, allí estarán también los deseos de tu corazón" (Mateo 6:19-21, NTV).

Según Pablo, nuestros bienes celestiales son los únicos que vale la pena guardar en el banco: "Enséñales a los ricos de este mundo que no sean orgullosos ni que confíen en su dinero, el cual es tan inestable. Deberían depositar su confianza en Dios, quien nos da en abundancia todo lo que necesitamos para que lo disfrutemos. Diles que usen su dinero para hacer el bien. Deberían ser ricos en buenas acciones, generosos con los que pasan necesidad y estar siempre dispuestos a compartir con otros. De esa manera, al hacer esto, acumularán su tesoro como un buen fundamento para el futuro, a fin de poder experimentar lo que es la vida verdadera" (1 Timoteo 6:17-19, NTV).

Al igual que los marineros arrojan su carga por la borda para salvar el barco (Jonás 1:5; Hechos 27:18, 19, 38), nosotros también debemos deshacernos de cualquier equipaje pecaminoso que pueda apartarnos de la salvación eterna (Mateo 5:29-30; Mateo 18:8-9; Marcos 9:43-47). El fiel seguidor de Cristo renunciará a todo lo que le distraiga de su verdadero tesoro. Como Pablo, él "[estima] todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo" (Filipenses 3:8).

Reconocer que hay "un tiempo de guardar, y tiempo de desechar" significa vivir con una perspectiva eterna. Podemos adquirir cosas mientras estemos en la tierra, pero siempre debemos estar preparados para dejarlas ir.

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