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Pregunta: ¿Qué significa que hay un tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado (Eclesiastés 3:2)?

Respuesta:
En Eclesiastés 3:1-8, el rey Salomón presenta una serie de catorce temporadas y acontecimientos opuestos en el ciclo de la vida (nacimiento y muerte, luto y baile, guerra y paz, etc.). "Todo tiene su tiempo", comienza Salomón, "y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado" (versículos 1-2).

Todos los momentos de la lista de Salomón se combinan para representar la totalidad de la actividad humana en sus diversas expresiones. Nuestras vidas en este mundo son una mezcla de alegría y tristeza, altibajos, armonía y discordia, arraigo y agitación. Salomón reconoce que cada momento tiene su lugar y su tiempo señalados por Dios. El Señor tiene el control de principio a fin. Él es soberano. Él tiene un propósito en cada estación, lo entendamos o no.

Las dos primeras frases—"Tiempo de nacer, y tiempo de morir" y "Tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado"—representan el principio y el fin, la vida nueva y el hecho inevitable de la muerte. La vida de las plantas comienza con la siembra, pero termina con el arranque. Quienes trabajan en el mundo de la agricultura entienden que hay un momento adecuado para plantar y una estación apropiada para cosechar.

Cuando una semilla se entierra en la tierra y luego se nutre, se crea la posibilidad de que germine la vida. Por el contrario, "arrancar" es sacar o cortar de raíz. En otras partes del Antiguo Testamento, el término se usa en sentido figurado para referirse a la destrucción de ciudades y naciones (Sofonías 2:4; Jeremías 12:17). La Nueva Traducción Viviente traduce "tiempo de arrancar lo plantado" como "tiempo para cosechar".

La vida está llena de contrastes. Dar a luz y plantar representan dar vida. Hay ocasiones en las que producimos vida dando a luz o plantando semillas en la tierra. Sin embargo, para cada persona también hay un tiempo señalado para morir (Job 14:5; Hebreos 9:27), al igual que hay estaciones agrícolas designadas para arrancar y cosechar los cultivos. En una metáfora, el profeta Jeremías confirma que hay momentos en la vida "para arrancar y para destruir, para arruinar y para derribar, para edificar y para plantar" (Jeremías 1:10).

En el Nuevo Testamento, Jesús ilustra una importante verdad espiritual mediante una metáfora parecida de plantar y arrancar: "De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará" (Juan 12:24-25).

Jesús hablaba de Su inminente muerte. Solo sacrificando Su vida vendría la nueva vida. Su glorificación provendría de Su muerte. Como un grano de trigo plantado en la tierra, Jesús moriría para dar vida a una nueva y gloriosa planta que daría mucho fruto. La vida de resurrección para muchos vendría a través del sacrificio y la muerte de Uno (2 Corintios 5:14-15). Jesús fue el grano de trigo que tuvo que caer en la tierra y morir antes de fructificar en el propósito del Padre: proporcionar vida eterna a todos los que creyeran en Él (Juan 3:16).

Del mismo modo, como seguidores de Cristo, es al morir que vivimos (Romanos 6:4-8; 1 Corintios 15:36; Gálatas 2:20). Jesús dijo: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará" (Mateo 16:24-25; ver también Marcos 8:34-35).

Las enseñanzas de Cristo nos ayudan a comprender por qué Dios permite a veces que experimentemos temporadas difíciles de aflicción y dolor. Para todo cristiano, hay un tiempo de plantar y un tiempo de arrancar (Mateo 9:37; Lucas 10:2; Salmo 126:5), un tiempo de nacer de nuevo (Juan 3:3-7) y un tiempo de morir al yo (Lucas 14:27; Gálatas 5:24). No podemos experimentar el gozo del nacimiento ni el maravilloso brote de la nueva vida que da abundante fruto si no pasamos por tiempos de dolores de parto, desarraigo y muerte.

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