Pregunta: ¿Qué significa que hay un tiempo para callar y un tiempo para hablar (Eclesiastés 3:7)?
Respuesta:
En Eclesiastés 3:1-8, el rey Salomón afirma que Dios tiene soberanamente el control y actúa en nuestras vidas individuales. Dios tiene un tiempo y un propósito para todo lo que sucede (Romanos 8:28). Con "tiempo de callar, y tiempo de hablar", Salomón centra nuestra atención en el discurso humano.
Un tema tratado a menudo en las Escrituras es la idea de que la vida tiene momentos apropiados para callar y momentos para hablar. En la literatura sapiencial, el necio es retratado como alguien que habla demasiado y siempre en el momento equivocado, pero la persona sabia sabe cuándo callar y cuándo hablar: "Los labios del necio traen contienda; Y su boca los azotes llama. La boca del necio es quebrantamiento para sí, y sus labios son lazos para su alma" (Proverbios 18:6-7).
Proverbios 10:19 advierte: "En las muchas palabras no falta pecado; Mas el que refrena sus labios es prudente" (ver también Salmo 39:1). En la adversidad severa y el mal, "el prudente en tal tiempo calla" (Amós 5:13; véase también 2 Reyes 2:3, 5). "El que guarda su boca y su lengua, su alma guarda de angustias", aconseja Salomón en Proverbios 21:23. "Aun el necio, cuando calla, es contado por sabio; El que cierra sus labios es entendido" (Proverbios 17:28).
Jesús ejemplificó la sabiduría del silencio cuando se presentó ante Poncio Pilato (Mateo 27:11-14). A Sus seguidores, Jesús les dijo: "El día del juicio, tendrán que dar cuenta de toda palabra inútil que hayan dicho. Las palabras que digas te absolverán o te condenarán" (Mateo 12:36-37, NTV). Por esta razón, Santiago enseñó a los que de verdad quieren ser ejemplos piadosos en la iglesia a aprender a controlar sus lenguas (Santiago 3:1-12).
El apóstol Pablo subrayó la importancia de que nuestra "palabra siempre con gracia" para que "sepáis cómo debéis responder a cada uno" (Colosenses 4:6). La palabra adecuada dicha en el momento oportuno, "¡cuán buena es!", dice Proverbios 15:23. Nuestras palabras contienen "poder de vida y muerte", afirma Proverbios 18:21. Lo que decimos puede salvar vidas o destruirlas (Proverbios 12:6).
El tiempo de guardar silencio se asocia a veces con la pena y el luto. A menudo, el mejor consuelo que se puede ofrecer a una persona que sufre una pérdida tremenda es sentarse con ella en silencio. Cuando los tres amigos de Job se enteraron de la tragedia que había sufrido, vinieron y se sentaron con él durante una semana en silencio. Reconocieron que la angustia de Job era demasiado abrumadora para las palabras (Job 2:11-13).
El silencio es oro, dice la expresión proverbial, pero hay ocasiones en que el pueblo de Dios debe hablar. La Biblia nos ordena hablar contra la injusticia (Isaías 1:17; 10:1-3). Los creyentes no deben guardar silencio sobre su fe en Jesucristo (Hechos 4:17-20; 2 Corintios 5:18-20; 1 Pedro 3:15).
Cuando los judíos se enfrentaron a la exterminación nacional, la valiente reina Ester reconoció el propósito y el momento que Dios le había asignado para hablar. Su primo Mardoqueo le instó: "Porque si callas absolutamente en este tiempo, respiro y liberación vendrá de alguna otra parte para los judíos; mas tú y la casa de tu padre pereceréis. ¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?" (Ester 4:12-14). Ester obedeció, arriesgando su vida para salvar a su pueblo. Ella sabía que era "tiempo de hablar", y recibió la abundante bendición de Dios.
El énfasis de Salomón en un "tiempo de callar, y tiempo de hablar" debería recordarnos que, por lo general, es prudente mantener la boca cerrada, hablar poco y aprender a controlar la lengua (Eclesiastés 5:2). Aun así, debemos discernir cuándo es el momento de hablar en nombre del Señor (Isaías 58:1) para la gloria de Dios (Josué 6:16; Salmo 34:1; Lucas 19:37-40) y la edificación de Su iglesia (Efesios 4:29; 5:17-21).