Pregunta: ¿Qué significa que hay "Tiempo de buscar, y tiempo de dar por perdido" (Eclesiastés 3:6)?
Respuesta:
A través de catorce acontecimientos diferentes enumerados en Eclesiastés 3:1-8, el rey Salomón ilustra que Dios tiene un tiempo y un propósito señalados para cada actividad y estación de la existencia humana. Hay "Tiempo de buscar, y tiempo de dar por perdido", afirma en Eclesiastés 3:6 (NBLA). Este verso parece referirse a los tiempos y las estaciones de la vida que escapan a nuestro control.
La Biblia dice que hay un tiempo para buscar la sabiduría, el conocimiento y la comprensión (Proverbios 2:4-6). Debemos buscar al Señor, Su fortaleza y Su presencia con todo nuestro corazón (1 Crónicas 16:11; Isaías 55:6; Jeremías 29:13). Hay momentos apropiados para buscar respuestas a la oración con perseverancia y seriedad: "Pidan, y se les dará; busquen, y hallarán; llamen, y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá" (Mateo 7:7-8, NBLA).
Pero también hay un tiempo para renunciar a la búsqueda y contentarse a pesar de nuestras pérdidas (1 Timoteo 6:6; Hebreos 13:5). El apóstol Pablo dijo a los filipenses: "Pero todo lo que para mí era ganancia, lo he estimado como pérdida por amor de Cristo" (Filipenses 3:7, NBLA). Había "aprendido a contentarme cualquiera que sea mi situación. Sé vivir en pobreza, y sé vivir en prosperidad. En todo y por todo he aprendido el secreto tanto de estar saciado como de tener hambre, de tener abundancia como de sufrir necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Filipenses 4:11-13, NBLA).
Cuando consideramos el "tiempo de buscar, y tiempo de dar por perdido", en lo que se refiere a nuestras posesiones materiales y a las cosas a las que intentamos aferrarnos en esta vida, no podemos evitar pensar en el desafío de Jesús en Mateo 10:39 (NBLA): "El que ha hallado su vida, la perderá; y el que ha perdido su vida por Mi causa, la hallará".
El fiel seguidor de Cristo renunciará a buscar cualquier cosa que pueda distraerle de su verdadero tesoro (Mateo 6:19-21). Al igual que Pablo, considerará "como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por Él lo he perdido todo, y lo considero como basura a fin de ganar a Cristo" (Filipenses 3:8, NBLA). Al "renunciar" a nuestra búsqueda terrenal, encontramos nuestro verdadero valor y propósito; ganamos la alegría eterna y la recompensa eterna (Isaías 35:10).
En Lucas 15, Jesús presenta las parábolas de la Oveja Perdida (ver también Mateo 18:12-14), la Moneda Perdida y el Hijo Perdido, que revelan el implacable amor que hay en el corazón de Dios y Su firme misión de buscar y salvar a las almas perdidas. Dios no quiere que nadie muera y se pierda para toda la eternidad sin Él (Lucas 19:10). Desea que todos se arrepientan y se salven (2 Pedro 3:9). Sin embargo, la aleccionadora verdad es que hay ocasiones en las que incluso Dios debe renunciar a Su búsqueda. Cuando Judá persistió obstinadamente en la idolatría, el Señor dijo a Su profeta: "no ores más por este pueblo. No llores ni ores por ellos y no me supliques que los ayude, porque no te escucharé" (Jeremías 7:16, NTV; ver también Jeremías 11:14).
"Tiempo de buscar, y tiempo de dar por perdido" nos recuerda que algunas cosas de la vida están bajo nuestro control, mientras que otras no. Puede que trabajemos duro, rebuscando y ahorrando para comprar una casa, solo para perderla cuando se hunda el mercado inmobiliario. Podemos esperar años para encontrar al amor de nuestra vida y luego perder a esa persona en un trágico accidente. Ciertamente, hay momentos para buscar, pero también hay momentos para rendirse y perder. Debemos recordar que en esta vida no debemos aferrarnos a nada.
Después de haberlo perdido todo, Job siguió confiando en Dios. Del Señor, Job dijo: "Dios podría matarme, pero es mi única esperanza" (Job 13:15, NBLA). Ya anciano, José echó la vista atrás a todas sus pérdidas y vio que ni una sola de ellas, incluido el mal que le habían hecho, había impedido que se cumpliera el propósito de Dios. Aunque otros habían querido perjudicar a José, Dios había utilizado cada momento de pérdida para cumplir Su buen plan (Génesis 50:15-21).